El Museo Metropolitano de Nueva York presentó entre septiembre y este mes una colección que explora la fina caligrafía e iluminación de documentos otomanos de 500 años de antigüedad.
Con el título "Letras de Oro", la exposición se convirtió en la principal atracción del público de la ciudad.
Entre aproximadamente 70 obras caligráficas de la colección personal del acaudalado empresario de Estambul Sakip Sabanci se incluyen copias iluminadas del Corán, de libros de oración, de hukum (decretos) de varios sultanes y de un pergamino Berat (escritura).
La colección comprende un Hilye, obra caligráfica en que se realiza el retrato verbal del profeta Mahoma, ya que la religión islámica rechaza la representación pictórica de toda persona.
La muestra contiene documentos oficiales tales como los edictos imperiales de Suleiman el Magnífico (siglo XVI), órdenes de allanamiento y patentes producidos por los escribas de los sucesivos sultanes del período otomano.
Una pieza fechada en 1513, en Estambul, es un decreto de Selim I, el noveno sultán, confirmando la concesión de un pueblo y tierras en Uskub, ahora Skopje, capital de la ex república yugoslava de Macedonia.
Otro pergamino berat de Suleiman II, el vigésimo sultán (1687- 1691), se refiere a los derechos para el cobro de impuestos en las municipalidades de la región de Avlonya, ahora Albania.
Un mensur, o cita imperial, que Abdulhamid II envió al Emir de la Meca, menciona las propiedades inmuebles transferidas a una fundación de ayuda a los pobres que vivían cerca de los santos sepulcros en la Meca y Medina, ubicados en la actual Arabia Saudita.
Los documentos, en idioma árabe y escritos tradicionalmente de derecha a izquierda, fueron apreciados y atesorados por individuos en todos los niveles de la sociedad otomana. A su vez, fueron muy valorados por el papel que desempeñaron en la difusión del Corán, el libro sagrado que contiene la doctrina musulmana.
La misma preocupación por una caligrafía hermosa se extendió a los otros idiomas del mundo islámico, tales como el persa, el turco y el urdu.
Con la conquista de Constantinopla en 1453, la cadena de transmisión se extendió a esa ciudad, luego rebautizada Estambul. Constantinopla se convirtió en el centro político, administrativo y cultural del Imperio Otomano.
"Letras de Oro" transporta al observador a un viaje a través del arte de los maestros Seyh Hamdullah (1429-1520), Ahmed Karahisari (f. 1556), Hafiz Osman (1642-1698) y Mustafá Kutahi, uno de los mayores calígrafos del siglo XVIII.
También se exhiben varias 'tugras', emblemas caligráficos del nombre del sultán, estampados en varios documentos, entre las que destaca la perteneciente a Suleiman el Magnífico.
La exposición explica que la caligrafía era un trabajo de equipo en el cual calígrafos e iluminadores aunaban sus talentos.
Durante el período otomano (1281-1924), los artistas trabajaban en estudios de caligrafía, talleres de iluminadores y pintores, talleres reales e instituciones asociadas a los centros de estudios religiosos.
El proceso comenzaba con la selección del texto. El calígrafo luego determinaba el tipo de letra y el diseño apropiados. Luego de copiar cada página, insertaba las marcas diacríticas y las vocales utilizando una pequeña pluma y, algunas veces, tintas coloreadas.
Una vez finalizada la escritura, el calígrafo revisaba el documento, eliminando y reemplazando las páginas o palabras que tuvieran errores. Los manuscritos eran iluminados recién después de copiado el texto.
La página inicial del Corán (Al Fatiha) fue la más decorada, mientras que las páginas aparecen más despojadas de ornamentación, tal como lo evidencia varias copias del ejemplar en la exhibición.
Pequeños grupos de artesanos eran responsables de la concepción general del diseño, la selección de los motivos, y los marcos dorados que bordeaban el texto, el sombreado negro de la iluminaciones en dorado, las anotaciones y la decoración al final de cada verso.
En los talleres reales había varios equipos responsables de la preparación de la tinta dorada, de su aplicación y del agregado de otros colores. El color más rico y más preciado era el del lapislázuli.
El último paso era la encuadernación. Los iluminadores preparaban dos etiquetas de identificación y la solapa que protegía los bordes de las páginas.
Utilizaban moldes esculpidos en metal para estampar la encuadernación en cuero con los diseños tradicionales y decoraban este último con dorado y algunas veces con otros colores. Los encuadernadores completaban el trabajo.
El hecho de que la misma palabra o frase pudiera ser escrita de manera diferente abría las puertas a una infinita variedad de formas que lograban un rico impacto visual al ser colocadas juntas.
Algunas piezas exhibidas en la exposición muestran los textos con formas de flores, animales y recursos geométricos elaborados.
La caligrafía otomana floreció en el siglo XV y se desarrolló hasta el fin de los sultanes de esa dinastía, en 1923, con la proclamación de la república por Mustafá Kemal Ataturk y la adopción del turco como idioma oficial.
"Letras de Oro" presenta álbumes de ejercicios didácticos y las herramientas del calígrafo, tales como las placas para cortar las plumas, navajas, papel de mármol, hojas de papel secante, marcos y tijeras.
Sakip Sabanci posee la mayor colección de caligrafía de Turquía, junto a un importante acopio de antiguas esculturas y porcelanas. Originario de una familia de campesinos pobres en Anatolia Central, el empresario se convirtió en uno de los hombres más adinerados de Turquía.
"Lo que más me atrae es la importante relación entre el maestro y el aprendiz, y la capacidad de este arte de renovarse a sí mismo de una generación a otra", comentó Sabanci. "Esta noción de respeto y veneración por las generaciones anteriores tiene una especial resonancia para mí", agregó.
En la introducción del libro que acompaña la exhibición, Sabanci afirma que los sultanes otomanos, algunos de los cuales fueron expertos en el arte de la caligrafía, apoyaron a los calígrafos de la misma forma en que, en Occidente, "príncipes y poderosos mecenas patrocinaron a los pintores".
El coleccionista es propietario de Sabanci Holding, un conglomerado de más de 50 compañías, 16 de las cuales son iniciativas de inversión conjunta con poderosas multinacionales, como Hoechst de Alemania, o Danone y los supermercados Carrefour de Francia.
Sabanci considera que el sector privado debe desempeñar un papel importante en obras de desarrollo y a la hora de preservar el patrimonio cultural.
El empresario se halla ahora embarcado en la construcción de un campus universitario por valor de 150 millones de dólares en Estambul. Varias escuelas y hospitales turcos llevan su nombre. (FIN/IPS/tra-en/ib/kb/mv/nc/aq/cr/98