Los obispos católicos de la República Democrática de Congo (RDC, ex Zaire) sugirieron formar un gobierno de unidad nacional con el fin de terminar con la guerra civil iniciada hace tres meses.
Los 24 obispos de la conferencia episcopal nacional dijeron que un gobierno de unidad nacional sería una señal indudable de consenso y reconciliación. Al mismo tiempo, destacaron la necesidad de realizar elecciones libres y democráticas.
La conferencia fue realizada con el fin de analizar "la situación actual, que amenaza la integridad y la soberanía" del país, y exigió "una solución constitucional para el problema de las nacionalidades en los países involucrados" en el conflicto.
La guerra estalló el 2 de agosto, cuando el presidente Laurent Kabila expulsó a las tropas tutsis ruandesas que lo habían apoyado para derrocar al dictador Mobutu Sese Seko en mayo de 1997.
La rebelión se inició entre los oficiales banyamulengues (tutsis congoleños), quienes asumieron el liderazgo de un movimiento para derrocar al actual mandatario.
Los rebeldes de la Asamblea Congoleña por la Democracia son tutsis estrechamente vinculados con Ruanda, donde los miembros de esa etnia fueron las principales víctimas del genocidio de 1994 que dejó un saldo de entre 500.000 y un millón de personas muertas.
En 1996, las autoridades del este de Zaire, que cambió su nombre tras la llegada al poder de Kabila, estimularon las agresiones contra los banyamulengues. Hubo persecuciones y asesinatos apoyados por las mismas tropas hutu que habían participado en el genocidio de Ruanda.
Fue entonces cuando los banyamulengues se rebelaron con la ayuda de Ruanda, un movimiento que terminó con el derrocamiento de Mobutu. Pero un año y medio después de la llegada del nuevo gobierno, el escenario de tensión étnica vuelve a repetirse.
La situación se tornó aún más compleja tras la aparición de un Movimiento para la Liberación de Congo, que según rumores está liderado por Jean Pierre Bemba, hijo de un próspero empresario, y tendría control sobre la región central de este país.
Kabila recibió las recomendaciones de los obispos el viernes pasado, pero rechazó realizar negociaciones con los rebeldes de la Asamblea. El ministro de Información, Didier Mumengui, dijo que también descartó la posibilidad de formar un gobierno de unidad nacional.
Durante un acto público realizado esta semana, Kabila reafirmó que no negociará con los rebeldes a los cuales considera "títeres" de Ruanda y Uganda, y advirtió que tampoco habrá conversaciones con los gobiernos de esos dos países hasta el retiro de sus tropas de la RDC.
"No son condiciones incumplibles. No podemos negociar bajo las botas de los invasores, sería humillante para nuestro pueblo", dijo Kabila. En insistió en que sólo buscará acuerdo "con aquellos que nos atacaron y no con sus títeres".
Los obispos hicieron notar que también hay congoleños involucrados en la rebelión, más allá de la participación de Ruanda y Uganda.
"Todo el mundo sabe que en el interior del país se acumulan el descontento, las divisiones y la frustración, y en esa situación algunos congoleños pensaron, para bien o para mal, que la guerra podría ayudarlos a resolver la situación del país", dijeron los obispos.
"Tenemos que adoptar las medidas necesarias para impedir la continuación de la guerra", advirtieron los prelados.
Consideraron que la RDC es objeto de una agresión extranjera con la cual aumentó la dimensión de la guerra.
"Denunciamos la existencia de un plan para balcanizar nuestro país", dijeron al recordar que en el pasado no había problemas para la coexistencia de los 450 grupos étnicos presentes en este territorio.
"Nos consideramos parte de un solo pueblo, la gente no acepta esta guerra injustificada", añadieron. (FIN/IPS/tra-en/ckm/kb/lc-ml/ip/98