La figura sobre una cama de hospital de Amelia Petrona Narváez, de cuatro años, se convirtió en emblema de la tragedia de miles de niños y niñas de Nicaragua tras el paso del huracán Mitch.
"Amelia perdió a sus padres, pero no se lo diga", recomendó la madre de otra niña internada en la misma sala del Hospital Fernando Vélez Páiz, en Managua, donde se atiende a menores con quemaduras.
La niña, que vivía en la ladera del volcán Casitas, en el occidente del Nicaragua, quedó desamparada. Sus padres murieron, al parecer, bajo el mismo alud de lodo que mató a más de 2.000 personas de esas comunidades del municipio de Posoltega.
La cabecita de Amelia está debajo de un grueso vendaje, ya que perdió completamente el cuero cabelludo. También sufrió lesiones y quemaduras en sus brazos y otras partes del cuerpo.
Por lo general, su mirada está perdida, aunque las enfermeras que la cuidan aseguran que se alegra un poco cuando juega con un enorme muñeco de peluche blanco acostado a su lado.
"Por la noche vuelve a vivir el horror que ya vivió", dijo una de las enfermeras de turno.
El huracán Mitch afectó a más de 400.000 niños y niñas en toda Nicaragua, la mayoría en los departamentos de Chinandega, Las Segovias, y Matagalpa, según el estatal Comité Nacional de Emergencia.
A los menores damnificados se suman cerca de 700.000 que viven en "circunstancias difíciles", entre ellos 182.000 afectados por anteriores desastres naturales.
"La situación que está viviendo la niñez nicaragüense, y la perspectiva futura, es lúgubre", dijo a IPS Sergio Daniel Kristensen, representante de la organización noruega Redd Barna, miembro de la alianza Save the Children.
"Se ha abierto un panorama más difícil. Habrá más pobreza, más acumulación de tierras y mayor migración del campo a la ciudad, y por tanto, aumentará la indigencia y la prostitución infantil", agregó Kristensen.
Antes del huracán Mitch, siete de cada 10 familias de Nicaragua vivían en pobreza, y cuatro en estado de extrema pobreza, según datos oficiales.
Asimismo, se calculaba que más de 600.000 niños, niñas y adolescentes trabajan. Alrededor de 300.000 menores deambulaban por las calles de las principales ciudades, pidiendo limosna o un plato de comida.
El artículo 57 del Código de la Niñez y la Adolescencia, que entrará en vigencia el día 22, obliga al Estado a desarrollar políticas asistenciales y de protección hacia los niños y niñas nicaragüenses más desprotegidos.
En el ámbito institucional, corresponde al Ministerio de la Familia, recién creado en septiembre, desarrollar las políticas de protección a los menores en riesgo, y al Ministerio de Salud, el mayor peso de las políticas asistenciales.
En términos presupuestarios, al Ministerio de la Familia se le asignó para el próximo año unos 15 millones de dólares, cifra que será insuficiente para responder a la demanda de los menores en circunstancias difíciles y los 400.000 damnificados por Mitch.
A juicio de Kristensen, el Estado tendrá que redefinir sus prioridades, programas y presupuestos, a fin de responder a las necesidades inmediatas y futuras de los menores damnificados.
Mientras, la alianza Save the Children reorientó sus proyectos y programas en Nicaragua para asistir a los niños y niñas víctimas del huracán.
"Estamos trabajando básicamente en ayuda de emergencia, haciéndoles llegar comida, medicinas, colchones y cloro", señaló Kristensen.
Además, la organización atiende centenares de refugios en toda Nicaragua, para llevar asistencia psicológica y recreación a los menores afectados.
"Hay muchísimos niños y niñas que han perdido a sus padres y demás familiares, están en estado de 'shock', y hay que ayudarlos a salir de ese estado", añadió Kristensen.
Uno de ellos es Moisés Centeno Salgado, de 11 años, quien también yace en una cama del Hospital Fernando Vélez Páiz, cerca de Amelia.
Junto a la cama está su padre, Mercedes Centeno. Ambos perdieron a 26 familiares bajo el alud que sepultó a una decena de comunidades en las faldas del volcán Casitas, entre ellos a la esposa de Centeno y sus restantes hijos.
Moisés tiene el cuerpo en carne viva y el cráneo lleno de suturas. El tampoco sabe que su madre y hermanos murieron. (FIN/IPS/rf/mj/dv/98