/BOLETIN-DD HH/ AMERICA LATINA: En materia de violencia, la mujer suma y sigue

"Sólo pedimos nuestra mitad del cielo", decían las mujeres latinoamericanas en una de sus consignas en reclamo de sus derechos. La paradoja es que el avance hacia ese objetivo en materia de violencia hunde a la mujer en el infierno.

El miércoles pasado se celebró el Día Mundial de la No Violencia contra la Mujer y las organizaciones femeninas de la región iniciaron 16 jornadas de movilización para sensibilizar sobre el problema, que concluirán el 10 de diciembre, cuando se cumplen 50 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Un documento regional del Fondo de las Naciones Unidas para la Mujer (Unifem) que se distribuyó el miércoles destaca cómo la violencia de género se transformó en un obstáculo para el desarrollo en los países latinoamericanos.

Más de la mitad de las mujeres latinoamericanas fueron agredidas en algún momento de su vida dentro de sus hogares, 33 por ciento padeció abusos sexuales y 45 por ciento recibió insultos, amenazas o vio destruidas sus pertenencias.

"Hablamos de una violencia que ocurre en el espacio doméstico y en el público, que tiene manifestaciones físicas, psíquicas y sexuales y que expone a las mujeres a devastadores efectos", resumió Ana María Brasileiro, quien acaba de dejar la oficina regional de Unifem, con sede en Brasilia.

Mientras se lee este artículo, una niña es violada en la región y en 98 por ciento de los casos el agresor es un hombre, tan cercano como su padre o tan poco lejano como un tio, un vecino o su maestro.

Cuando es una mujer, su agresor sexual seguirá siendo en 77 por ciento de los casos el marido, un familiar o un amigo.

Sólo entre 27 y 37 por ciento de las agresiones se denuncian y ese nivel cae cuando se trata de violencia sexual contra niñas o niños. Aun así 80 por ciento de los delitos sexuales que llegan a las autoridades son en contra de niñas, lo que da idea de un drama que afecta cada vez a niñas de menor edad.

El elemento más positivo en favor de la erradicación de la violencia es que se suman cada año los países que tienen leyes que penalizan el maltrato a la mujer y a la familia, al que en algunos casos se añaden ya normas contra el acoso sexual.

Venezuela dejó de ser en agosto el único país andino que carecía de legislación al respecto. Su ley conta la violencia a la mujer y la familia suma como delito al acoso sexual, sobre el que ya legislaron Argentina, Costa Rica, Panamá y Paraguay.

Además, tan sólo México sigue sin ratificar la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, de 1994, que tiene rango de ley en los otros 33 miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Cuba, que desde 1962 está excluida de la OEA, no cuenta con una ley nacional en torno a la violencia contra la mujer, según los datos recabados por las oficinas de IPS en la región.

Pero mientras en materia legal se avanza, la violencia contra la mujer aumenta en la región, en un fenómeno que es similar al del resto del mundo, tanto en el Norte como en el Sur.

Brasileiro explica esa paradoja como fruto de la transición del modelo patriarcal de las sociedades latinoamericanas a otro donde la mujer ya no se comporta según el modelo tradicional, lucha contra la sumisión y adquiere nuevas funciones.

"El hombre ve trastabillarse su mundo, pero mantiene aún el poder dentro de la familia, la comunidad y el Estado y reacciona con la generación de violencia ante los cambios de comportamiento de la mujer", precisó Magda Moyano, coordinadora de género del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Venezuela.

"El avance en la participación de la mujer y el mayor reconocimiento de los derechos de la mujer se pensaba que disminuiría la violencia contra ella, pero por el contrario se produjo un rebrote de esa violencia", explicó en base a datos recabados por organizaciones femeninas y Unifem.

En su conquista de la mitad del cielo, la creciente autonomía de la mujer como sujeto de derecho despierta una resistencia consciente e inconsciente de sectores masculinos, "que se sienten atacados en su supuesta esencia" y buscan mediante la violencia mantener su supremacía, dijo Moyano.

Se trata de una violencia que no sólo se traduce en golpizas dentro de su hogar o en agresiones sexuales, sino en maltratos sicológicos, en desprecios y humillaciones, a los que se suman discriminaciones activas y pasivas y abusos en el área pública.

Las consecuencias trascienden lo individual y social y llegan a la economía, como reflejan organismos multilaterales, que han comenzado a medir su impacto en la productividad de los países.

El Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo han calculado que al menos uno de cada cinco días que una mujer falta al trabajo es a consecuencia de maltrato doméstico, un hecho que aumenta los gastos nacionales de salud y supone miles de millones de dólares de caídas anuales de productividad en la región.

Otro elemento distintivo de esta década que incide en una mayor violencia contra la mujer es la imposición de un modelo neoliberal que ha creado un ejército de excluidos en la región.

Por un lado, explicó Athenia Montejo, responsable del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia en Venezuela, la pobreza es de por sí una violencia contra los derechos humanos, una emergencia silenciosa en que las mujeres y los niños y niñas resultan los más vulnerables.

La pérdida de poder adquisitivo, el empleo precario o el desempleo, el hecho de que no logre enfrentar las necesidades familiares básicas, hacen que el hombre pierda autoestima e incremente la violencia en su ámbito doméstico, acotó Moyano.

A las consultas en las casas de acogida de la mujer en países andinos, llegan cada día más madres que han traspasado los 60 años y han sido golpeadas por hijos, hijas o yernos dentro de una presión por quitarles su casa, en una impacto mezclado de crisis económica y perdida de valores.

Pero si bien la miseria creciente es un alimento objetivo de la violencia en una región que ha pasado a ser esta década la parte del mundo con más inequidad social, el maltrato a la mujer y la familia está lejos de ser patrimonio de lo más desposeídos.

Por el contrario, la violencia en el hogar no tiene clases, y en los estratos más altos el maltrato "se hace más sofisticado y peligroso, con entornos familiares integralmente dañados", indicó la especialista venezolana Paula Guarisco.

Para las dirigentas del sistema de las Naciones Unidas, la respuesta ante las viejas y nuevas causas de la violencia contra la mujer está en el conocimiento de las leyes que la castigan, tanto por sus víctimas como quienes deben aplicarlas.

De poco vale tener la mejor ley del mundo, si las víctimas no la conocen y si los policías y las instancias jurídicas mantienen la cultura tradicional que disculpa la violencia doméstica.

Las organizaciones femeninas y Unifem coinciden en que en este nuevo proceso ha resultado más fácil cambiar la mentalidad policial que la de jueces y juezas, a quienes cuesta sancionar al agresor y en muchas ocasiones terminan por responsabilizar del abuso a la propia víctima.

De hecho, legalmente, todavía en 12 países de la región el agresor sexual es exonerado legalmente de culpa si la víctima acepta casarse con él, y solamente en la ley venezolana, por ser la más nueva, "el acceso carnal violento" del cónyugue o la pareja es considerado delito. (FIN/IPS/eg/ff/hd/98

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