Diplomáticos de la ONU sostienen que la influencia de Estados Unidos en el foro mundial nunca ha sido menor, aunque Washington defiende la importancia que tiene el organismo para responder a las crisis internacionales.
La otrora dominante presencia estadounidense en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se asemeja ahora a una destacada ausencia.
Washington no tiene un representante permanente ante el foro mundial, acumuló deudas con la organización y, si no las paga antes de fin de año, perderá el derecho al voto en la Asamblea General.
Algunos funcionarios de la misión de Estados Unidos ante la ONU, debido al constante declive de la influencia de ese país, sugieren que el Congreso, dominado por el opositor partido Republicano, conduce al país a la catástrofe diplomática.
Algunos republicanos "sólo quieren destruir a la ONU", dijo un diplomático.
En los últimos tres años, los diplomáticos estadounidenses intentaron minimizar las señales que indican que la banca republicana del Congreso, -incluso el presidente del comité de relaciones exteriores Jesse Helms, un acérrimo opositor de la ONU- perjudican los objetivos del presidente Bill Clinton en el foro mundial.
Pero ahora, sin fin aparente de la parálisis legislativa con respecto a las deudas con la ONU y con el prestigio de Washington menor que nunca, los diplomáticos no esconden que la política partidaria de su país obstaculiza su labor.
La lista de problemas atribuida a los republicanos es larga, y se alarga con el paso de los días.
Un proyecto de ley que pretende pagar parte de la deuda de más de 1.500 millones de dólares, el cual prohibiría la financiación estatal de organizaciones que promueven el aborto en el exterior, prácticamente aseguró que la deuda no se pague en lo inmediato, señalaron los funcionarios.
Ese proyecto "incluyó artículos sobre la planificación familiar internacional que eran totalmente inaceptables" para el gobierno, sostuvo el embajador Peter Burleigh, el principal diplomático estadounidense ante la ONU.
Clinton "expresó en reiteradas ocasiones su decisión de que Estados Unidos debe comenzar a pagar las deudas" que mantiene con la ONU, agregó.
Pero quizá sea demasiado tarde. Las reglas de la ONU automáticamente niegan el derecho al voto en la Asamblea General a los países que acumulen deudas por espacio de dos años con el foro mundial. Washington caería en esa situación el 31 de diciembre.
Como Estados Unidos debe pagar 25 por ciento de los más de 1.000 millones de dólares del presupuesto regular de la ONU y 31 por ciento de las misiones de paz, la falta de pago también provoca un problema presupuestal que se agrava cada año, señaló el subsecretario general Joseph Connor.
Frente a esta situación, la ONU deberá recurrir al presupuesto de las misiones de paz para financiar el presupuesto regular durante octubre, noviembre y diciembre, advirtió Connor el miércoles.
A fines de septiembre, los estados miembros le debían a la ONU más de 2.500 millones de dólares, correspondiendo la mayor parte a Estados Unidos, explicó Connor.
A muchos republicanos no parece inquietarles la posibilidad de que Estados Unidos sufra la pérdida de su voto en la Asamblea General.
"Sería un suicidio político si la Asamblea General le retira el voto a Estados Unidos. No nos vamos a esforzar mucho para impedir que eso ocurra", dijo Marc Thiessen, portavoz de Helms.
Otro republicano argumentó que la pérdida del voto en la Asamblea General, que aprueba decisiones que no son legalmente vinculantes, no tendrá mayores consecuencias porque Washington tiene poder de veto en el más importante Consejo de Seguridad.
Pero funcionarios estadounidenses y de la ONU aseguran que los intereses de Washington se vieron menoscabados por el enfrentamiento con los republicanos.
El descenso del prestigio de Estados Unidos en la ONU obstaculizó los esfuerzos de Washington por lograr un acuerdo sobre varios puntos fundamentales, como su interés en mantener las sanciones contra Iraq y Libia y su defensa actual del uso de la fuerza en Kosovo.
Estados Unidos defiende esos intereses a través de Burleigh, el segundo funcionario en jerarquía de la misión estadounidense ante la ONU, ya que una serie de contratiempos demoraron la confirmación del representante permanente, Richard Holbrooke.
El nombramiento de Holbrooke se retrasó mientras el Senado investiga si mantuvo contactos gubernamentales inadecuados con compañías privadas suizas y si no declaró el uso de una residencia suiza en sus declaraciones financieras al Congreso.
Es improbable que el Senado confirme a Holbrooke antes de principios de 1999, lo que dejaría a Burleigh al frente de la misión estadounidense durante los próximos tres meses.
Paradójicamente, la disputa partidaria mejoró la imagen de Clinton en la ONU, aunque debilitó el peso de Estados Unidos en general.
Muchos diplomáticos creen que Clinton, quien será sometido a un proceso de juicio político por el Congreso estadounidense, es una víctima de los mismos políticos que se oponen a la ONU, señaló Jeff Laurenti, de la Asociación de las Naciones Unidas de Estados Unidos.
En consecuencia, Clinton recibió una poco habitual ovación cuando habló ante la Asamblea General hace dos semanas, mientras continuaban sus problemas por sus relaciones con la ex becaria de la Casa Blanca Mónica Lewinsky, explicó. (FIN/IPS/tra-en/fah/mk/aq-lp/ip/98