El asesinato del primer ministro Rajiv Gandhi en 1991, que acabó con la carrera de un líder carismático perteneciente a la familia más influyente en la política de India, respondió a un misterioso complot cuyo origen es difícil de rastrear.
El periodista Rajiv Sharma, que se sumergió en el caso en busca de respuestas a los motivos del asesinato, escribió un libro que recoge la impactante historia conocida de esta muerte, pero no logra desentrañar la madeja.
Casi nadie duda que el asesino suicida fue enviado por los Tigres para la Liberación del Tamil Eelam (LTTE), el grupo guerrillero que combate por la independencia de ese territorio en Sri Lanka. Pero nadie logra explicarse cual fue el motivo, ni quien lo ordenó.
El ex director de la Oficina Central de Investigaciones, Vijay Karan, recordó en el prólogo del libro de Sharma "Beyond the Tigers" ("Más allá de los Tigres") que no logró convencer al sucesor de Gandhi, Narashima Rao, sobre la inutilidad de crear una comisión investigadora.
La comisión presidida por el juez Jain no logró ningún resultado en su investigación, pero su informe, presentado seis años después del crimen, provocó la caída del gobierno del centroizquierdista Frente Unido encabezado por Inder Kumar Gujral.
Gujral prefirió perder el apoyo del Partido del Congreso y afrontar elecciones antes que expulsar del Frente al partido Dravida Munnetra Kazhagam (DMK), que, según Jain, estaba vinculado a los Tigres.
Y los intentos de Gujral para que el asunto fuera debatido en el parlamento resultaron torpedeados, curiosamente, por miembros del propio Partido del Congreso que había liderado Gandhi, lo cual hizo pensar que en este caso hay mucho que ocultar.
La ruptura de la alianza entre el Frente y el Congreso allanó el camino para que el partido derechista hindú Bharatiya Janata (BJP) conquistara el poder a comienzos de este año.
Sharma no logró avanzar más allá que Jain en descubrir si Gandhi fue asesinado por conspiradores indios, por un país extranjero o por traficantes de armas, pero elaboró un recuento muy interesante de toda la información sobre el caso.
El periodista recordó que los Tigres tienen bases en el estado indio de Tamil Nadu, y consideró inconcebible que el líder de esta guerrilla, Velupillai Prabhakaran, se atrevería a poner en riesgo esa ventaja sin que hubiera una esperanza de obtener algo a cambio.
Después del asesinato, los Tigres fueron expulsados de Tamil Nadu, donde el partido DMK, que mantiene nexos con este grupo guerrillero srilankés, experimentó una espectacular derrota en las urnas.
Uno de los logros de Sharma es la reconstrucción minuciosa de hechos como la huida de Tamil Nadu del planificador del asesinato, Sivarasan, escondido dentro de un camión cisterna.
Los investigadores estuvieron cerca de develar el misterio cuando descubrieron a Sivarasan, a su cómplice Subha y a otros cinco militantes tamiles en la aldea de Konankunte, en el estado de Karnataka.
Pero los comandos que rodeaban la casa perdieron demasiado tiempo mientras esperaban el antídoto contra el veneno que todos los Tigres llevan colgado del cuello. Cuando entraron al lugar descubrieron que se habían suicidado, después de quemar sus archivos.
Karan comentó en su prólogo que el libro parece una novela policíaca, en la cual el autor asume el papel de oficial a cargo de las investigaciones.
El texto, por cierto, también examina algunas de las complejidades de la relación entre India y Sri Lanka, comenzando por el evidente respaldo que le otorgó Rajiv Gandhi, y antes su madre Indira, a la causa tamil, la misma que enarbolan los Tigres.
Pero los Tigres reaccionaron contra la presencia militar de India en Jaffna tras un acuerdo de seguridad con el gobierno de Sri Lanka. Se especula que el asesinato pudo estar relacionado con las secuelas de este hecho.
Y luego figura una de las tesis más misteriosas, la que vincula este crimen en India con el asesinato del primer ministro de Suecia, Olaf Palme. Los dos influían sobre países involucrados en un turbio negocio, la compra de armas por parte de India a la empresa sueca Bofors.
Se dice que Gandhi estaba dispuesto a denunciar el pago de sobornos en esa transacción, una maniobra que hubiera mejorado su imagen, pero no la de otras personas involucradas en el negocio. (FIN/IPS/tra-en/rdr/an/lc-mj/ip/98