RUANDA: Libro denuncia continuación del genocido en el noroeste

La organización defensora de los derechos humanos Africa Rights publicó hoy un libro que denuncia la continuación del genocidio de 1994 en el noroeste de Ruanda, aunque a menor escala.

El libro de Africa Rights, con sede en Londres, se titula "Ruanda: La insurgencia en el noroeste", y sostiene que desde hace más de un año los miembros de las comunidades ruandesas en la región fronteriza con República Democrática de Congo (RDC) son víctimas de los insurgentes.

La publicación enumera varias atrocidades, entre ellas el asesinato de 17 estudiantes y una religiosa belga en Satinsyi, en octubre de 1997, y de 26 personas asesinadas en un ataque a la oficina comunal de Buling, Gitarama, en abril.

"La matanza continúa, no en la escala o la velocidad del genocidio de 100 días de 1994, pero con regularidad", escribió Rakiya Omaar, de African Rights.

Más de un millón de tutsis y hutus moderados fueron masacrados por la milicias hutus interahamwe ("los que luchan juntos", en lengua kinyarawanda) en 1994.

"Al igual que en el genocidio, la violencia no es al azar, ni étnica, sino que está políticamente motivada. Los insurgentes ahora pelean una guerra que los militares y dirigentes políticos del anterior gobierno de Ruanda comenzaron a preparar antes de ser desplazados del poder en julio de 1994", dijo Omaar.

A partir de la repatriación masiva de refugiados desde RDC en noviembre de 1996, la seguridad en el noroeste ha sido frágil, con ataques regulares. En mayo de 1997, misiones de infiltración e incidentes aislados se desarrollaron en un operativo militar de gran escala.

Entre 30.000 y 40.000 insurgentes ingresaron en el noroeste, y alrededor de 5.000 permanecen en RDC en bases cerca de masisi, en Kivu Norte, sostiene el libro.

"De inmediato comenzaron a atacar a sobrevivientes tutsis, en un esfuerzo por completar el genocidio y eliminar a testigos preparados para brindar testimonio contra los genocidas", agrega.

Los dirigentes de los insurgentes son soldados de las Fuerzas Armadas Ruandesas (FAR) del régimen anterior que también tuvieron posiciones importantes en la estructura militar instalada en campos de refugiados en RDC.

Obtienen armas, asistencia financiera, política y diplomática de dirigentes del anterior gobierno, ahora en el exilio. Pertenecen al Ejército de Liberación de Ruanda (ALIR), y su ala política es conocida como el Pueblo Armado para la Liberación de Ruanda (PALIR).

Sus filas están integradas por muchos soldados de FAR, milicias interahamwe, ex refugiados que recibieron entrenamiento en campos en RDC y nuevos reclutas de la población local.

El libro de 263 páginas presenta los resultados de más de un año de investigaciones sobre la naturaleza y orígenes del conflicto.

La investigación incluye entrevistas con ex insurgentes militares y civiles, sobrevivientes de la violencia, residentes atrapados en el conflicto, autoridades locales y, miembros de RPA, actual ejército ruandés.

La insurgencia se cobró miles de vidas, y está destruyendo la sociedad y la economía del noroeste.

Theophile Munyandekwe, ex insurgente ahora integrado a RPA, experimentó el conflicto desde todos los ángulos. "Cuando dos elefantes luchan, muere el pasto. Los infiltrados están preparados para morir si es necesario, y el ejército se propone ganar. La población sufre".

Africa Rights también acusó a soldados de RPA de cometer atrocidades contra la población civil en la región afectada.

Por ejemplo, dijo, en abril, los soldados del batallón 21 mataron a 134 personas en Ntarama. Evariste Munyaneza, de 16 años, perdió a cuatro familiares. El ejército perseguía a insurgentes en el área.

"Me asusté cuando vi a los soldados disparar contra un agricultor. Me escondí en la ducha de un vecino, y se me sumaron algunas mujeres. Los soldados tiraron la puerta abajo para buscar a los fugitivos", relató.

"Nos descubrieron y ordenaron que saliéramos. Yo escapé corriendo y volví a casa después para ver qué había pasado con mi familia. Mi padre, Casimir Maganyua, había muerto a causa de una bala en la cabeza. Mi abuela, Josephine Nyirambazande, y sus nietos, Macanire y Nikuze, ambos de cinco años, estaban muertos", recordó.

Los soldados que cometieron el delito fueron luego sentenciados a muerte por un pelotón.

Para detener la guerra, Africa Rights llamó a los combatientes de Ruanda a recurrir a las negociaciones. "Será necesario que haya iniciativas políticas sostenidas para encarar problemas inmediatos y las causas políticas subyacentes del conflito". (FIN/IPS/tra-en/mn/lp/hd ip/98

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