R.D.CONGO: La guerra dejó a Kinshasa en estado desesperante

Las familias que no han perdido algún miembro son tan raras en la capital de la República Democrática de Congo (RDC, ex Zaire) como los productos básicos tras el ataque de fuerzas del gobierno a los vecindarios infiltrados por rebeldes.

Los habitantes de Kinshasa comenzaron a volver a sus hogares esta semana, pero sólo encontraron calles llenas de cadáveres, falta de agua, electricidad y alimentos.

"Lo que ocurrió fue terrible", dijo el lunes el maestro Norbert Saka Saka, un día después de ir a buscar a su padre desaparecido cerca del barrio de Kingasani.

Kingasani es un "campo de batalla", aseguró. "Las calles están llenas de cadáveres, algunos de ellos hinchados, otros en estado de putrefacción. Otros murieron al recibir el 'collar' y luego los perros callejeros comieron sus restos".

El "collar" se denomina a la práctica de colocar un neumático alrededor del cuello de la víctima para luego prenderle fuego.

Como Norbert, cientos de miles de personas huyeron de los vecindarios de Kingasani, Masina, Mikonda y Mikoga, próximos al aeropuerto de Ndjili, mientras el ejército los atacaba en su ofensiva contra los rebeldes ocultos. Kinshasa tiene seis millones de habitantes.

Los insurgentes, ex aliados del presidente Laurent Kabila que le ayudaron a tomar el poder en mayo de 1997, llegaron a Kinshasa tres semanas después de rebelarse en las zonas orientales y occidentales de RDC.

El alzamiento comenzó el 2 de agosto, cuando soldados banyamulenges (tutsis congoleños) protestaron por la marginación que padecen en el ejército los oficiales tutsis.

La rebelión se inició después de que Kabila decidió alejar de la RDC a las fuerzas ruandesas que le ayudaron a derrocar al dictador Mobutu Sese Seko, quien luego falleció en el exilio.

Desde entonces, el motín se convirtió en un conflicto regional, ya que soldados de Zimbabwe, Angola y Namibia apoyan a Kabila, mientras Uganda y Ruanda respaldan a los insurgentes.

Los últimos informes indican que el ejército congoleño y sus aliados están recuperando posiciones que fueron capturadas por los rebeldes.

Las fuerzas angoleñas recapturaron el puerto sudoccidental de Matadi luego de expulsar a los rebeldes, pero los insurgentes sabotearon la represa de Inga, la principal fuente de electricidad de Kinshasa y gran parte del resto del país.

Los insurgentes también fueron expulsados de Kinshasa y la parte occidental del territorio nacional.

Kinshasa sigue bajo el régimen de toque de queda nocturno. Tras los combates de la semana pasada, las fuerzas del gobierno habrían avanzado hacia el sudeste, con la meta de recuperar las provincias de Kivu y Katanga, donde la insurgencia consolidó su posición.

Aunque los combates cesaron en Kinshasa, las condiciones de vida de los habitantes son desastrosas. Tiendas, almacenes, bancos y servicios públicos permanecieron cerrados durante días y cuando algunos reabrieron el lunes, los clientes descubrieron que los precios, en algunos casos, se multiplicaron por cuatro.

Casi no se encuentra pan y el precio de las pocas "baguettes" en el mercado subió de 0,20 a 0,50 francos congoleños. El franco se cambia a 0,7 dólares.

Los insurgentes cortaron el acceso de la capital a las ciudades de Bandundu, al este, y Bas-Congo, al sudeste, que son las principales fuentes de mandioca, la base alimenticia de la mayor parte de los 49 millones de congoleños.

Los conductores forman filas interminables junto a las estaciones de combustible vacías, mientras en el mercado negro el litro de gasolina pasó de 5,6 a 14 dólares.

El propio franco se convirtió en víctima del conflicto. Tuvo varias semanas de estabilidad al reemplazar el 30 de junio al nuevo zaire como la moneda nacional, pero ahora los cambistas extranjeros exigen dos francos por dólar, en lugar del 1,40 oficial.

La situación se agravó por la falta de agua y electricidad. Los ricos compran agua mineral en los dos supermercados que quedaron abiertos en el centro de Kinshasa, pero los pobres dependen de la Cruz Roja, que distribuye agua en los barrios pobres.

La radio y la televisión estatales siguen transmitiendo todo el día propaganda contra los tutsis y recuerdan a la población que la guerra será larga.

"Eso podría significar que la población padecerá aun más. Sería pedir demasiado porque la gente ya está viviendo al día", dijo Hubert Willemene, un residente de Kinshasa.

Algunas organizaciones de ayuda advirtieron que la capital se encuentra al borde de la catástrofe humanitaria debido a la escasez del agua.

A la empresa estatal del agua sólo le quedan productos químicos para purificar el agua para 20 días, advirtió un integrante de un comité de crisis que comprende agencias humanitarias y embajadas de Kinshasa.

Pero las cosas quizá mejoren ahora que el principal puerto del país se encuentra de nuevo en control del gobierno. Los productos para purificar el agua que fueron adquiridos en el exterior pero se encontraban bloqueados en Matadi podrán enviarse a Kinshasa.

Lo mismo se puede decir de la comida, los medicamentos y la gasolina. El ducto que transporta el petróleo hacia Kinshasa pasa junto a la ruta entre Matadi y Kinshasa.

La situación sanitaria en Kinshasa también es preocupante. Los hospitales trabajan a la mínima capacidad ya que carecen de medicamentos y equipos. El comité de crisis intenta impedir que se desaten epidemias en la ciudad porque podrían causar miles de muertos.

"Antes de la guerra, varias enfermedades ya habían afectado a Kinshasa y las estructuras de salud de la ciudad no las pudieron controlar. Imagínese una epidemia de cólera en esta ciudad de seis millones de personas, sin un hospital equipado para tratar a los pacientes", dijo Isabelle Lecoq, del comité de crisis. (FIN/IPS/tra-en/ckm/sa/nrn/kb/aq/ip-he/98

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