PACIFICO SUR: Crisis asiática golpea a industria maderera

La crisis financiera que se desató en Asia con consecuencias en todo el mundo causa estragos en Papúa-Nueva Guinea e Islas Salomón, en el Pacífico Sur, al reducir de forma drástica la exportación de madera, sector clave de esas economías.

La disminución de la actividad de la industria forestal favorece al ambiente en estos países, pues redujo el talado de árboles, pero este beneficio para los bosques tiene un alto precio para las exportaciones de madera en estas frágiles economías.

El volumen de madera exportado por Papúa-Nueva Guinea cayó de 275.000 a 108.000 metros cúbicos entre enero de 1997 y junio de este año, informó la Asociación de la Industria Maderera de esa isla (FIA).

Esto resultó en el despido de 5.000 trabajadores y en pérdidas de 4,7 millones de dólares por semana, según esa organización.

Las vecinas Islas Salomón, cuya economía gira en torno a las exportaciones de madera a Asia, también tambalean debido a la reducción de esas ventas.

Sus exportaciones forestales cayeron más de 60 por ciento este año, y el ingreso de la industria se redujo a menos de 25 millones de dólares, frente a 67 millones el año pasado.

En este país, la mitad del ingreso y de la recaudación impositiva nacional procede de la explotación de los bosques.

La industria maderera en el Pacífico Sur está dominada por empresas malayas, indonesias y sudcoreanas que cesaron sus actividades cuando se depreciaron las monedas en sus países de origen.

Los principaless mercados de Papúa-Nueva Guinea y las Islas Salomón eran la industria de la vivienda de Corea y Japón, dos grandes víctimas de la crisis asiática, que redujeron drásticamente sus compras de madera en el Pacífico Sur.

El precio promedio de la madera bajó de 100 dólares por metro cúbico en 1997, a 65 dólares en la actualidad.

Corea del Sur, que el año pasado le compró madera a Papúa-Nueva Guinea por 59 millones de dólares, casi ha dejado de adquirirla. Lo mismo hizo Filipinas, otro mercado importante.

Portavoces del sector forestal de este país advirtieron graves problemas económicos causados por esta caída de la industria, pues unas 250.000 personas dependen de este sector para su supervivencia.

La población total de Papúa-Nueva Guinea es 4,5 millones.

Al detenerse las operaciones de las compañías del sector, se suspendieron los servicios de comunicación, transporte y salud que eran financiados por la industria, afirmaron los representantes de la industria.

La Asociación de la Industria Maderera (FIA) y la de Propietarios de Recursos Forestales, que representa a los dueños de tierras, urgieron al gobierno a reducir los impuestos a la exportación de maderas.

El ministro de Forestación, Fabian Pok, prometió hacerlo en julio, y presentó una propuesta al respecto en el gabinete.

Pero el Banco Mundial se opone firmemente a la medida. Este organismo acordó con el gobierno fijar el impuesto a la exportación de madera en 30 por ciento, y advirtió ahora que no prestará más asistencia financiera al país hasta que mejore la gestión económica.

El Banco Mundial estaría contra las concesiones a la industria maderera, entendiendo que atentan contra los objetivos de reducir la dependencia de ese sector.

Para algunos analistas económicos, como el doctor Brunton, Papúa-Nueva Guinea no es tan dependiente del sector forestal como el gobierno lo dice: "Los principales ingresos de la economía vienen del petróleo, el gas y los minerales".

Brunton dijo que las informaciones sobre la pérdida de servicios de salud y transporte en las zonas rurales son "propaganda de las madereras".

"Si se compara la industria forestal con la petrolera o minera, en cuanto a infraestructura, el aporte de las madereras es muy inferior al de las compañías de los otros sectores, que además están aquí para quedarse en el largo plazo", dijo.

Pero más allá de las ventajas de una u otra industria, la realidad es que el gobierno de Papúa-Nueva Guinea está prácticamente arruinado económicamente.

Un equipo de evaluación del Banco Mundial visitará el país el mes próximo, antes de que la instituciómn decida si otorgará más fondos.

Islas Salomón, mientras tanto, lucha por llevar adelante un programa de ajuste estructural del Fondo Monetario Internacional (FMI) que adoptó este año para lidiar con los efectos de la crisis asiática.

Ese plan exige estimular las exportaciones en general, recortar las de madera a niveles sustentables en el largo plazo, y reducir la demanda doméstica.

Entre 1993 y 1997, el precio de la madera de estas islas aumentó notablemente tras el cierre de las operaciones forestales en Sabah y Sarawak, en Malasia.

En medio de ese auge económico, el gobierno rápidamente aumentó el gasto público, y se registró una expansión insostenible del consumo público y privado. Esto forzó a Islas Salomón a solicitar ayuda al FMI.

Observadores económicos del Pacífico Sur creen que estos dos países seguirán sufriendo los impactos de la crisis asiática, aunque la coyuntura actual no es la única causa de sus problemas.

El Banco Asiático de Desarrollo dijo que el impacto adverso de la recesión se reflejará en una reducción de 15 a 25 por ciento del producto interno bruto de las Islas Solomón y de 2,6 a 4,8 por ciento de Papúa-Nueva Guinea. (FIN/IPS/tra-en/ks/di/if/98

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