Para fines de este año, el empresario palestino Marwan Sinokrot planea transportar turistas por teleférico sobre las ruinas de esta antigua localidad hacia un monasterio griego del siglo XVIII esculpido en las montañas cercanas.
El proyecto incluye un hotel, un restaurante y una tienda de souvenirs, cuesta 10 millones de dólares y recuerda que algunos palestinos invierten en el futuro pese al prolongado estancamiento del proceso de paz con Israel.
El primer casino se inaugurará la semana próxima con la presencia de la famosa modelo Claudia Schiffer, y el próximo año se construirá en el terreno circundante una cancha de golf.
Pero el flujo de fondos privados que llegan a las zonas de autogobierno palestino todavía es escaso, señaló Sinokrot, vástago de una de las más ricas familias palestinas de comerciantes.
"No he notado grandes inversiones", dijo desde una confortable oficina próxima a la torre del teleférico. "Tenemos el casino, pero eso es todo. Debería haber una inversión 100 veces mayor a esto", opinó el empresario.
Hace cinco años, el 13 de septiembre de 1993, palestinos e israelíes se regocijaban mientras sus líderes firmaban en Washington los acuerdos preliminares de paz negociados secretamente en Oslo, Noruega.
Supuestamente, el tratado marcaba el comienzo del camino hacia la paz y la prosperidad, pero cinco años después, ambos pueblos se debaten entre la esperanza y la desesperación.
Inversores como Sinokrot colocan dinero en proyectos de construcción porque apuestan a las ganancias a largo plazo, aunque las negociaciones entre palestinos e israelíes están estancadas desde hace varios meses.
Las expectativas se volvieron a reducir esta semana tras la llegada el miércoles del enviado especial de Estados Unidos, Dennis Ross, quien se proponía acercar a ambas partes a un acuerdo sobre el demorado retiro de tropas israelíes de Cisjordania.
Tras una conversación de 45 minutos el jueves con el primer ministro de Israel, Binyamin Netanyahu, Ross se limitó a decir que "fue útil". El día anterior, se refirió a una charla de tres horas con el presidente palestino Yasser Arafat como "una discusión productiva".
Sin embargo, no hay señales de que Ross, quien no visitaba la región desde mayo, haya logrado que ambos mandatarios se acerquen a un acuerdo sobre una iniciativa de Washington que propone la entrega por Israel de un 13 por ciento adicional de territorio cisjordano a los palestinos.
La Autoridad Nacional Palestina (ANP) aceptó la propuesta estadounidense hace meses, pero Netanyahu sólo ofreció un retiro de 10 por ciento y la designación del tres por ciento restante como una "reserva natural" que Israel podría patrullar y en la que los palestinos no podrían construir. La ANP rechazó la oferta.
Otros puntos conflictivos incluyen la demanda israelí de extraditar a los palestinos sospechosos de asesinar a israelíes y de modificar los párrafos de la Carta Palestina que exhortan a la lucha para "liberar Palestina", interpretados por Israel como un llamado a su destrucción.
Por otra parte, la ANP pretende que Israel permita la apertura del aeropuerto de Gaza y libere a prisioneros palestinos.
Algunos analistas se preguntan si la fórmula "paso a paso" y las ambigüedades deliberadas de los acuerdos de paz constituyeron una estrategia adecuada.
"El acuerdo se basó en la razonable premisa de que un cambio tan importante (…) requiere un proceso de construcción de confianza mutua, pero el razonamiento resultó equivocado", comentó Yaron Ezrahi, analista político de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
El propósito del lento ritmo de progreso consistía en inspirar confianza y en que ambas partes se acostumbraran a trabajar juntas, pero por el contrario generó desconfianza, ya que los acuerdos no colmaron las expectativas.
Actualmente, los palestinos tienen fuerza de policía, parlamento y pasaportes propios. Además, establecieron una bolsa de valores, construyeron un aeropuerto y abrieron bancos.
No obstante, la mayoría se queja de que el acuerdo les dejó menos tierras de las que pensaban obtener. Cerca de 80 por ciento de Gaza y tres por ciento de Cisjordania están bajo su control, mientras el resto es jurisdicción conjunta o exclusiva de Israel.
"La vida es mejor porque no hay combates, no hay tiros", manifestó Omar Joqbas, un palestino de 18 años residente en el campamento de refugiados Ein Sultan, de Jericó, que trabaja en el proyecto del teleférico de Sinokrot.
"Pero la paz no es tan buena. Los israelíes nos encierran en Cisjordania y no nos dejan ir a Jerusalén. Sólo nos dan un poco de tierra", lamentó Joqbas.
Para los israelíes, los acuerdos de paz movilizaron a sus soldados fuera de ciudades palestinas que ya no querían controlar, pero también causaron derramamiento de sangre. Desde la firma, decenas de israelíes murieron en atentados suicidas perpetrados por radicales palestinos.
"Esto no es lo que esperábamos; hay una especie de terror que hace sentir a los israelíes en situación de guerra", dijo Ezrahi.
Netanyahu ridiculizó los acuerdos de Oslo la semana pasada calificándolos como "una fotografía de un césped arreglado para la ocasión" que no logró conducir a la paz.
Sin embargo, la mayoría de los israelíes y palestinos continúan apoyando los acuerdos, pese a sus quejas y recelos, y creen además que conducirán finalmente a la creación de un estado palestino, lo quiera o no el gobierno de Netanyahu.
Una encuesta de opinión publicada el jueves por el Centro de Medios y Comunicación de Jerusalén, un gabinete de estrategia palestino, reveló que más de 60 por ciento de los palestinos respaldan los acuerdos de paz, aunque los cuestionan duramente.
Entre los israelíes, las encuestas revelan invariablemente que 70 por ciento del público apoya la continuación de las negociaciones. (FIN/IPS/tra-en/dho/rj/ml/ip/98