La crisis económica asiática causó una reducción de la contaminación del ambiente de Indonesia, en medio de cierres de fábricas, despidos y caída de la producción.
Los residentes de la aldea de Lagadar lucharon sin éxito durante un decenio contra las explosiones con dinamita en los cerros vecinos a cargo de una compañía extractora de piedra y arena.
Hoy, finalmente, la crisis económica silenció las detonaciones. La compañía, que tenía apoyo del gobierno y el ejército, se declaró en bancarrota.
De igual forma, una fábrica textil ubicada en esos cerros, criticada por arrojar desperdicios al río, se vio obligada a cerrar hace tres meses.
La crisis económica, que atacó a un país cuyo producto interno bruto venía creciendo ocho por ciento al año, frenó muchos proyectos cuestionados por sus daños al ambiente y a la salud humana.
Uno de los sectores más contaminantes es la industria textil, que tuvo un crecimiento explosivo en los últimos años, exporta 75 por ciento de su producción y es el mayor generador de puestos de trabajo.
Las fábricas textiles contaminan los ríos sobre los que arrojan sus desechos, en contravención de las normas en materia ambiental, según activistas.
Pero de las 822 empresas grandes y medianas que, según cifras oficiales, cerraron en 1997 y 1998, 22 por ciento pertenecen a este sector, lo cual redujo la contaminación.
Mientras se espera una caída del producto interno bruto de más de 10 por ciento este año, la crisis ya detuvo muchos proyectos y planes de expansión.
El colapso de la rupia hace casi prohibitiva la importación de fertilizantes y pesticidas químicos. Así los agricultores reducen su uso y recurren a métodos tradicionales menos dañinos.
"El uso excesivo de pesticidas redujo mucho la capacidad natural de cultivo del suelo", observó Bambang Sudiarto, experto en agricultura de la Universidad de Padjadjaran, en Bandung.
Junto con la sequía del año pasado, el abuso de los pesticidas fue un factor clave en la caída de la producción agrícola, en especial del arroz, en los últimos tres años, agregó.
La crisis también ayudó a disminuir la deforestación, debido a una menor demanda de maderas tropicales por parte de los mercados asiáticos ricos, en especial Japón.
"La crisis económica enlenteció la explotación forestal. Las compañías de ese sector están cerrando", dijo el activista ambiental suizo Bruno Manser.
En los años 70 hubo deforestación a gran escala en la zona de Kalimatán, en Irian Jaya, y en el estado de Sarawak, en Malasia, informó.
También se suspendió un polémico proyecto agrícola de grandes dimensiones impulsado por el gobierno de Alí Suharto, quien renunció en mayo, consistente en destinar un millón de hectáreas de la zona central de Kalimatán para cultivos.
El proyecto, que según el gobierno procuraba asegurar la existencia de una reserva alimenticia, iba a destinar 638.000 hectáreas a plantaciones de arroz y 362.000 hectáreas a la horticultura, áreas de conservación, viviendas y represas.
Los ambientalistas se manifiestan satisfechos por la cancelación del proyecto, pero advirtieron que ya se destruyeron miles de hectáreas de bosques.
Esa iniciativa supuso la expropiación de al menos 60 por ciento de la tierra de las poblaciones indígenas locales, lo cual les privó de sus medios para ganarse la vida y aprovechar de forma sustentable sus ríos y bosques.
Un estudio del Foro Indonesio para el Ambiente, realizado entre junio de 1997 y julio de 1998 en las aldeas afectadas, determinó que 1.200 estanques de pesca, construidos de manera tradicional, ya no funcionaban. Otros 487 estanques habían sido destruidos por el proyecto.
Hasta ahora se gastaron 188,7 millones de dólares en ese emprendimiento, de los cuales 50 millones procedieron de fondos de reforestación.
Un equipo independiente que evaluó el proyecto por encargo del gobierno recomendó su suspensión, pues "el área no es apta para el cultivo de alimentos, y el proyecto amenaza el ambiente". (FIN/IPS/tra-en/ky/di-mj/en if/98