Los programas contra la crisis económica de Asia, muchos de ellos ideados por el FMI, deben proteger a la población y no sólo apuntar a la estabilización de mercados y monedas, advirtió hoy la directora de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La directora general Gro Harlem Brundtland explicó que los intentos de recuperación suelen concentrarse demasiado en la macroeconomía y en los mercados financieros y no lo suficiente en los "problemas sociales y económicos que influyen en el nivel de vida de la población".
"Existe el peligro de que la salud caiga por una pendiente resbaladiza y se pierdan logros de las últimas décadas", dijo Brundtland a IPS.
A la larga, esta situación perjudicará no sólo a los sectores sociales, sino la capacidad de la economía en general, declaró la directora general, que participó hasta este martes en Manila en una reunión regional de la OMS en el área del Pacífico occidental.
"Debemos señalar al FMI" (Fondo Monetario Internacional) que es crucial mantener la salud y la educación al margen de los recortes de gastos aplicados en países como Corea del Sur, Indonesia y Tailandia, explicó Brundtland, ex primera ministra de Noruega.
Este es un mensaje que organizaciones como la OMS deben discutir con el FMI, agregó.
La OMS dialoga con el Banco Asiático de Desarrollo, con sede en Manila, "para intentar salvaguardar la salud pública" de las economías en crisis, informó Brundtland,
La situación con el FMI "es distinta", porque ese organismo multilateral "no mantiene relación de cooperación con la OMS. El FMI es más renuente a un diálogo general sobre desarrollo. Es un problema que se debe encarar y que debemos discutir" con la institución financiera, declaró.
"Si se reduce en Asia oriental el acceso a los servicios básicos y fundamentales, pueden retroceder las estadísticas de la salud, lo que significaría que habría más enfermos y más niños con discapacidad", advirtió Brundtland.
"Sin una buena atención médica primaria, sobre todo para las embarazadas y los niños, habrá retroceso, y eso debe evitarse a toda costa", agregó la funcionaria.
Las mujeres, los niños y los marginados económicamente soportan en Asia sudoriental las peores consecuencias de la crisis estallada en julio de 1997.
A medida que las economías se contraen y el desempleo se dispara, los ingresos personales se reducen, al punto que muchas familias no pueden enviar a sus hijos a la escuela o la universidad, ni comprar medicinas básicas, encarecidas por la devaluación.
La oficina de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Indonesia cree probable que dos de cada tres indonesios vivan en la pobreza en 1999. En 1996, la pobreza afectaba a 11 por ciento de la población indonesia, frente a 70 por ciento 30 años antes.
La desnutrición aumenta en Indonesia debido a las dificultades de la población para comprar arroz, vegetales y otros alimentos básicos. Algunos médicos temen que la mortalidad infantil, reducida en dos tercios en los últimos 25 años, se eleve 30 por ciento.
Las embarazadas tienen dificultades para pagar la atención médica, y las enfermedades infantiles podrían resurgir, ya que su alto precio torna prohibitivas las vacunas para los ciudadanos comunes.
En Corea del Sur, el gobierno tuvo que ayudar a alimentar a niños cuyas familias no podían hacerlo, y cada vez más niños tailandeses deben trabajar para sobrevivir.
En definitiva, la crisis asiática reduce e incluso anula logros en la lucha contra la pobreza y en materia de salud maternal e infantil alcanzados en las décadas de florecimiento económico de la región.
Además de hacer ver a instituciones multilaterales como el FMI la necesidad de continuar la inversión en salud y educación aún en tiempos difíciles, los gobiernos deben revisar sus prioridades presupuestales, puntualizó Brundtland.
"Quizá se destina demasiado dinero a la defensa. Supongo que se pueden extraer recursos del área militar, para asignarlos a la salud y la educación", señaló.
Todos concuerdan en que la población debe ser protegida lo más posible de los dolores de la austeridad, pero los gobiernos asiáticos se encuentran en un aprieto. Deben asistir a un número creciente de pobres, contener la disconformidad social y recuperar la confianza internacional.
En muchos casos, esos emprobrecidos países no tienen otra opción que depender de los planes de rescate de las instituciones financieras multilaterales, que exigen severas medidas de austeridad para cumplir metas macroeconómicas.
¿Cómo pueden hacer los gobiernos para insistir en la creación de redes de seguridad para los pobres? "Es una pregunta muy difícil, un acto de equilibrio muy complicado, y no creo que haya respuestas claras y sencillas", finalizó Brundtland. (FIN/IPS/tra-en/js/ral/aq-ff/he dv/98