/REPETICION/ (Arte y Cultura) ESTADOS UNIDOS: Creatividad literaria tras las rejas

Una antología de trabajos literarios que irrumpió en las librerías de Estados Unidos probó una vez más la importancia de las obras escritas en prisión, en particular en un país donde más de un millón de personas están encarceladas.

El profesor Bruce Franklin, de la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey, fue el editor de esta antología, titulada "Prison Writing in 20th-Century America" (Escritos Carcelarios del Siglo XX en Estados Unidos), de la editorial Penguin Books.

El libro contiene una avalancha de literatura que va desde las memorias de Jack London a los ensayos de Mumia Abu Jamal. En la introducción, Franklin advierte que uno de los logros más importantes de la cultura estadounidense de este siglo "es la literatura producida en las prisiones".

Pero si bien este logro de producción literaria es importante, su origen no siempre es motivo de regocijo. Una de las causas para que se escriba tanto en prisión, según Franklin, es que Estados Unidos encarcela demasiada gente acusada de un amplio espectro de delitos.

El compilador destacó que entre 1992 y 1993 fueron a prisión 519 de cada 100.000 ciudadanos, muy por encima de los 368 registrados por Sudáfrica, y ni hablar de comparaciones con Europa. Los negros se llevan la peor parte, pues uno de cada 25 fue colocado tras las rejas.

Los escritores incluidos en la antología demuestran que la literatura es posible, aún con los escasos medios disponibles en la cárcel.

El primer relato corresponde a un esclavo "liberto" que describe cómo un ex propietario de plantaciones decidió declarar a todos los negros de la zona como delincuentes, con el fin de que nuevamente pudieran proveer mano de obra gratuita a quienes habían sido sus "amos".

En otros casos, queda en evidencia lo fácil que resulta ir a dar a la cárcel. El famoso escritor Jack London cuenta cómo terminó en prisión cuando fue acusado de "vagancia" al arribar a Niagara Falls. "Estaban buscando un gusano para el desayuno, y yo era el gusano", relató.

Agnes Smedley, una defensora de los derechos de la mujer, fue detenida por repartir panfletos sobre control de la natalidad, lo cual en su época era un delito.

En la cárcel se quejó sobre lo duro de limpiar las paredes del recinto, ante lo cual una reclusa replicó que "no es tan duro como limpiar las leyes hechas por los hombres en este país".

Varios escritores de importancia pasaron por las cárceles. Nelson Algren, conocido como "el poeta de las prisiones y los burdeles" escribió tras las rejas su cuento "El Presidente de México", mientras cumplía condena por haber robado una máquina de escribir.

Robert Lowell, un poeta convicto por eludir el servicio militar, recordó que en una oportunidad le comentó a un famoso mafioso que le preguntó por el delito que había cometido: "Me arrestaron por rehusarme a matar".

Uno de los aspectos destacables de esta colección de trabajos es la manera de retratar la evolución del sistema carcelario de Estados Unidos hasta la cámara de horrores que es en la actualidad y la resistencia de los reclusos condenados.

Smedley retrató un mundo habitado por mujeres fuertes procedentes de todos los sectores, unidas para enfrentar las escuálidas condiciones de la prisión y la brutalidad de los guardias.

Malcolm X, quien atribuye a su encarcelamiento el haberse educado y convertido al Islam, recordó el esfuerzo nocturno por transcribir a mano todo el diccionario con el fin de construir su vocabulario, incluso desafiando las estrictas órdenes de ir a dormir.

Uno de los relatos más conmovedores sobre la supervivencia en prisión fue escrito por George Jackson, el preso de Soledad cuyo asesinato en 1971 fue uno de los detonantes de las divisiones políticas de esa década.

En la cárcel, escribió, se producen dos tipos de hombres: los revolucionarios y los reclusos con el espíritu aplastado.

"Los hombres destruidos están dan deteriorados que nunca más podrán integrarse a una unidad de la sociedad", dijo. Todo lo bueno que tenían, "lo habrán perdido al momento de irse".

"A mí nunca podrán incluirme entre los hombres destruidos, pero tampoco puede decirse que yo sea una persona normal", agregó Jackson.

El trabajo de Franklin logra reflejar la influencia de la prisión en varios géneros literarios e ideas políticas. Prestigiosos líderes y autores han sido encarcelados, y casi siempre su energía tenía el mismo propósito: evitar que el poder de la cárcel fuera capaz de aplastar sus espíritus.

Por cierto que no se trata de un libro fácil de leer. Pero sin duda muestra la forma en que los escritores reclusos no sólo luchan contra el sistema que los priva de libertad, sino que también cuestionan la condición humana en general.

Y esos textos aparecen justo en una época en la que más y más personas terminan tras las rejas en Estados Unidos. (FIN/IPS/tra-en/fah/mk/lc-ml/cr/98

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