El presidente de Cuba, Fidel Castro, cumplirá 72 años este jueves en medio de denuncias sobre nuevos planes para asesinarlo y cuando realiza una campaña mundial a favor de la llamada "globalización socialista".
Castro, quien parece ignorar los malos augurios, se mantiene en el poder después desde enero de 1959, pese a la ofensiva permanente de Estados Unidos en su contra, la caída del socialismo europeo, la peor crisis económica desde su llegada al poder y las conspiraciones para acabar con su vida.
La última la reveló el domingo 9 el diario The Miami Herald, al informar sobre el abortado plan del cubano exiliado Luis Posada Carriles, para asesinar a Castro durante su visita a República Dominicana, del 20 al 22 de este mes.
Posada Carriles es uno de los autores del atentado contra un avión cubano en 1976 que provocó la muerte de 73 personas y el artífice de 12 atentados con explosivos ocurridos el año pasado en La Habana, en uno de los cuales murió un turista italiano.
"El plan era matarlo (a Castro) de cualquier forma que pudiéramos: explosivos en la carretera, granadas en una reunión, disparos en la calle, lo habríamos estrangulado si hubiera sido necesario", según uno de los implicados en la conspiración citado por The Miami Herald.
Castro visitará este mes República Dominicana, continuando una gira que inició a fines de julio para reinsertar a Cuba en la Cuenca del Caribe.
Nacido en 1926 en Birán, en el oriente cubano, estudió en un colegio de jesuitas, se graduó de abogado, encabezó una guerra de guerrillas en la Sierra Maestra contra el dictador Fulgencio Batista, que llegó al poder en 1952 por medio de un golpe militar, y el 1 de enero de 1959 entró triunfante a La Habana.
En 1994 declaró a Tomas Borge, fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua, que le gustaría que su tarea "la pudieran hacer otros", pero puntualizó que "estará al pie del cañón" mientras sus compañeros lo estimen necesario.
Colaboradores cercanos aseguran que Castro se mantendrá por mucho tiempo en sus funciones de presidente de los Consejos de Estados y de Ministros, primer secretario del Partido Comunista y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Los últimos siete años de su vida están marcados por el fin de la utopía socialista y la necesidad del país de sobrevivir a cualquier precio.
A partir de 1990, los cubanos vieron como se deterioraban sus condiciones de vida, la aparición de desigualdades sociales y la confirmación de errores económicos, pero también fueron testigos de los esfuerzos gubernanmentales por preservar las conquistas de la Revolución.
La crisis acentuó la división en Cuba entre los que quieren a Castro, los que lo justifican porque creen que ignora los grandes errores cometivos y los que lo consideran el gran culpable de todo lo que sucede.
En el último grupo se ubica la disidencia interna, que opera en la ilegalidad, aunque existe el caso de un influyente opositor como Elizardo Sánchez, presidente de la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, que aboga por una transición hacia la democracia con Castro en el poder.
Aunque no hay datos que permitan analizar el apoyo popular a su gobierno, fuentes oficiales aseguran que en las elecciones presidenciales y de órganos provinciales de enero pasado votó el 98,35 por ciento de los electores habilitados.
Sólo se registraron 3,36 boletas en blanco, que se podrían interpretar como una oposición al sistema electoral cubano que excluye la competencia entre partidos.
Hoy, Cuba parece ir saliendo lentamente de la crisis, con un crecimiento de 4,5 por ciento en el primer trimestre de este año, pero sustentado en reformas que no agradan a muchos dirigentes.
Apertura al capital extranjero, incremento de la iniciativa privada, autoempleo como alternativa ante el desempleo, cración de impuestos y economía dual con circulación del dólar estadounidense y del peso cubano, son algunos de los cambios.
A la reactivación económica parece haber aportado también el creciente interés de los inversionistas extranjeros por el mercado cubano, encabezados por Canadá, España, Francia, China Rusia y México, pese a las presiones de Estados Unidos.
La ley Helms-Burton, que endurece el bloqueo estadounidense de casi cuatro décadas contra Cuba, parece haber dado más satisfacciones que disgustos a Castro, que ha sobrevivido a ocho administraciones en la Casa Blanca, al colocar al mundo a favor de la isla en el conflicto con Washington.
Estados Unidos tampoco pudo impedir la victoria de Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que en abril rechazó la condena contra el país caribeño que promueve Washington desde 1991.
En los últimos meses, el gobierno estadounidense reanudó los vuelos comerciales directos desde Miami a Cuba, las remesas familiares, el envío de ayuda humanitaria, flexibilizó la venta de medicamentos y equipos médicos, y permitió que aviones cubanos sobrevolaran su territorio.
No obstante, Washigton se opone a la reinserción de Cuba e incluso presionó a los países caribeños, amenazándolos con suspender la asistencia económica si abrían un espacio a La Habana.
Por este motivo, Castro protagoniza hoy una ofensiva mundial a favor de la "globalización socialista", con la que parece desmentir los rumores sobre sus enfermedades.
En su opinión, el mundo necesita la globalización planteada por los creadores del marxismo: el socialismo, fundado a partir de un gran desarrollo de las fuerzas productivas.
"Lo que pretende Estados Unidos es gobernar al mundo, haciendo su moneda universal, dominando las líneas aéreas y navieras, las cadenas de tiendas y televisión, las telecomunicaciones y el cine", afirmó.
Ante esto, exhortó a los gobernantes latinoamericanos y caribeños a favorecer la integración regional como única forma de sobrevivencia en medio de un proceso de globalización que comparó con la ley de gravedad.
Esta "globalización socialista", como la deuda externa a fines de los 70, parece ser hoy una de las principales preocupaciones de un hombre que se obsesiona con lo que le interesa y no admite la derrota bajo ningún concepto.
El premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, su amigo personal, escribió en 1988: "esté donde esté, como esté y con quien esté, Fidel Castro está allí para ganar".
El propio Castro corroboró estas palabras en 1990, en momentos en que el futuro de Cuba era más incierto que nunca, cuando afirmó: "si un día dicen que me quedo solo defendiendo las ideas del socialismo, yo sigo luchando". (FIN/IPS/da/ag/ip/98