Los vientos negativos de Oriente pueden prolongar en Brasil el estancamiento económico provocado por las turbulencias asiáticas anteriores, haciendo menos fácil la reelección del presidente Fernando Henrique Cardoso.
El gobierno venía desarmando las medidas recesivas que adoptó hace nueve meses para defenderse de la crisis en los tigres asiáticos e impulsando otras para reactivar la economía en vísperas de las elecciones del 4 de octubre.
Con el epicentro de la crisis trasladándose a Japón y Rusia, las bolsas brasileñas registraron pérdidas de 20 por ciento en los doce primeros días de agosto.
La crisis no debe afectar la moneda nacional, que hoy es mucho menos vulnerable a problemas externos, aseguró el director de Asuntos Internacionales del Banco Central, Demósthenes Madureira, quien recordó que el país dispone de reservas de 70.000 millones de dólares.
El riesgo de una fuga de capitales, sin embargo, tiende a impedir osadías, como acelerar la reducción de las tasas de interés. Agrava, al menos, las discrepancias entre el área política y la económica del gobierno.
La primera urge mejores indicadores o perspectivas de empleo y consumo antes de las elecciones.
Las encuestas pronostican una holgada ventaja del presidente Cardoso sobre su principal opositor, el ex líder del sindicato metalúrgico Luis Inacio Lula da Silva.
Pero el oficialismo procura la mayoría absoluta que evitaría una segunda vuelta el 25 de octubre, cuando puede ser más peligrosa la erosión de la popularidad presidencial por el desempleo y otros efectos de la economía estancada.
Más de 100.000 automóviles sin compradores y las líneas de montaje paralizadas, fuerte retracción en el comercio de productos electrónicos y las editoriales quejándose de una caída de 25 por ciento en la venta de libros constituían el panorama al final del primer semestre del año.
En consecuencia, la inflación se mantuvo por debajo de lo previsto y presentó en julio un inusual índice negativo, que en otros tiempos sería motivo de festejo.
En Sao Paulo la deflación fue de 0,77 por ciento, en la medición del Instituto de Investigaciones Económicas de la universidad local.
La previsión es que el índice acumulado en el año no sobrepase 1,5 por ciento, algo inimaginable en los últimos 40 años. Todas las mediciones confirmaron la reducción de los precios.
Pero ese buen indicador viene asociado a otros preocupantes. El desempleo abierto promedio del primer semestre del año, 7,81 por ciento, es el más elevado desde 1983, cuando Brasil viva el período más duro de la crisis de la deuda externa. En diciembre se limitaba a 4,84 por ciento.
La insolvencia alcanzó niveles sin precedentes. El crédito al consumo considerado irrecuperable, con retraso de más de 180 días en el pago, alcanzaba 9,65 por ciento en junio, según Celso Galetti, director de Servloj, firma administradora de contratos.
El alto índice de insolvencia justifica, según los bancos, los intereses que en muchos casos sobrepasan 10 por ciento al mes en sus préstamos a personas físicas.
La Confederación Nacional de la Industria estimó en cero el crecimiento del producto interno bruto del país en el primer semestre. Espera una recuperación de dos por ciento en el segundo semestre, para concluir el año con uno por ciento.
Todo eso resultó del alza de intereses con que el gobierno brasileño reaccionó a los efectos del derrumbe de la bolsa en Hong Kong a fines de octubre. La tasa básica del Banco Central se duplicó a 43,5 por ciento. Un paquete de medidas fiscales adoptado enseguida contribuyó a agravar el cuadro.
La tasa de interés se redujo a 19,75 por ciento y el gobierno anuló el aumento del impuesto industrial sobre vehículos, buscando recuperar las ventas del sector. Además, incrementó el crédito disponible para la agricultura y la construcción, que generan inmedidata y abundante oferta de empleos.
Son disposiciones de impacto electoral, que llevaron Lula a protestar contra el uso de medidas gubernamentales para favorecer al candidato oficialista.
La crisis asiática fue la única dificultad real en la marcha de Cardoso hacia la reelección. Su recrudecimiento puede hacer menos tranquilo el nuevo triunfo electoral. (FIN/IPS/mo/mj/if ip/98