Al menos resultó más fácil atribuir a razones foráneas los tropiezos en el desarrollo de América Latina, atropellado por tormentas financieras desatadas en otros continentes.
El desempleo en Brasil, de 7,9 por ciento en la medición oficial de junio, es consecuencia de la crisis en Asia y no de factores internos, como el plan de estabilización en marcha desde 1994, sostuvo el presidente Fernando Henrique Cardoso.
El índice era de 4,8 por ciento en diciembre y subió porque el país tuvo que elevar sus tasas de interés ante la crisis asiática de octubre pasado, arguyó el mandatario. El crecimiento económico nulo en el primer semestre amplió la desocupación.
Las nuevas turbulencias de este mes, que culminaron en la caída de las bolsas y fuga de unos 2.000 millones de dólares el viernes, no refleja "preocupación de los inversionistas externos con los fundamentos de la economía brasileña, más sólidos hoy", aseguró el ministro de Hacienda, Pedro Malán.
Cardoso destacó que Brasil resistió los efectos de la crisis mexicana de fines de 1994, la de Asia iniciada el año pasado y "está pasando sin daños por la de Rusia y otros países latinoamericanos".
Pero esta sucesión de crisis provoca heridas por todas partes. Interrumpió en muchos países latinoamericanos un crecimiento que prometía borrar los efectos de la "década perdida" del 80. En 1995, Argentina vivió una dura recesión, en las huellas de México.
Este año, Brasil bajó su expectativa de expansión económica a un máximo de 1,5 por ciento, menos de la mitad de la prevista inicialmente y probablemente rebajada por los últimos hechos, que amenazan una esperada recuperación en este segundo semestre.
Venezuela esperaba repetir este año el crecimiento de 5,1 por ciento de 1997. Ahora los vientos helados de Rusia hacen prever una caída de hasta 1,5 por ciento en el producto interno bruto, según analistas económicos locales citados por el diario brasileño Folha de Sao Paulo.
México inició el año con optimismo. Creció 5,4 por ciento el primer semestre, pero con 4,3 por ciento en el segundo trimestre. La crisis asiática obligó al gobierno a recortes presupuestales y ajustes monetarios que elevaron las tasas de interés, apuntando a una desaceleración de las actividades.
La contaminación viene por varias vías, además de las bolsas que se desplomaron generalizadamente en América Latina este mes. El petróleo, con precios deprimidos por la crisis asiática, afectan la balanza de pagos y las finanzas públicas de exportadores como México, Venezuela y Ecuador.
Lo mismo ocurre con el cobre en el caso de Chile, hace poco un ejemplo de crecimiento sostenido y seguridad, ahora incorporado a la comunidad de vulnerables emergentes, con su crecimiento económico contenido por el mercado asiático, que absorbe un tercio de sus exportaciones.
El tablero de la economía globalizada tiene más piezas que el ajedrez. Con su reciente ofensiva inversora en América Latina, España sufre efectos reflejos.
La Bolsa de Madrid sufrió una baja de 5,8 por ciento el viernes, a causa de los grupos españoles, como la Telefónica y los bancos Bilbao Vizcaya y Santander, que adquirieron numerosas empresas latinoamericanas últimamente.
Italia vivió una situación similar, mientras la bolsa de Frankfurt registró una baja inusual de 5,9 por ciento, porque los bancos alemanes son los principales acreedores de Rusia, con 30.000 millones de dólares invertidos en el país.
El gobierno argentino suspendió la venta del 20 por ciento de participación que aún posee en la petrolera YPF, la mayor empresa del país, a la espera que pase la turbulencia para obtener mejores precios.
Muchos analistas consideran que la caída de las bolsas en casi todo el mundo no se debió sólo a la moratoria rusa, sumada a la crisis asiática no resuelta.
El escándalo sexual que amenaza al presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, y el ataque de ese país a supuestos centros terroristas en Afganistán y Sudán se sumaron a los problemas financieros y políticos de Rusia.
Hubo una "coincidencia macabra de factores" en el origen del "viernes negro", según Mailson da Nóbrega, ex ministro de Hacienda brasileño.
Las autoridades latinoamericanas se esfuerzan, en general, en desmentir la vulnerabilidad y afirmar la diferencia de su país, en relación a los demás emergentes, acorralados en el papel de defensores de su moneda.
Ante la fuga de capitales, que ahora prefieren la seguridad de los países ricos sobre mayores ganancias potenciales en América Latina, los gobiernos se ven obligados a elevar las tasas de interés y adoptar otras medidas que desaceleran el crecimiento de la economía, aplazando una vez más los sueños de desarrollo. (FIN/IPS/mo/ag/if/98