Estados Unidos pateó el tablero de Asia central y meridional al disparar 70 misiles Tomahawk contra Afganistán, en un momento especialmente delicado del juego geopolítico que se desarrolla en la región.
Los ataques con misiles contra seis campos de entrenamiento cerca de las ciudades de Khost y Jalalabad mataron al menos a 28 personas y anularon la posibilidad de que Washington reconozca en un futuro próximo al régimen del movimiento fundamentalista islámico Talibán, que controla 90 por ciento de Afganistán.
El bombardeo del jueves 20 también terminó abruptamente con los planes de la petrolera estadounidense Unocal de construir un gasoducto de 1.900 millones de dólares y 1.400 kilómetros de extensión desde los yacimientos de gas de Turkmenistán hasta Pakistán, pasando por Afganistán.
La acción estadounidense provocó una severa ruptura en la alianza de facto existente entre Estados Unidos, Pakistán y Arabia Saudita, forjada luego de la intervención militar soviética de 1979 en Afganistán.
Talibán es esencialmente una creación de Pakistán y Arabia Saudita, y ellos no pueden aceptar ataques estadounidenses contra territorio controlado por el movimiento islámico.
Así mismo, los bombardeos de Estados Unidos fortalecieron al régimen de Talibán al provocar el respaldo del pueblo a Kabul y socavaron el poder de la opositora Alianza del Norte, dirigida por el presidente Borhanuddin Rabbani, reconocido por la comunidad internacional.
Rabbani, en un mensaje difundido "desde algún lugar del norte de Afganistán", declaró su beneplácito por el bombardeo, y agregó que la acción estadounidense no fue suficiente. Las declaraciones no serán bien recibidas por los ciudadanos afganos, sin importar sus inclinaciones políticas.
Los ataques de Estados Unidos también perjudicaron diplomáticamente a Pakistán. El primer ministro Muhammad Nawaz Sharif debió distanciarse de la acción de Washington y de la realidad del "terrorismo" con base en Afganistán.
El canciller paquistaní reafirmó el sábado la oposición de su país al "terrorismo de cualquier forma", pero expresó la ira de Pakistán frente a los bombardeos estadounidenses, "sin importar las excusas que se den".
Los fuertes lazos entre mujaidines paquistaníes y afganos, el grupo antecesor de Talibán, tienen 20 años de antigüedad. Islamabad ayudó al movimiento a aumentar su control en Afganistán para facilitar los contactos comerciales de Pakistán con Asia central.
En los círculos político, militar y de inteligencia de Pakistán existen fuertes grupos de presión a favor de Afganistán, ya que muchos tienen intereses en el lucrativo narcotráfico afgano.
Varios paquistaníes que murieron en los bombardeos se encontraban en Afganistán, aparentemente recibiendo entrenamiento de guerrilla para combatir en la zona de Cachemira administrada por India.
A la vez, Islamabad demostró interés en ayudar a Washington a buscar a los responsables de los atentados contra las embajadas estadounidenses en Nairobi y Dar es Salaam, al menos para alentar a Estados Unidos a limitar las sanciones económicas impuestas tras las pruebas nucleares paquistaníes en mayo.
Talibán se niega a entregar, como lo exige Estados Unidos, a Osama bin Laden, el disidente saudita acusado de orquestar los atentados contra las embajadas estadounidenses en Africa.
No es de sorprender que Sharif pida públicamente al presidente estadounidense Bill Clinton que no lance más ataques contra supuestos campamentos de entrenamiento "terroristas" en Afganistán. El primer ministro exhortó a que se opte por la vía diplomática, implicando que puede interceder ante Talibán.
Sharif no quiere que Estados Unidos viole nuevamente el espacio aéreo paquistaní, como pudo haber ocurrido el jueves, a menos que Islamabad haya dado autorización encubierta a Washington para volar por su territorio.
Testigos oculares afirmaron haber oído ruido de aviones sobrevolando los objetivos antes del ataque con misiles, lo cual sugiere que Estados Unidos reforzó los misiles crucero con aviones bombarderos que volaron sobre Pakistán para alcanzar los blancos.
Esto sólo aumenta la probabilidad de que Pakistán haya sido informado de los ataques con anterioridad a ellos.
Un dato no menos importante es que Pakistán, ahora una potencia nuclear reconocida, está atento a su frontera con India, que tiene sus propios misiles y otras armas nucleares.
La información de Washington a Nawaz Sharif parece por lo tanto una cuestión de prudencia, por si los radares paquistaníes llegasen a una conclusión errónea al detectar decenas de misiles y aviones desconocidos cruzando su espacio aéreo por la noche, con desastrosas consecuencias.
Mientras, en Moscú, la ira pública del presidente Boris Yeltsin ayudó a distraer la atención del caos económico imperante en su país, pero no se espera mucho más del mandatario.
En cuanto a Irán, aunque el gobierno condenó rápidamente los ataques contra Afganistán y Sudán, se encuentra en una encrucijada.
Dos días antes de los bombardeos, el líder religioso supremo de Irán, Ali Jamenei, describió a Talibán como "un grupo inferior e inútil que no entiende el Islam ni la política… inventado por Estados Unidos, el enemigo de Irán, para crear tensiones en nuestra frontera oriental".
Sin embargo, los ataques estadounidenses contra áreas de Afganistán controladas por los talibanes silenciaron las afirmaciones de Teherán sobre un vínculo entre Estados Unidos y Talibán y la forzaron a salir en defensa del grupo fundamentalista islámico.
Como presidente de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI, Irán puede todavía convocar a una reunión de crisis de los cancilleres de los países miembros para discutir sobre los ataques contra dos naciones musulmanas.
Aunque el régimen talibán todavía no ha podido ocupar el asiento de Afganistán en la OCI, el otro país atacado, Sudán, que mantiene estrechos vínculos con Irán, es miembro.
La convocatoria de Teherán a una reunión de la OCI dependerá en gran medida de la opinión de Arabia Saudita, que ha construido vínculos con Irán pero siempre evita actitudes decididamente contrarias a Washington. (FIN/IPS/tra-en/dho/rj/aq-ml/ip/98