Venezuela festeja desde el día 17 los 50 años de artista y los 70 de vida del más universal de sus intérpretes musicales, Simón Díaz, quien con "Caballo viejo" creó la más oída composición de este país desde hace 30 años.
"Retirarse no tiene horario ni fecha en el calendario", explica el cantautor estos días usando la letra de "Caballo viejo", el himno al amor que reverdece escuchado en todo el mundo en voces tan disímiles como las de Placido Domingo, Julio Iglesias o Joan Manuel Serrat.
"Canta 50 y cuenta 70" es el título del recital de cuatro días que se iniciará el viernes 17 en el principal centro de espectáculos del país, el Teatro Teresa Carreño, pocas veces abierto al folclore venezolano, aunque Simón Díaz ya lo colmó hace un año.
Caetano Veloso, Celia Cruz, Ray Coniff, Juan Gabriel y Mercedes Sosa son algunos otros de los que han interpretado sus canciones, entre las que destacan también "Tonada de luna llena", "El becerrito" o "La luna Margarita".
"Lo que me falta por hacer es la película de Caballo viejo", comenta quien es conocido en Venezuela como el "tío Simón", por un clásico programa infantil de televisión con el que ganó los mayores galardones de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Su música se entremezcla con la forma de ser del venezolano y lo han convertido, ayudado por sus maneras afables y pícaras, en un símbolo indiscutido del país, que él matiza puntualizando: "yo represento la venezolanidad, no a Venezuela".
Eso es así porque la población, pese a la creciente urbanización, reconoce aún su esencia en la memoria propia o ancestral del campo.
"Yo me parezco a un venezolano medio, en lo enamorado, en lo machista, en lo apegado a la tierra y en la fervorosa defensa de la educación de los hijos ", dijo Díaz a IPS.
También va a aparecer este mes un antológico y doble disco compacto, en el que Díaz cuenta como surgieron más de 150 composiciones y canta un grupo de ellas a dúo con los intérpretes más representativos de la música urbana que innovó el escenario venezolano en los años 80, folcloristas y figuras de esta década.
"Caballo viejo" no es la canción más querida de Díaz, quien prefiere "el tratado" que tiene construido sobre la tonada de ordeño propia del feraz llano venezolano, que inmortalizó el escritor Rómulo Gallegos en su novela "Doña Barbara".
Pero Díaz tiene su historia atada a esa canción desde 1979, cuando en un contrapunteo verso a verso disputó a un joven la sonrisa de una muchacha en una fiesta en la llanera ciudad de San Fernando, y de la experiencia sacó la obra a la mañana siguiente.
Con el histrionismo tejido de complicidad y sencillez que envuelve todo, Díaz contó como pasó a recitarle a una joven unos versos que más o menos comenzaban: que bonita esa muchacha que está aquí con nosotros/ yo me monto en un potro para así besarla a ella.
Entre el grupo surgió un "medio novio de la joven" que le replicó haciéndole notar que estaba viejo para la muchacha y le dijo al terminar: corazón con tanta fuerza/ corazón sin fuerza alguna/ no pueden nadar parejo/ dos patos en la laguna.
Díaz respondió con la improvisación de versos ahora famosos, la fiesta acabó y "al día siguiente supe que lo que tenía entre manos no era el golpe de que me hubieran llamado viejo, sino la canción de mi vida".
"No me quedó la muchacha, pero me quedó la canción", comenta risueño, al reconocer que es la obra que más ganancias y fama le dio en el exterior, aunque en Venezuela ya era la gran referencia del folclore cuando la compuso a sus 51 años.
"Quererse no tiene horario/ni fecha en el calendario/ cuando las ganas se juntan", canta Díaz desde entonces al amparo del arpa, el cuatro (pequeña guitarra de cuatro cuerdas) y maracas (sonajas), los instrumentos propios del llano de inmensas sabanas inundables bañadas por ríos compartidos por Colombia y Venezuela.
"El potro da tiempo al tiempo/ porque le sobra la edad/ caballo viejo no puede perder la flor que le dan/ porque después de esta vida no hay otra oportunidad", canta Díaz, un hombre de talla mediana, con algunos rasgos indígenas, que suele usar en sus actuaciones sombrero llanero y liqui-liqui, traje típico.
"Caballo viejo' es Lolita, Amor en la tarde, Candilejas, un tema universal que está ahí y pudo componer cualquiera, pero como me tocó a mí, su letra y música son del llano venezolano", comentó Díaz.
El cantautor, el mayor de ocho hermanos de una humilde familia llanera, trabajó en el campo desde los 12 años, en una zona que por siglos se dedicó a la cría de ganado y creó la fiesta del "joropo", con canto agudo y contrapunteo entre trovadores en constante y viril rivalidad.
Ya en Caracas realizó muchos oficios, incluidos los de boxeador y empleado bancario, antes de dedicarse de lleno a la música, en los años 60, cuando supo que su hermano, el cómico Joselo, ganaba cinco veces más que él trabajando en televisión.
Su mayor orgullo es que, gracias a su rescate con tonadas como "El becerrito", la mecanización no logró acabar con la tradición del canto de ordeño, la cadencia suave y lenta que improvisaba el ordeñador llanero para relajar a la vaca y lograr que diera más leche.
En un año electoral, en que la campaña para los comicios presidenciales de diciembre comenzará justamente el día exacto de su aniversario, el 8 de agosto, todas las corrientes lo buscan para que apoye sus candidaturas. Y, como otras veces, no faltan las ofertas, que él, amigo de todos, rechaza siempre.
"Defender la tonada criolla y a la juventud que quiere incursionar en ella es mi misión y no la de político", comenta Días, quien cuando era niño su máximo anhelo era llegar a cantar como Rafa Galindo o Carlos Gardel.
Pero terminó por no parecerse a ninguno e imponer un estilo que para muchos simboliza todo un país. (FIN/IPS/eg/ag/cr/98