MONGOLIA: Mujeres cargan con peso de reformas económicas

Las mujeres de Mongolia padecen más que los hombres las consecuencias de las reformas de mercado adoptadas por el gobierno de este país hace casi una década.

Aunque los salarios eran bajos en el sistema socialista, nadie tenía necesidades insatisfechas, ni siquiera en las zonas más aisladas, porque el Estado proporcionaba los elementos básicos como atención sanitaria, enseñanza, empleo y pensiones.

Pero con la desarticulación de la Unión Soviética terminaron los subsidios a Mongolia. Obligado a administrarse, este país de Asia central decidió que la única manera de sobrevivir era renunciar al socialismo e implementar reformas económicas.

La transición ha sido dolorosa para los mongoles, sobre todo para las mujeres, y para los niños y los ancianos, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

La vida nunca fue fácil para Jinsmaa, residente de Dalanzaddgad, un pueblito árido del desierto de Gobi. Pero cuando el gobierno decidió aplicar las reformas, las cosas empeoraron.

Hace dos años, la mujer de 27 años perdió su empleo como maestra. De las 900 personas desocupadas de Dalanzaddgad, 600 son mujeres.

Aunque las cifras oficiales indican que el porcentaje de desempleo entre las mujeres es apenas superior al de los hombres, 51 por ciento frente a 49 por ciento, los observadores aseguran que es más probable que las mujeres sigan sin hallar empleo.

Los subsidios para el cuidado de los hijos prácticamente desaparecieron, así como la ayuda estatal para los ancianos. De esta manera, se espera que las mujeres se queden en casa para cuidar a los niños y los viejos.

Muchos niños pasan más tiempo en casa que antes porque sus padres no pueden pagar el gasto que supone enviarlos a la escuela.

Las cifras oficiales también indican que las mujeres solas, en su mayoría divorciadas y viudas, están al frente de casi 80 por ciento de los 46.000 hogares estimados de Mongolia.

Las dificultades económicas son una causa importante del incremento de casos de mujeres golpeadas por sus esposos, y del mayor número de familias divididas, aseguran los asistentes sociales.

No es de sorprender que una gran cantidad de mongoles que viven por debajo de la línea de pobreza -con ingresos menores a 11 dólares mensuales- sean mujeres. De los 2,3 millones de habitantes de Mongolia, casi 40 por ciento son pobres, y el porcentaje aumenta día a día.

En 1996, Ulan Bator fue la sede de un Foro Nacional sobre Mujeres en Desarrollo. El encuentro destacó la necesidad de proporcionar empleos a las mujeres para ayudarlas a superar los problemas económicos y mantener su independencia.

La meta, dijeron los participantes del Foro, es ayudar a las mujeres a sobrevivir la transición económica y fortalecer su capacidad para tomar decisiones y controlar sus vidas.

"El camino es largo. Los problemas económicos del país generaron una falta de fondos para transferir a los programas de la mujer", reconoció un asistente social.

No hay muchas mujeres que recurran a los políticos por ayuda, porque la representación femenina en la política es escasa. Sólo hay siete legisladoras entre los 76 miembros del parlamento, y todos los ministros del gabinete son hombres.

Pero Jinsmaa tuvo la suerte de participar en un proyecto comunitario que fabrica y vende sillas de montar y botas. La iniciativa partió del Programa Nacional de Alivio de la Pobreza, financiado por el Banco Mundial y el PNUD.

Un ex supervisor de una granja colectiva encabeza el proyecto en que participan 16 mujeres, entre ellas Jinsmaa. Las mujeres trabajan cinco días a la semana y reciben ingresos de 35 dólares.

Los materiales básicos para las sillas de montar y las botas se adquieren en la frontera con China. El trabajo es arduo. Los complicados diseños en cuero se realizan con aguja e hilo de un color azul intenso.

Jinsmaa prefiere volver a estudiar, quizá un curso que le consiga un empleo con mayores ingresos. Pero la joven reconoce que esa opción no es posible ahora, debido a la situación económica de Mongolia.

Jinsmaa agradece lo que tiene. Al menos ella y su esposo electricista siguen casados.

Aunque tiene los dedos curtidos por el constante trabajo manual, Jinsmaa se manifiesta conforme con la transición económica y decidida a superarla. "Trabajo mucho y estoy agradecida por el empleo", aseguró. (FIN/IPS/tra-en/sk/cb/aq-lp/dv/98

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