MONGOLIA: Economía de mercado produce más niños de la calle

El cambio del régimen socialista a la economía de mercado en Mongolia generó un creciente número de niños, niñas y adolescentes de la calle expulsados de sus hogares debido a las dificultades económicas que padecen sus familias.

La familia de Nyamochir, de 14 años de edad, vive a 200 kilómetros de Ulan Bator, pero él vive en las calles de la capital, específicamente dentro de un pozo de seis metros de profundidad, parte del sistema de calefacción urbano.

Nyamochir comparte el preciado refugio con 14 muchachos más, la mayoría de ellos mayores que él. Durante la noche, el grupo duerme sobre cartones ubicados junto a los caños de agua caliente. Los jóvenes encuentran comida en la basura, aunque a veces también reciben ayuda alimentaria.

"Después de la muerte de mi padre, mi madrastra me golpeaba todos los días. Así que me fui de casa hace tres meses", explicó.

En Ulan Bator, Nyamochir fue aceptado por un grupo de jóvenes mayores. Ahora está aprendiendo a sobrevivir bajo las difíciles condiciones de la vida urbana, incluso a enfrentarse con bandas callejeras rivales.

Los niños de la calle quizá sean la última cosa que espera ver un visitante en este país de sólo 2,3 millones de habitantes, donde muchas personas se trasladan de un punto a otro a caballo.

Pero desde que Mongolia adoptó la economía de mercado hace casi una década, y luego renunció formalmente al socialismo en 1992, aumenta el número de niños que viven en las calles.

Las pocas ciudades albergan a 1.028 niños de la calle, según una investigación del Centro Nacional de la Infancia. La cifra es consecuencia de la crisis social provocada por la dolorosa transición económica del país, sostienen los técnicos.

El sistema socialista contaba con una red de seguridad social que cubría la educación, las necesidades médicas y de empleo de la población. Pero los subsidios del gobierno desaparecieron, lo que provocó graves efectos sobre los débiles, especialmente los niños.

Cada vez más padres desesperados, desempleados y sin recursos para alimentar a sus hijos expulsan a los jóvenes de sus hogares, afirman los asistentes sociales.

"Durante el régimen socialista, la brecha entre ricos y pobres no era tan grande", expresó Uranbileg Bergen, del Centro Nacional de la Infancia, que recibe apoyo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

"La transición (a la economía de mercado) generó muchos problemas sociales y ahora está aumentando la cantidad de niños que viven por debajo de la línea de pobreza. Si no encaramos el problema, pronto tendremos hasta 70.000 niños en las calles", advirtió.

Los cambios políticos y económicos también tuvieron un profundo impacto en la salud infantil. Los niños al cuidado de Bergen padecen, en forma habitual, desnutrición y enfermedades graves como tuberculosis.

Pero ellos tienen suerte porque cuentan con el apoyo del Centro Nacional de la Infancia. Uno de los amigos de Nyamochir padece una fuerte tos, pero no recibió atención médica. "A veces escupo sangre", afirmó el joven de aspecto endurecido.

Casi 40 por ciento del presupuesto estatal se gasta en el desarrollo social, pero los expertos afirman que más de la mitad de esa cifra se destina a los gastos de calefacción y transporte, lo que deja muy poco para la enseñanza y la salud.

Muchos se quejan de que el gobierno no presta la debida atención a sus necesidades básicas y prefiere, en su lugar, inyectar dinero al comercio y la industria, con riesgo de provocar el descontento social.

Pero el año pasado, el gobierno por primera vez destinó 174.000 dólares a los niños de la calle. El dinero se emplea en un programa de prevención y rehabilitación que incluye alimentación, enseñanza y asesoramiento a los padres que abandonaron a sus hijos.

El gobierno también lanzó un programa de búsqueda de padres sustitutos extranjeros que aporten 20 dólares mensuales a los niños necesitados.

El alcoholismo es un problema serio en las familias pobres, lo que dificulta garantizar la seguridad de los niños que huyen de sus hogares y luego son devueltos a sus padres.

Una mujer afectada por problemas familiares causados por el alcoholismo le quemó el pelo a su hijo, al que asistentes sociales habían retirado de las calles.

Por esta razón, los programas también deben ofrecer refugios seguros, reclaman los asistentes. Pero otra dificultad es convencer a los niños de la calle de vivir en este tipo de hogares.

Como señala Bergen, muchos prefieren las calles, donde tienen la libertad de hacer lo que quieren y la oportunidad de ganar dinero con rapidez. También es difícil crear un ambiente familiar en hogares administrados por el gobierno o instituciones privadas.

"Existe la idea de que las políticas de transición económica del gobierno sacrificaron a los niños. A medida que aumenta el número de niños pobres, la gente se preocupa por la creciente delincuencia y se siente frustrada", dijo Bergen.

Nyamochir y sus amigos, por ejemplo, evitan la policía porque piden o roban para vivir. A menudo también realizan tareas ilegales para hombres que se aprovechan de las leyes que rara vez condenan a los delincuentes juveniles a largas sentencias de prisión.

Ochenta niños fueron procesados por crímenes como violación y asesinato, informó el Centro Nacional de la Infancia. Muchas de las jóvenes que viven en las calles trabajan como prostitutas, y algunas padecen enfermedades de transmisión sexual.

El nuevo sistema económico provoca un nuevo tipo de estrés en los adolescentes, ya que les genera el deseo de posesiones materiales, como prendas de vestir de moda y artículos electrodomésticos, sostiene Bergen.

"En la época socialista, los niños iban a la escuela con uniformes, y no había gran diferencia entre ricos y pobres. Ahora muchos se niegan a ir a la escuela porque no tienen la ropa adecuada", aseguró.(FIN/IPS/tra-en/sk/cb/aq-lp/pr dv/98

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