El presidente electo de Ecuador, Jamil Mahuad, deberá escoger cuando asuma el 10 de agosto entre un modelo económico de ajuste y estabilización o el sacrificio de la ortodoxia frente a una demanda social cada vez más insatisfecha.
Ese día, Mahuad recibirá un país en virtual quiebra, con siete por ciento de déficit fiscal, una inflación prevista en cerca de 40 por ciento, un desempleo superior a 11 por ciento, 60 por ciento de la población por debajo de la línea de pobreza e infraestructura destruida a causa del fenómeno de El Niño.
Mahuad presentó el miércoles a parte de su equipo económico que designará para enfrentar el desastre.
Fidel Jaramillo, un técnico de gran reputación, será Ministro de Finanzas. Héctor Plaza, administrador de empresas, estará al frente de la cartera de Industria y Comercio y Patricio Ribadeneira, un ingeniero con experiencia en el sector público, la de Energía y Minas.
El equipo se reunió a comienzos de semana con Jeffrey Sachs, economista estadounidense que ha asesorado a los gobiernos de Bolivia, Polonia y Rusia en sus reformas económicas.
En una breve rueda de prensa, Sachs recomendó aplicar en Ecuador un ajuste ortodoxo, basado en el recorte de los gastos fiscales, la eliminación de subsidios y la mejor recaudación de impuestos para disminuir con urgencia el déficit presupuestal.
Jaramillo anunció que habrá un ajuste fiscal con énfasis en la mejor administración de los fondos existentes y una recaudación tributaria más eficiente. A cambio del ajuste, se garantizará a la población "un manejo del presupuesto transparente, honesto y con visión social", dijo Jaramillo.
Pero algunos analistas ecuatorianos no están seguros de la viabilidad del ajuste ortodoxo. Alberto Acosta, economista experto en deuda externa, dijo a IPS que Mahuad tendría más éxito si apuesta a la reactivación más que al ajuste.
Un estudio de Acosta señala que es posible reactivar la economía aunque se mantenga una inflación superior a 30 por ciento y un déficit fiscal de alrededor del cinco por ciento.
Para el experto, si Mahuad opta por el ajuste inicial severo, con la meta de bajar con rapidez la inflación a un dígito, corre el peligro de estallidos sociales.
Es que la empobrecida población ecuatoriana no está dispuesta a admitir más impuestos ni la eliminación de los subsidios vigentes al gas de uso doméstico, al punto que el gobierno interino de Fabián Alarcón tuvo que dar marcha atrás dos días después de haberlo suprimido.
Según Acosta, sólo si el gobierno recaudase lo que las empresas evaden en impuestos (60 por ciento de la recaudación, según datos no oficiales), ya habría dinero para reactivar la producción.
Mahuad y su equipo económico viajarán la próxima semana a Washington para reunirse con representantes del Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial, en busca de apoyo.
María del Carmen Araujo, asesora de Mahuad que tendrá a su cargo la modernización del aparato estatal ecuatoriano, dijo que se espera lograr créditos de esos organismos para reconstruir las devastadas provincias de la costa.
Para la reconstrucción de esa región Ecuador necesita al menos 1.500 millones de dólares.
Por su parte, Eduardo Valencia, ex gerente del Banco Central, criticó el asesoramiento de Sachs al futuro gobierno. Dijo que las "recetas" del economista estadounidense no fueron exitosas en Bolivia ni en Polonia, "y la economía rusa no puede estar peor".
Valencia y Acosta coincidieron en que el próximo gobierno tendrá que sacrificar la ortodoxia por una fuerte inversión social antes que otra cosa.
Para disipar temores, el ministro Jaramillo declaró que la inversión social tendrá prioridad porque es "la de más alta rentabilidad".
Jaramillo también anunció que se estudiará la negociación de mejores términos para el pago de la deuda externa ecuatoriana, que asciende a más de 15.000 millones de dólares y consume 50 por ciento del presupuesto anual. (FIN/IPS/amr/mj/ip if/98
