(Arte y Cultura) MERCOSUR: Punta del Este procura recuperar protagonismo en cine

La ciudad uruguaya de Punta del Este, uno de las principales centros turísticos de América del Sur, procura revivir épocas de esplendor en materia de cine, al anunciar para el verano austral un festival del Mercosur.

La iniciativa, que se concretará en diciembre o en enero de 1999, será emprendida por los Ministerios de Educación y Cultura y de Turismo, el gobierno municipal del departamento de Maldonado, donde está ubicada la ciudad, unos 130 kilómetros al oriente de Montevideo, y Cinemateca Uruguaya.

En la muestra se presentarán filmes de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay (los cuatro países integrantes del Mercado Común del Sur), así como de Bolivia y Chile, asociados a ese bloque de integración.

"Se trata de un paso para volver a dar a Punta del Este estatuto de sede de importantes acontecimientos culturales, sobre todo cinematográficos, como lo fue en décadas pasadas", señalaron representantes del Ministerio de Eduación y Cultura.

La ciudad celebró en enero un primer festival de cine europeo, pero sus resultados fueron muy controvertidos, porque las películas fueron exhibidas en una sala que carecía de condiciones adecuadas, según coincidieron críticos del área en su momento.

La mayor contribución filmográfica procederá de los dos "grandes" del Mercosur, Argentina y Brasil, que figuran también entre las principales industrias cinematográficas de América Latina.

De Brasil se prevé que arriben a Punta del Este obras de los directores Walter Salles, Sergio Rezende y Sandra Werneck, entre otros.

Por Argentina, ya estaría confirmada la exhibición de "Un crisantemo estalla en cinco esquinas", de Daniel Burman, "La cruz", del joven Alejandro Agresti, y "La nube", la última película del veterano Fernando "Pino" Solanas, autor de filmes como "La hora de los hornos", "Los hijos de Fierro" o "El viaje".

La muy incipiente industria cinematográfica uruguaya presentará las recientes "Una forma de bailar", de Alvaro Buela, y "Otario", de Diego Arsuaga.

A lo largo de los años 50, Punta del Este organizó festivales de cine a los que asistían directores y actores de Estados Unidos y Europa y se presentaban películas que acababan de ser estrenadas en sus países de origen.

Eran épocas en que llegaban a la ciudad uruguaya figuras como Silvana Pampanini, Gérard Philippe, Claudia Cardinale o Yul Brynner, que acababa de recibir el Oscar.

Paralelamente, Montevideo se jactaba de ser una plaza cinematográfica importante pese a que, paradójicamente, Uruguay no contaba con industria de ese tipo, a no ser filmes "militantes", rodados en general en video o súper ocho.

La capital uruguaya siguió teniendo relevancia en la materia hasta fines de los años 60, mientras el festival de Punta del Este, iniciado en 1951, cerró sus puertas en 1957, tras haber consagrado muestras especiales al cine francés, italiano y estadounidense.

Por bastante tiempo más funcionó en Montevideo la Cinemateca del Tercer Mundo, que presentaba las producciones más recientes de países latinoamericanos, africanos y asiáticos "como no sucedía en ca, escribía también el semanario Marcha, una suerte de "faro cultural" del periodismo latinoamericano durante décadas, al efectuar un balance del cine visto en 1967.

Hasta entrados los 70, en Montevideo las salas de cine estaban llenas, rivalizando en espectadores con el entonces exitoso a nivel internacional fútbol "celeste", así llamado por el color de la camiseta de la selección.

Eran tiempos en que todavía la televisión no se había masificado, no existían los "microcines" ni el video, y la capital uruguaya contaba con decenas de grandes salas, muchas de ellas en los barrios.

Los años 70 comenzaron a marcar cambios en los comportamientos culturales, y, de la mano de la crisis económica, los cines montevideanos fueron cerrando uno a uno.

Hoy, de las viejas grandes salas solo siguen abiertas dos. La gran mayoría de las restantes fueron clausuradas, transformándose por lo general en garages o templos de diversas sectas. Las menos fueron subdivididas y en ellas funcionan actualmente microcines con capacidad para pocas decenas de espectadores.

En el interior del país, donde también florecían los cines hasta comienzos de los 70, hoy hay departamentos enteros que no cuentan con sala alguna.

Solo Punta del Este escapa de la regla, pues el cine es parte de la oferta que la ciudad brinda a los cientos de miles de turistas que la visitan en la temporada veraniega, fundamentalmente procedentes de la vecina Argentina.

Pero ya ni Montevideo es plaza cinematográfica comercial importante ni a Punta del Este llega estrella alguna.

En la capital, las películas que se proyectan son, por lo general, las grandes producciones estadounidenses y algunas raros ejemplos de cine independiente de ese mismo país.

El gran repunte que se ha conocido en los últimos tres años en materia de oferta de salas (siempre de pequeño tamaño) no se ha acompañado de una diversificación de la cinematografía exhibida.

En ese panorama, solo se destaca Cinemateca Uruguaya, una vieja institución sin fines de lucro que año a año organiza con enorme esfuerzo festivales internacionales que arriman a Montevideo películas procedentes de países que, de otra manera, nunca serían vistas en Uruguay.

Las muestras de Cinemateca, a las que asisten críticos de países vecinos, son prácticamente el último resabio de la mentada "cultura cinematográfica" de los uruguayos.

"Esfuerzos como el del Primer Festival de Cine del Mercosur apuntan a ser una contribución en dirección de una mayor presencia del cine actual y nuestro, latinoamericano, en este país", dijtes, poco habituados a este tipo de espectáculos, son confrontados con obras que tocan un tema sensible: su propia vida.

"Las obras se tratan de lo que nos está sucediendo", dijo O'Brian Mudyiwenyama, de la Asociación de Teatro Infantil y Juvenil de Zimbabwe, integrada por agrupaciones de los suburbios más pobres de Harare.

En esas zonas de la capital existen casi 50 grupos de teatro cuyas obras suelen abordar temas como abuso infantil, violencia doméstica y derechos humanos, informó Mudyiwenyama.

Los grupos que aparecieron en los vecindarios de Harare recurrieron en un principio a la comedia para captar espectadores, pero pronto se dieron cuenta de que la clave estaba en tratar temas de importancia para la gente.

"Hay algunos temas clave, como sida, racismo, violencia de género y derechos humanos", comentó Mudyiwenyama, quien destacó que el propósito es "usar el teatro para contar las aflicciones de nuestra comunidad, de nuestra gente".

La actriz Qwen Ndabambi destacó que en las obras coinciden los objetivos de educar, informar y entretener a los espectadores.

"Espero que los otros jóvenes se enteren de lo que está ocurriendo a su alrededor", dijo, y planteó como ejemplo el maltrato que reciben las víctimas del sida debido a la ignorancia sobre la forma en que se produce el contagio de esta enfermedad.

"Cuando incluyes información en una obra, puedes llegar incluso a los analfabetos", añadió Ndabambi.

La actriz pertenece al grupo Coordinadora de Cantantes, Actores y Bailarines, que actualmente monta una obra sobre la Constitución de Zimbabwe y los derechos humanos.

El año pasado, el grupo interpretó "No les importamos", sobre los problemas que enfrentan los jóvenes al terminar la escuela debido a la escasez de oportunidades. "Se tocan temas vedados para los medios que están bajo control estatal", señaló Mudyiwenyama.

"Cuando abordamos temas políticos, siempre existe el temor de que seamos objeto de amenazas o represalias por parte de las fuerzas de seguridad, y algunos actores se niegan a participar porque están atemorizados", agregó.

Sheila Magwaza, de la organización Chiysap, que aglutina a grupos de la ciudad satélite de Chitungwiza, destacó que los actores también deben superar los prejuicios de sus familias, pues desprecian esa actividad e insinúan que "nadie se casaría con una actriz".

Otra de las dificultades tiene que ver con la infraestructura utilizada, que pertenece a la municipalidad de Harare, pues su disponibilidad suele depender de "la profundidad con la cual abordamos ciertos temas", declaró Mudyiwenyama.

Añadió que las elites frecuentadoras de espectáculos culturales tienen reservas con respecto al nuevo fenómeno teatral. "No les interesa ver obras sobre nuestros problemas, que no los afectan a ellos. Quieren ver Shakespeare", dijo. (FIN/IPS/tra-en/mn/mk/lc- ml/cr/98

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