El presidente de Venezuela, Rafael Caldera, designó hoy como nueva ministra de Hacienda a Maritza Izaguirre, tras destituir a Freddy Rojas del cargo, en medio del intenso debate interno sobre la conveniencia de devaluar la moneda local, el bolívar.
El presidente del Banco Central, Antonio Casas, se vio forzado a desmentir poco después su dimisión, que fue anunciada por otro alto miembro del gobierno al abandonar sin concluir una reunión de urgencia del equipo económico en que aparentemente esa posibilidad estuvo barajada.
La designación de Izaguirre, quien hasta ahora representaba a Venezuela ante el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Washington, fue vista inicialmente como un triunfo de quienes apoyan la corrección de la actual sobrevaluación del bolívar, estimada en 30 por ciento.
Pero el ministro de Planificación, Teodoro Petkoff, mantuvo este martes que la devaluación no es la vía para encarar la brutal merma de ingresos del petróleo, sostén de la economía venezolana.
El precio por los ingresos adicionales en términos de bolívares se pagarían a un precio "bestialmente alto" en inflación, dijo Petkoff poco antes de anunciarse la salida de Rojas y cuando parecía desconocer que se quedaría sin su principal aliado en el gabinete.
El origen de la crisis ministerial está en las diferencias sobre cómo enfrentar en el aspecto monetario y cambiario una merma de ingresos petroleros que se calcula en unos 6.000 millones de dólares, respecto a los 18.500 millones de 1997.
Caldera aprovechó también para hacer un "enroque" entre los ministros de la Secretaría de la Presidencia y Relaciones Interiores, a fin de fortalecer este último despacho en un tenso año electoral, cuya incertidumbre también gravita negativamente sobre la economía, con el retiro de inversiones y capitales.
El Banco Central y la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) se unieron, por diferentes razones, en una batalla a favor de la devaluación del bolívar, con Rojas y Petkoff en contra por el impacto inflacionario y por ser contrarios a lo pactado con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El socialista Petkoff es el único ministro que queda de los tres que en abril de 1996 impulsaron un plan de ajustes de estabilización y apertura, que cerró dos años de fracasado experimento de retorno a los controles por parte de Caldera, un independiente democristiano de 82 años.
El cuarto cambio en la jefatura de la economía del gobierno de Caldera, que concluye en febrero próximo, obtuvo una primera reacción tranquila en las plazas financieras internacionales, por la confianza en Izaguirre, a quien conocen y ya fue ministra de Industria entre 1985 y 1988.
Pero internamente, el mercado cambiario reaccionó con una nueva caída neta del bolívar, tras la que tuvo el viernes cuando el presidente del Banco Central, Antonio Casas, anticipó la necesidad de una modificación en el sistema de bandas en que se mueve la paridad de la moneda local ante el dólar.
El mismo viernes, Rojas negó que el gobierno proyectara un ajuste cambiario y junto con Petkoff demandó a Casas dejar de hablar en público del asunto, en una jornada en que la divisa ganó 0,6 puntos, pese a que el Banco Central "quemó" 80 millones de dólares para sostener al bolívar.
Solo en ese día diferentes cálculos indican que los compradores de divisas adquirieron 150 millones de dólares.
Este martes, tras un feriado nacional el lunes, en las casas de cambio el dólar cerró a 553 bolívares, frente a los 550 del viernes, tras conocerse la salida de Rojas, pese a que el Banco Central intervino muy activamente en el mercado.
La Bolsa de Caracas también acentuó su tendencia a la baja, con una caída de 3,7 por ciento, pero tanto la actividad cambiaria como bursátil cerraron antes que se diera por hecho la dimisión de Casas hasta su propio desmentido.
El Banco Central fijó el 13 de enero un valor de equilibrio de 508 bolívares por dólar, con un ajuste mensual de 1,28 por ciento y una flotación hacia arriba o hacia abajo de 7,5 pro ciento.
Esa banda establecía que a fines de año el tope de la paridad cambiaria alcanzaría unos 568 bolívares por cada dólar.
Pero Casas indicó que las bandas estaban basadas en un barril petrolero de exportación de 13 dólares, cuando el promedio del primer semestre no superó los 11,2 dólares, y en inflación de 27 por ciento, cuando ahora extraoficialmente se proyecta de entre 37 y 45 por ciento.
"El régimen cambiario de enero fue definido bajo unos supuestos que no se están cumpliendo", explicó Casas.
La propuesta de economistas del Banco Central y de PDVSA que está en manos de Caldera es la de que el promedio de la paridad del bolívar frente al dólar durante el año sea de 580, y no de 546 como está fijada en la actualidad en el presupuesto.
Eso significaría que a fines de año el bolívar se deslizaría hasta un valor de entre 630 y 650 unidades por dólar, según un estudio filtrado este martes a la prensa.
El Banco Central quiere corregir la sobrevaluación del bolívar, que presiona sobre las reservas internacionales, que durante junio cayeron en 700 millones de dólares, para situarse en 15.200 millones.
En tanto, PDVSA requiere que cada "petrodólar" valga más bolívares para enfrentar los problemas de liquidez que obstaculizan sus agresivos planes de inversión internos.
Pero el gobierno central no obtendría ganacias significativas en sus ingresos por la devaluación y en cambio sí debería enfrentar importantes efectos negativos.
El estudio fija en un incremento mínimo de siete puntos en la última proyección de la inflación de 30 por ciento para el año, y Petkoff en tono dramático dijo que si se devalúa el indice de precios podría aumentar 100 por ciento, el nivel de 1996.
Además el servicio de la deuda interna y externa aumentaría, al igual que las presiones de incrementos salariales. Esto alimentaría el déficit fiscal, que debe ser contenido por el gobierno, según los acuerdos con el FMI, en 2,5 por ciento del producto interno bruto y hoy supera el cuatro por ciento. (FIN/IPS/eg/mj/if/98