María Reiche, la nonagenaria científica alemana cuyos estudios sobre las enigmáticas líneas de Nazca permitieron al mundo acceder a los conocimientos de astronomía de los antiguos pobladores de la costa de Perú, será enterrada en el desértico paraje que tanto amó.
Se preveía que la matemática y arqueóloga fallecida el lunes a los 95 años sería sepultada este jueves, pero las autoridades municipales de Nazca insistieron que, tras el velatorio en el Museo de la Nacion, reciba un homenaje popular en la localidad.
El féretro será depositado en algunas escuelas que llevan el nombre de María Reiche y será velada otra vez en Nazca, 400 kilómetros al sur de Lima, donde será enterrada este viernes.
Es probable que la anciana impaciente, casi sorda y ciega en que se convirtió en los últimos años de su vida hubiera rechazado los grandes homenajes funerarios oficiales con declaración de duelo nacional.
"Tengo todavía mucho que hacer en las Pampas de Nazca", dijo hace cinco años, cuando su familia quiso llevarla de regreso a Alemania. Y se quedó trabajando en la mayor concentración de petroglifos del mundo, casi desconocidos cuando ella publicó su primer libro al respecto, en 1949.
Por décadas fue considerada la "gringa loca" que vagaba solitaria en el desierto de Nazca, midiendo y dibujando las gigantescas figuras geométricas que ocupan un área de 450 kilómetros cuadrados.
Entonces eran ignoradas oficialmente, pero ahora son parte de los atractivos turísticos de Perú y fueron declaradas "patrimonio cultural de la humanidad" por la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Reiche no solo estudió y difundió los insólitos dibujos, que parecen constituir un inmenso mapa astral. También los defendió para impedir que fueran destruidos por la incuria oficial y las ambiciones privadas.
Nacida en Dresden, graduada en matemáticas, llegó a Perú en 1932 por casualidad, porque no soportaba la Alemania de Adolfo Hitler. Quería ir a cualquier sitio lejano y fue atraída por un aviso del cónsul alemán en Cusco, que quería una profesora alemana para sus hijos.
En Cusco quedó fascinada por la cultura incaica. Fue allí, tal vez, que nació su interés por la arqueología, pues cuando acabó su contrato con el cónsul viajó a Lima para ofrecer sus servicios de traductora al arqueólogo Julio Tello, de la Universidad de San Marcos.
Impresionado por su inteligencia, tesón e interés, Tello la incluyó en el grupo que realizó excavaciones en Paracas, en la costa sur peruana, un paraje parecido y relativamente próximo a las pampas de Nazca.
Reiche fue allí testigo de un diálogo entre Tello y un aficionado de la zona, Toribio Mejía, que le informó al arqueólogo que a unos 200 kilómetros de distancia había unas extrañas y gigantescas figuras dibujadas en la arena.
A Tello esas líneas no le parecieron importantes. "Parecen huellas de caminos", dijo, y siguió concentrado en sus excavaciones en Paracas. Pero María Reiche decidió investigar por su cuenta.
En su libro "Secreto de la Pampa", Reiche recordó que el antropólogo estadounidense Paul Kosok había tomado algunas fotografías de las líneas grabadas sobre la tierra de color ferroso, que no parecían significar nada en conjunto pero que despertaron su curiosidad.
María Reiche y Kosok conversaron ya en 1939 sobre la existencia y la ubicación de las líneas, pero el antropólogo convenció a la joven y enérgica alemana de investigarlas a fondo sólo en 1946.
La investigadora llegó sola a la desértica pampa que recorrió con útiles de dibujo, una cantimplora de agua y algunas frutas, tratando de desentrañar el origen, características y propósito de los extendidos petroglifos.
"Al comienzo, solo podía recorrerlos cada cierto tiempo, pues carecía de recursos, hasta que Evelyn Tugwood, dueña de la Hacienda San Pablo, me dejó vivir en una casita cerca de las líneas y pude dedicarme a tiempo completo", contó Reiche.
"Comencé a caminar sobre las líneas para ver que había tras ellas, y advertí que formaban un conjunto… Caminé más y encontré que resultaron ser figuras, una araña, un mono, un pájaro", dijo.
"De allí en adelante me encontré inmersa en una variedad de líneas. Las seguí y trate de dibujarlas, hasta que, al reproducirlas sobre el papel, entendí que se trataba de un descomunal calendario nazca", añadió.
En cierta medida, Reiche encontró algo que estaba buscando desde sus primeros días en Perú, pues había leído en Cusco un artículo del astrónomo Rolf Muller sobre los "intihuatana" (observatorios del sol) de los incas, construidos para observar los astros y fijar fechas calendarias.
Reiche decía que en la región andina trató de entender los conceptos matemáticos de los astrónomos incas, pero cuando regresó a la costa peruana abandonó la pista de ese interés.
"No me imaginaba que, justamente en la costa, iba a encontrarme con el monumento astronómico más importante de Perú y tal vez del mundo", anotó en su libro.
De acuerdo con su especialidad profesional, Reiche investigó las líneas de Nazca desde el punto de vista matemático. "Aunque su estudio corresponde a la arqueología, los dibujos de Nazca deben tratarse también como un capitulo de la historia de las ciencias", sostuvo.
Las líneas de Nazca se encuentran ubicados a una altitud de 430 metros sobre el nivel del mar, en una zona pedregosa que contiene óxidos ferrosos de colores grisáceos, y está circundada por una cadena de cerros que las protege de los vientos y explica por qué los petroglifos no fueron cubiertos por la arena.
Al asumir su destino como defensora e investigadora de las líneas de Nazca, un vestigio arqueológico cuyo estudio no era realizado por ninguna universidad, María Reiche aceptó la soledad y la incomprensión de los lugareños como parte de su vida.
Compadeciéndose de la científica, cuando ella todavía no había construido el pequeño museo que mantuvo con el aporte de visitantes y entidades extranjeras, los campesinos dejaban frutas en la puerta de la carpa de la extraña y flaca alemana de un metro ochenta de estatura.
"No entendían qué hacía sola bajo el inclemente sol del desierto. Algunos me creían bruja y otros me decían loca, calificativos que no me interesaba refutar para que no me fastidiaran y me dejaran en paz", narraba.
Cuando su libro llamó poco a poco la atención sobre las líneas, algunos aventuraron la idea de que se trataba de petroglifos hechos por extraterrestres, o eran mensajes para seres espaciales, pues por sus dimensiones y ubicación solo son apreciables con claridad desde el cielo.
Estas hipótesis indignaban a Reiche, porque reflejaban una visión prejuiciosa sobre la capacidad científica de los antiguos peruanos, que ella apreciaba muy bien tras desentrañar las relaciones matemáticas entre las figuras, en su mayoría zoomorfas, y las constelaciones astrales.
La muerte interrumpió una nueva area de sus estudios y cálculos matemáticos: la vinculación de las líneas con la predicción de algunos fenómenos naturales cíclicos, como El Niño, que periódicamente provoca desastrosas inundaciones en la costa peruana. (FIN/IPS/al/mj/sc/98