EE.UU.: Nuevo embajador ante ONU enfrenta creciente aislamiento

El último discurso de Bill Richardson como embajador de Estados Unidos ante la ONU, antes del anuncio de su nuevo cargo como secretario de Energía, dejó a la luz el dilema de Washington, al defender intereses con palabras que pocos diplomáticos quieren oír.

"La experiencia nos enseña que debemos distinguir cuidadosamente entre lo que suena bien en el papel y lo que funciona en el mundo real", dijo Richardson a delegados reunidos en esta capital para una conferencia sobre la creación de una Corte Penal Internacional (CPI).

Richardson explicó porqué quiere que el organismo quede bajo cierto control del Consejo de Seguridad de la ONU, e insistió en que Estados Unidos quiere castigar a criminales de guerra con la creación de la Corte, pero "debemos recordar que no operará en un vacío político".

Poco después que Richardson dejara a una audiencia disgustada en Roma, autoridades estadounidenses confirmaron que el ex representante de Nuevo México sería nombrado por el presidente Bill Clinton a dirigir el Departamento de Energía.

Clinton confirmó la designación más tarde el jueves, y reveló el reemplazamiento de Richardson en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) por Richard Holbrooke.

La aparición de Richardson en Roma, sin embargo, demostró cómo el afable político de bajo perfil, que sustituyó a Madeleine Albright cuando se convirtió en secretaria de Estado, se agotó por el aislamiento de Washington en la ONU.

Siempre hablando a sus colegas sobre las demandas del "mundo real", Richardson reconoció que su propia oficina no podría operar en un vacío político.

El ex congresista fue recomendado unánimemente a su cargo tras la promoción de Albright en enero de 1997, y diplomáticos de la ONU tenían grandes esperanzas de que las tensiones con Washington disminuirían con su llegada.

Algunos analistas afirman que la gestión de Richardson manifestó las presiones a las que el embajador tuvo que hacer lugar. Albright siguió de cerca las misiones de Richarson, y a menudo le impidió que hablara sobre temas polémicos, dijo un diplomático a IPS.

La dura política exterior adoptada por Albright y fomentada por el Congreso de mayoría republicana indignó a algunos aliados de Estados Unidos, sobre todo a través de mayores sanciones a Cuba, Libia e Irán.

La presión por el levantamiento de las sanciones a Iraq ha crecido, dejando a Washington en la incómoda posición de ser el único obstáculo para poner fin a un embargo cada vez más dañino.

Richardson enfrentó una derrota en diciembre, cuando el Congreso votó en contra de un acuerdo que él logró para pagar más de 850 millones de dólares de unos 1.500 millones adeudados a la ONU.

Washington se encuentra a sí mismo dando la imagen de irresponsable, sea por negarse a firmar un tratado de 1997 para prohibir las minas terrestres, por buscar que el Consejo de Seguridad supervise la Corte Penal Internacional (o un veto de Estados Unidos), o por irritarse ante propuestas de control del cambio climático.

Estos problemas oscurecieron el espíritu de Richardson, y podrían hacer lo mismo con Holbrooke, un veterano de estilo directo del Departamento de Estado a veces considerado arrogante por otros diplomáticos.

Pero Holbroike, que entre los últimos años se dedicó a una misión en Wall Street y a infructuosos esfuerzos por lograr la paz en Chipre, tiene dos ventajas. Una gran autoconfianza y buenas relaciones con la prensa. "Al menos los medios estarán satisfechos", concedió un funcionario de derechos humanos. (FIN/IPS/tra-en/fah/mk/lp/ip/98

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