Los millones de latinoamericanos que emigran a países más ricos o más seguros tienen a través de sus multimillonarias remesas un peso cada vez más determinante en las economías de sus países de origen.
Llegan a Estados Unidos, sobre todo, y a otros destinos del Norte industrial por los "caminos verdes" de la ilegalidad, o con documentos legitimos cuando tienen suerte, y con su esfuerzo no sólo sobreviven las familias que dejan atrás, sino los países que les niegan las condiciones para quedarse.
Los cerca de 18 millones de mexicanos instalados en Estados Unidos, legal o ilegalmente, enviaron a su país en 1997 unos 6.000 millones de dólares, indicó a IPS en Venezuela Gitanjali Suárez, especializada en migraciones.
En América Central, las remesas transferidas por sus emigrantes superaron los 2.000 millones de dólares y en alguno de esos países las divisas por este concepto casi representan una cuarta parte del total de ingresos externos.
"Las remesas apagan los incendios de varias economías latinoamericanas", resumió Suárez, quien tiene varios estudios al respecto y siguió el fenómeno de las migraciones en una serie de artículos en Siete Dias, un suplemento dominical del diario venezolano El Nacional.
Según cifras del Banco Mundial de 1996, entre los ocho países del mundo que reciben mayores remesas de sus emigrantes hay dos latinoamericanos: El Salvador y México. Los otros son Bangladesh, Egipto, India, Jordania, Marruecos y Pakistán.
Cálculos de la Organización Internacional de Migraciones y otras instituciones sitúan la cantidad actual de latinoamericanos que viven como inmigrantes en Estados Unidos entre 25 y 30 millones, sin sumar a los hijos nacidos ya en ese país.
Suárez precisó que hay un elemento notable sobre las remesas familiares. La mayoría provienen de los trabajadores ilegales, que enfrentan las penurias de ser indocumentados por la desesperación de su situación en el país de origen y con el fin de asegurar su sobrevivencia y la del nucleo familiar que dejan atrás.
Otro elemento es que aumenta el número de mujeres que ingresan a otro país ilegalmente para encontrar sustento para toda su familia. Pasó varios años atrás sobre todo con las mujeres colombianas y sucede ahora con las dominicanas y peruanas.
Respecto al peso de las remesas procedentes de Estados Unidos en diferentes países, un caso especial es el de El Salvador. Hay un millón de emigrantes salvadoreños, de los que 335.000 llegaron en los años 80 como asilados, como efecto de la guerra concluida en 1991.
En 1997, esos emigrantes transfirieron a El Salvador 1.370 millones de dólares, según cifras del Banco Central, que precisó que ese monto equivale a 21 por ciento de los ingresos de divisas del país, el más pequeño de América Central.
Las remesas de los emigrantes equivalen a 12 por ciento del producto interno bruto (PIB) y las autoridades financieras salvadoreñas explican que una de las causas del lento ajuste de la inflación a un dígito es el alto flujo de dinero que provocan.
En Guatemala, las transferencias del más de millón de emigrantes que viven en Estados Unidos -de los que 185.000 tienen estatuto de asilados-, representan la segunda fuente de ingresos, detrás del café.
El café aportó 450 millones de dólares y las remesas de los emigrantes desde Estados Unidos, 300 millones.
Honduras percibió 400 millones de dólares de su medio millón de emigrantes en Estados Unidos, mientras que Nicaragua tuvo ingresos de 100 millones de dólares de sus 400.000 ciudadanos instalados en la nación del norte.
México ha visto crecer desde 1989 en forma intensa las remesas enviadas por los ciudadanos que trabajan al otro lado de la frontera, hasta alcanzar el récord de 6.000 millones de dólares en 1997.
El Banco Central de México ha indicado que las remesas de los emigrantes en Estados Unidos aportan 12 por ciento de ingresos más de los que recibe el país por sus exportaciones agrícolas. La entidad monetaria precisó que en 1996, la alta rebaja de su déficit de balanza de pagos se debió en 49 por ciento al aumento de las remesas de trabajadores legales e ilegales en Estados Unidos.
República Dominicana recibió en 1997 un total de 433 millones de dólares de remesas familiares de sus emigrantes. Las transferencias de trabajadores en el exterior tienen en República Dominicana una incidencia determinante en el sector de las pequeñas empresas.
En ese país caribeño, en lo que es una tendencia donde existe alta emigración, hay un amplio sector de microempresas que no son realmente rentables y que sobreviven gracias a los aportes de sus familiares desde el exterior, en una especie de economía de subsistencia transnacional.
Un estudio de la socióloga dominicana Martina Ortiz mostró que 81 por ciento de los propietarios de negocios en todo el país tienen algún pariente trabajando en el exterior y que 22 por ciento de las familias que sobreviven con una empresa pequeña son ayudadas financieramente desde el extranjero por un emigrante.
Otro caso notable por el peso que las remesas tienen en su economía es Cuba, muchas de cuyas familias se vieron afectadas por las retricciones impuestas desde Estados Unidos a las transferencias de sus parientes, por motivos políticos, lo que comenzó a flexibilizarse desde marzo por decisión del gobierno de Bill Clinton.
Cifras de la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL) indicaron que en 1996, las remesas llegadas Cuba totalizaron 800 millones de dólares, con un peso económico que se parece al del turismo y las ventas de azúcar, aunque la información oficial en la isla es de 500 millones.(FIN/IPS/eg/ff/pr/98