ESPAÑA: Borrell impone el pluralismo en el PSOE

José Borrell, consagrado en las elecciones internas del 24 de abril candidato del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) a la Presidencia del gobierno de España, logró hoy que la dirección de ese grupo opositor acepte compartir su poder.

Las consecuencias del sorpresivo triunfo de Borrell en los comicios internos del PSOE han comenzado a evidenciarse, pero aún quedan asuntos sin resolución.

El primer impacto es una disminución del poder del "aparato" partidario, que en las internas respaldó al secretario general Joaquín Almunia, adversario de Borrell.

La Comisión Ejecutiva del PSOE, integrada por 33 miembros y máximo órgano de dirección entre congresos, aprobó este lunes la incorporación de Borrell a la Comisión Permanente -que dirige el día a día- y la atribución a éste y su equipo de gran parte de las responsabilidades que concentraba Almunia.

De los 33 miembros de la Ejecutiva, sólo una persona, Ana Noguera, apoyó a Borrell en las internas. Los demás, siguiendo al ex líder Felipe González, se alinearon detrás de Almunia. Borrell será el principal rival del jefe de gobierno José María Aznar, de centroderecha, en las elecciones del 2000,

El inesperado resultado exteriorizó el cansancio de los ciudadanos ante la tiranía de los "aparatos" partidarios y su voluntad de participar en otra manera de hacer política, más pluralista y democrática.

Borrell lo sintetizó este domingo, en declaraciones a El País, al afirmar que impulsará cambios en el PSOE "que favorezcan la participación", para "volver a tener referencias ideológicas".

Su triunfo sembró el desconcierto en la cúpula dirigente, que se encontró sin respuestas al "¿Qué hacer?" del día después.

El 25 de abril, al debatir en público con dos miembros de la ejecutiva, el jefe del gobierno de Extremadura y secretario general del PSOE en esa región autónoma, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, se manifestó sorprendido porque la dirección no hubiese previsto la posibilidad de que ganara Borrell y careciese de posición el día después.

En el primer momento, el PSOE comenzó a debatirse entre la renuncia del secretario general, la convocatoria de un Congreso General extraordinario o un reparto negociado del poder interno. Optó por lo último, tras negociaciones entre representantes de Borrell y Almunia.

La situación creada plantea asimismo la revisión de la función de los secretarios generales en los partidos políticos y abre un interrogante sobre el sentido y el futuro de los liderazgos unipersonales.

Borrell lo ha dicho, condenando el "tribalismo" (de tribu cerrada), que debe dar "paso al pluralismo", porque "el PSOE es un partido de amplio espectro".

Los militantes socialistas y los ciudadanos españoles en general, a tono con lo que ocurre en países vecinos, como Francia, Gran Bretaña, Portugal, Italia y Alemania, manifiestan descontento con un estilo de hacer política marcado por el autoritarismo del líder de turno.

"Los partidos deben funcionar de manera menos vertical y opaca", dijo Borrell, para rechazar "funcionamientos oligárquicos y poco transparentes" de su partido.

La historia del PSOE registra casos de personalismo extremo que no han sido olvidados por sus afiliados y simpatizantes, y que explican que a González, presidente del gobierno de España entre 1982 y 1996, se lo conociera en su círculo más próximo con el apelativo de "Dios".

Ese apelativo tomó estado público cuando la Cadena Ser, de radioemisoras, difundió en 1995 una conversación grabada a José María Benegas y en la cual el entonces secretario de organización del PSOE aludía de esa forma al secretario general de su Partido.

Otro hecho se verificó en el Congreso General del PSOE de 1979, cuando la mayoría de los delegados aprobaron un programa contra la opinión y la actividad de González.

Este no aceptó el resultado, renunció a ser candidato a la secretaría general, impuso su autoridad, hizo nombrar una comisión gestora para dirigir el partido durante un semestre y utilizó el aparato para organizar un nuevo Congreso, cuidándose de no dejar ningún cabo suelto que permitiera un nuevo triunfo de la corriente de izquierda.

Y hubo otra vez. Fue en el último Congreso (1996), cuando, en el postrer momento, González renunció sorpresivamente a ser reelegido como secretario general y puso a los delegados ante los hechos consumados, al darles sólo unas pocas horas para resolver su reemplazo.

De esa forma, pudo presionar e imponer a su propio candidato, Almunia.

Pero la "dictadura" de los secretarios no es una constante del socialismo. El propio González no fue elegido secretario general en el Congreso de Suresnes (1974) que lo dio a conocer, sino sólo primer secretario, un "primus inter pares". Sólo en 1978 el cargo fue convertido en secretaría general.

En los orígenes del socialismo tampoco hubo secretarios generales. Carlos Marx, Federico Engels, Karl Kautsky, Rosa Luxemburgo, Vladimir Lenin, León Trotsky, Nicolai Bujarin y tantos otros referentes históricos de los partidos Comunista y Socialdemócrata de Europa nunca ocuparon el cargo de secretario general. Lo que importaba eran sus ideas y posiciones políticas.

La secretaría general adquirió características autoritarias con el triunfo en Rusia de José Stalin en los años 30. El que se convertiría años después en dictador fue designado secretario general a principios de los 20, cuando todavía no tenía peso político decisivo entre los triunfantes bolcheviques.

La tarea que se adjudicó a Stalin fue la propia de quien dirige una secretaría: organizar las reuniones, comunicar el temario, tomar notas y levantar actas, comprobar que hubiera suficientes sillas para los asistentes a las reuniones, papel para las notas, un samovar con té y cosas por el estilo.

Sólo años más tarde, al transformarse el sueño de libertad y justicia social de los revolucionarios rusos en una férrea dictadura, el secretario general se convirtió en un "Dios", aunque fuese ateo.

Después, su ejemplo fue seguido por todos los demás partidos comunistas, aunque no se extendió con igual ímpetu a los socialistas y socialdemócratas.

Salvador Allende, por ejemplo, fue la personalidad más influyente del Partido Socialista del Chile, estuvo varias veces en minoría, fue senador y presidente de su país y en medio siglo de vida política sólo ocupó el cargo de secretario general durante cuatro años y dos décadas antes de ser elegido primer mandatario.

Con estos antecedentes, y con el dato irrefutable del triunfo de Borrell, que tuvo el peso del aparato en su contra, se comienza a perfilar un PSOE pluralista, sin la concentración del poder en una sola persona. El próximo sábado, en la reunión del Comité Confederal del partido, las líneas podrían quedar trazadas con mayor claridad. (FIN/IPS/td/ff/ip/98

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