DESARROLLO: En la "Aldea Global" abundan los estereotipos

La "Aldea Global" fue colocada en medio de la capital de Estados Unidos con el objeto de mostrar "cómo vive la gente alrededor del planeta", pero la exhibición que pretendía generar fe, esperanza y caridad estuvo plagada de estereotipos, sensiblerías y afirmaciones engañosas.

Escenógrafos de Hollywood se encargaron de recrear casas de totora del lago Titicaca, viviendas de las "favelas" brasileñas, chozas de los masai y un campo de refugiados como parte de esta "Aldea Global" montada por la Agencia Adventista de Asistencia y Desarrollo (ADRA) con auspicio del Banco Mundial.

La exposición fue desplegada en el "Mall", una planicie de pasto ubicada entre el Capitolio y los museos del Instituto Smithsoniano, en el corazón mismo de esta capital. Tuvo un costo de 350.000 a 400.000 dólares, según informó la encargada de comunicaciones del proyecto, Norma Salin.

Estuvo abierta entre el 16 y el 29 de abril, y se anuncia que será replicada en California, Canadá y Europa.

La "Aldea Global" fue descrita como un "viaje de entendimiento" dirigido primordialmente a los escolares, pero la exhibición se centró en el estereotipo del mundo en desarrollo como un lugar con muchas carencias y sugirió que éstas pueden resolverse con la ayuda de los patrocinadores de la "Aldea Global".

Los visitantes fueron informados de que muchos niños del Tercer Mundo viven en pequeñas aldeas muy alejadas de las escuelas. También se les dijo que a veces los caminos y senderos donde habitan estas personas son interrumpidos por inundaciones, y por lo tanto necesitan puentes más sólidos y grandes.

"Entonces trabajan con instituciones como la Agencia Adventista de Asistencia y Desarrollo (ADRA), que los ayuda a hacer un puente resistente".

Los guías de la "Aldea Global" carecían de experiencia y conocimientos como para responder todas las preguntas del público, y ciertamente no lograban ilustrar el tema de la "dignidad" de la pobreza, que los materiales entregados a la prensa trataban con insistencia.

Además, se confundía la pobreza con la tradición. Una guía de origen asiático explicaba la forma en que se prepara y se guarda la comida: "utilizamos hojas porque no nos alcanza para comprar bolsas de plástico".

Toda la exposición destacó las carencias de los pobres, pero nadie parecía en condiciones de responder las inquietudes de un joven visitante, que preguntaba: "¿y cómo fue que se convirtieron en pobres?".

La pobreza aparecía retratada como una condición natural. Por detrás del llamado a "mejorar la vida de los demás" no había ninguna consideración sobre cómo se podrían generar mejoras duraderas, ni tampoco se reconocía que las comunidades de la aldea global pueden tener prioridades que van más allá de recibir limosnas.

Por otra parte, no se programó ningún cuestionamiento al modelo de desarrollo, cuya aplicación puede generar más perjuicios que beneficios. Muchos niños del Sur conocen los efectos de comunidades desplazadas por proyectos de infraestructura o de familias desintegradas por la exportación de trabajadores baratos.

Estos trabajadores se convierten en fuentes de divisas que, entre otras cosas, le sirven a los países para pagar sus deudas con gobiernos, agencias multilaterales y bancos comerciales.

Un cartel a la entrada de un aula al aire libre de Africa advertía que "las escuelas financiadas por el gobierno son caras, y por eso el gobierno pide a los padres participar en programas de 'costo compartido"', una estrategia que, de hecho, es impulsada por agencias donantes.

Como contraste, se presentó el ejemplo de "escuelas misioneras a cargo de diferentes grupos religiosos… los cuales proveen un maestro a cambio de pequeñas contribuciones de los padres". La ADRA, por cierto, es de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Algunos niños que visitaron la exposición quedaron tan impresionados por las desgracias de otras personas del mundo, que querían donar plata de sus propios bolsillos.

Pero la "Aldea Global" parecía estar orientada en otra dirección. Todo el material promocional evidenciaba los instintos básicos de una corporación, pues parecía que se estaba aprovechando la oportunidad para seducir a los consumidores.

Casi todos los rincones de la ropa, los anuncios y los textos expuestos en la "Aldea Global" estaban marcados con el sello de una empresa patrocinadora, incluyendo una tienda por departamentos y "el canal de televisión más popular de Washington".

El material de prensa "electrónico" distribuido por ADRA a los periodistas junto con un vídeo, incluía una noticia de último minuto: "una conocida fabricante de cereales para el desayuno ayuda a combatir el hambre en Corea del Norte".

Las comunidades más afectadas por la hambruna recibirían "el cereal más vendido en Australia durante los últimos 32 años", decía el material entregado por la "Aldea Global", que mencionaba en forma insistente la marca del producto.

Los visitantes también eran invitados a participar en la confección de cajas con "productos de socorro" para la población de Haití.

Barras de jabón de una conocida marca y un enjuague bucal removedor de la placa bacteriana que debe usarse antes de cepillar los dientes predominaban entre los productos destinados a las barriadas pobres de esa nación caribeña. (FIN/IPS/tra-en/aa/lc-ml/dv/98

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