El sistema de previsión social, que financió por décadas los gastos sociales del gobierno, cobra ahora un precio que amenaza quebrar el Estado y agrava problemas no solucionados en el período de bonanza en Brasil.
La polémica y las resistencias políticas desatadas por una reforma que impulsa el gobierno aportan muy poco a la solución de las trampas generadas por las facilidades que ofreció el sistema en décadas pasadas.
Todo sistema público o fondo de pensión es al principio una mina de oro. Solo hay ingresos, casi ningún pago que hacer hasta que empiecen las jubilaciones unas tres décadas después.
Esa forma generosa de financiación del Estado estimuló programas imprudentes, insostenibles a la larga, y la corrupción. Tampoco exigía gran esfuerzo en combatir la evasión de contribuciones debidas, practicada incluso por gobiernos estaduales y municipales.
Llegado el momento de pagar la cuenta, cuando se interrumpió la generación creciente de empleos, es decir de nuevos contribuyentes, el atascadero se hizo visible.
Un estudio de Raúl Velloso, considerado uno de los mayores expertos en cuestiones fiscales de Brasil, acaba de revelar con datos esa repentina transición del paraíso al infierno.
En 1987, el sistema previsional tuvo un superávit de 16.300 millones de reales (unos 14.500 millones de dólares). En aquella época, aunque pasada la fase inicial, esos recursos financiaba los servicios públicos de salud.
Ya era previsible, por los cambios demográficos, las tendencias del mercado laboral y la extensión de beneficios a trabajadores que nunca contribuyeron al sistema, el agotamiento de la fuente de recursos fáciles.
Diez años después, señala el economista, las cuentas se revirtieron a un déficit que se acerca a los 3.000 millones de dólares. Se prevé que esa cifra se duplique, por lo menos, este año, aunque el gobierno logre aprobar su reforma en la votación final en junio, reduciendo algunos costos.
El sistema previsional contribuye al desequilibrio fiscal que obliga el gobierno a vender sus activos, privatizando empresas y servicios, además de despedir funcionarios, sin necesidad de justificaciones ideológicas.
Perdidos los recursos del INSS, los servicios públicos de salud se deterioraron y los ministros del ramo se convirtieron en cazadores de dinero. Uno de ellos, Adib Jatene, logró la aprobación de una contribución provisional sobre cheques antes de caer.
El actual ministro, José Serra, trata de buscar nuevas fuentes de financiación. Una de las alternativas es hacer permanente la contribución que debería dejar de ser cobrada al final de este año.
En otra trampa se metió el salario mínimo. Aunque todos reconozcan en ese instrumento un mecanismo fundamental para combatir las desigualdades sociales de que Brasil es campeón mundial, no lo permite el sistema previsional.
Es que de los 16 millones de beneficiarios del INSS, unos 13 millones reciben un salario mínimo, actualmente fijado en 130 reales (114 dólares), tras un aumento de 8,33 por ciento a partir de este mes. Se trata de uno de los más bajos salarios mínimos del mundo.
Un aumento mayor agravaría demasiado el déficit previsional, justificaron las autoridades económicas.
Pero el problema principal en Brasil no está en el INSS, que se encarga de la jubilación y pensiones del sector privado y de funcionarios públicos contratados bajo el régimen privado.
Una porción mayor del déficit del año pasado, unos 15.000 millones de dólares, se debió a las jubilaciones de los funcionarios vitalicios del gobierno central, que tienen un sistema propio, de poca contribución, altas remuneraciones y retiros precoces.
La reforma en fase final de votación en la Cámara de Diputados solo reduce un poco el déficit, pero no soluciona el desequilibrio creciente de la previsión social en Brasil, sentenció André Lara Resende, que coordinó un grupo encargado de elaborar una nueva reforma del sistema, más radical.
Un cambio será la creación de cuentas individuales, de manera que cada trabajador se jubilará ganando una remuneración proporcional a sus contribuciones, adelantó Lara Resende al diario Folha de Sao Paulo.
El ministro de Hacienda, Pedro Malán, opinó que solo habrña equilibrio si se sistema establece una relación entre lo que contribuye y recibe más tarde cada participante en el sistema, una correspondencia que no existe hoy. (FIN/IPS/mo/mj/if/98