El régimen de promoción de la industria automotriz de Argentina, pilar del modelo económico durante siete años, está hoy en el centro de la tormenta pues el Fondo Monetario Internacional (FMI) le atribuye el elevado déficit comercial del país.
El desequilibrio comercial argentino fue en 1997 de casi 5.000 millones de dólares y este año podría trepar a 8.000 millones, un fenómeno que, asociado al alto endeudamiento externo y a la persistente caída de precios de productos agrícolas y del petróleo en el mundo, tiene en vilo a los acreedores extranjeros.
Los industriales calculan el déficit del sector automotor en alrededor de 1.000 millones de dólares, pero los fabricantes de autopartes estiman que se trata de una cifra dos veces superior.
Los autopartistas estimaron el desequilibrio de 1997 en 3.200 millones y en 16.000 millones para el período 1992-1997.
De acuerdo con el cálculo de los fabricantes, el desequilibrio del sector automotriz representaría 35 por ciento del desequilibrio externo total. Si se toman los números de la asociación que nuclea a los autopartistas, el porcentaje asciende a 65 por ciento.
Las críticas del FMI a la incidencia automotriz en el déficit externo apuntan a las próximas negociaciones entre Argentina y Brasil, postergadas de abril a junio, para decidir sobre la continuidad del régimen automotor común del Mercosur que comenzó en 1991 y debería regir hasta el último día de 1999.
El FMI, que envió una delegación técnica a Argentina en abril para recomendar frenos a la actividad económica y al déficit, considera que si el régimen automotriz conlleva un subsidio implícito, es necesario eliminar normas preferenciales a partir de 2000 y adecuar el sector al mercado internacional.
El régimen permitió a las empresas automotrices importar unidades o partes con descuentos arancelarios a cambio de exportar vehículos fabricados con 60 por ciento de partes y piezas producidas dentro del Mercosur (Mercado Común del Sur), y de incrementar las inversiones para modernizar la industria.
Carlos Magariños, actual director general de la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial, consideró que las críticas del FMI al régimen que él mismo condujo cuando encabezaba la Secretaría de Industria argentina son "un desatino".
Magariños sostuvo que las críticas del organismo coinciden con la preocupación de países industrializados de que surja en América del Sur un polo de producción de automóviles capaz de competir en el mercado mundial en momentos en que ese sector está en crisis.
De hecho, durante los siete años de vigencia del régimen, las inversiones realizadas en Argentina, incluyendo las previstas este año, rondan los 5.000 millones de dólares y la producción de unidades creció de 139.000 a 450.000 vehculos.
Pero a diferencia de Brasil, que en 1997 produjo dos millones de automóviles y tuvo un déficit de 630 millones de dólares en su comercio automotor (cinco por ciento del déficit del país), en Argentina se produce menos y la gravitación del sector industrial en el desequilibrio es mucho mayor.
Los fabricantes de automotores acusan a los autopartistas de producir partes de calidad tecnológica insatisfactoria, lo que los obliga a importarlas del extranjero. Pero los acusados se defienden asegurando que 40 por ciento de las empresas de su sector obtuvieron en 1997 certificados de calidad IS0 9000.
En cambio, los autopartistas creen que el problema radica en que las fábricas con casas matrices en el extranjero son obligadas a comprar partes y accesorios importados, un hecho que incrementa el desequilibrio en la balanza comercial. (FIN/IPS/mv/mj/if/98