Las leyes, condenas y advertencias dispuestas durante décadas hicieron poco para erradicar el trabajo infantil en el mundo, que afecta a cerca de 200 millones de niños y niñas.
Hoy, una marcha internacional representa un nuevo esfuerzo hacia ese objetivo, que para muchos es una utopía.
México es la última escala en América Latina de la Marcha Global contra el Trabajo Infantil, iniciada en Brasil en febrero. Los niños y niñas que participan en el esfuerzo, alentado por cerca de 400 organizaciones no gubernamentales, llegarán al país este jueves.
Al igual que en Brasil, Ecuador, Colombia y Panamá, los menores y sus acompañantes se reunirán en México con autoridades para exigir que los niños sean liberados del trabajo, un objetivo plasmado en acuerdos y normas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Tras su visita, partirán a Ginebra, donde a fines de mayo celebrarán una cita evaluatoria con los demás contingentes de la marcha, que recorrieron los otros continentes.
"Es un esfuerzo loable, pero no creemos que la situación cambie demasiado, pues el problema tiene origen en las estructuras sociales y económicas imperantes en el mundo", dijo el abogado mexicano Emilio Krieger, miembro del Tribunal Internacional contra el Trabajo Infantil.
Según la OIT, unos 200 millones de niños trabajan en el planeta, y la cantidad podría llegar a 400 millones a mediados del próximo siglo si los gobiernos no adoptan medidas drásticas.
En numerosos países, las leyes prohiben el trabajo infantil y estipulan duras penas para quienes lo toleren y promuevan. Sin embargo, en los hechos la situación es otra.
El fenómeno registró tal crecimiento en los últimos años que la idea de erradicar el trabajo infantil fue ya sustituida en varios países y organismos internacionales, incluido el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), por el de la "humanización".
Sólo en América Latina se calcula que trabajan 17 millones de niños entre seis y los 14 años, muchos de ellos en condiciones de semiesclavitud. Las cifras son mayores en Asia y Africa.
Para políticos de izquierda y centroizquierda, erradicar el trabajo infantil es una utopía bajo las actuales estructuras económicas "neoliberales".
En 1996, el Tribunal Internacional contra el Trabajo Infantil declaró en México culpables a empresas multinacional y organismos financieros por "organizar el trabajo de menores con el afán de acumular ganancias para la especulación".
Entre los culpables fueron identificadas las empresas Coca Cola, Volksawagen y Reebok, y el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio.
Formado por sindicalistas, diputados, académicos y dirigentes humanitarios de 50 países, el Tribunal condenó también en aquella ocasión a los gobiernos que promueven despenalizar la explotación del trabajo de menores.
Si los niños que aún viven con sus padres no trabajaran, la pobreza en regiones como América Latina aumentaría entre 10 y 20 por ciento y la indigencia entre cinco y 10 puntos, advirtió la Comisión Económica para América Latina.
Cerca de 15 millones, de los 200 millones de niñas y niños de América Latina, viven en las calles, y seis millones sufren desnutrición.
"El trabajo infantil en la mayoría de sus formas es una afrenta, pues roba a un sector importante de la población su derecho al juego, la educación, la risa y a un futuro feliz", expresó Krieger.
"Por lo regular" los niños pobres de América Latina de entre cinco y siete años trabajan en dos actividades o más, indica un estudio del Centro Latinoamericano de la Universidad Nacional Autónoma de México.
En algunos países, como en México, las condiciones laborales de la población infantil son tan delicadas, que semejan las del siglo XIX, señaló Jean Maninat, director de la OIT para México y El Caribe.
En el convenio 138 de la OIT, elaborado en 1973, los gobiernos del mundo se comprometieron a "aplicar una política nacional dirigida a asegurar la abolición efectiva del trabajo infantil y a aumentar progresivamente la edad mínima de acceso al empleo". (FIN/IPS/dc/ff/hd/98