Vestidas con elegantes trajes color gris o azul marino combinados con inmaculadas blusas blancas, decenas de miles de mujeres ingresaron este mes al mercado laboral de Japón, pero ese ritual no garantiza su futuro en medio de la crisis económica.
Las nuevas trabajadoras se presentaron a sus trabajos a comienzos de abril, cuando se inició el año fiscal en este país. Pero los analistas laborales dijeron que enfrentan un futuro difícil, en el cual la recesión se sumará a una cultura empresarial que suele negarles la igualdad de oportunidades.
"Las trabajadoras de Japón enfrentan uno de los peores mercados de empleo que hayamos visto después de la guerra mundial, y la recesión económica no permite augurarles un futuro seguro", advirtió el abogado Tomoko Murata, especializado en casos de mujeres en el campo laboral.
Las dificultades de la economía japonesa fueron evidenciadas precisamente por las últimas cifras de desempleo, que lo ubican en 3,6 por ciento de la fuerza de trabajo, la tasa más elevada desde 1953. Actualmente hay 2,5 millones de desempleados, 160.000 más que hace un año.
El gobierno anunció la inyección de 124.900 millones de dólares con el propósito de estimular la economía, pero no logró generar muestras de entusiasmo, mientras la confianza del empresariado está en su nivel más bajo en años.
Las compañías desarrollan estrategias para bajar sus costos, lo cual generalmente implica despedir personal o cambiar su calificación. O hacer como Nomura Securities, la más grande empresa financiera del país, que este año reclutó sólo la mitad del personal habitual.
Las mujeres que tienen títulos universitarios enfrentan un año muy difícil si pretenden competir por un trabajo e iniciar una carrera en una empresa japonesa.
Los obstáculos comienzan en la universidad, donde 78 por ciento de las estudiantes reciben información de ofertas laborales, frente a 88 por ciento de sus compañeros hombres.
Frente a la disminución de oportunidades en las corporaciones japonesas, algunas mujeres buscan alternativas. Satoko Okamoto, una graduada en derecho internacional, dijo que sólo se presenta a trabajos ofrecidos por compañías extranjeras.
"En los últimos años se ha hecho mucho más notoria la discriminación contra las mujeres en las empresas japonesas, así que me pregunté ¿para qué perder el tiempo?", dijo Okamoto, de 23 años, quien aspira a un empleo interesante y bien pagado.
Pero su compañera de estudios, Yumiko Tachibana, aceptó trabajo en un banco japonés pese a su deseo de trabajar para una organización no gubernamental, por razones de estabilidad laboral.
"Tomé el empleo bancario aunque en mi interior sentía que yo no tengo futuro allí, presionada por mis padres que me advirtieron sobre la necesidad de tener seguridad frente a la recesión económica actual", contó.
Tachibana había sido rechazada por 50 empresas antes de que le ofrecieran el puesto en el banco. Sin embargo, los hombres de su clase no tuvieron problema en encontrar trabajo.
La fuerza de trabajo japonesa se guía por un sistema que divide a los nuevos empleados en dos corrientes: los que harán carrera ascendiendo y aquellos que se estancan en trabajos de escritorio. Más de 80 por ciento de las mujeres son reclutadas para la segunda categoría.
En las entrevistas de trabajo, las mujeres enfrentan preguntas que no están relacionadas con sus calificaciones profesionales. Suelen preguntarles por sus novios, o por sus planes matrimoniales.
"No nos quieren, y eso es obvio desde el primer minuto", comentó Kazuko Iwate, que trabajó durante 20 años en una pequeña editorial antes de fundar su propia empresa hace cinco años. "Las preguntas están diseñadas para desalentar a las mujeres", afirmó.
Las mujeres representan más del 40 por ciento de la fuerza de trabajo, compuesta por 67 millones de personas. Entre 1986 y 1996, la cantidad de mujeres que buscó una mayor independencia a través de un empleo aumentó en 28,8 por ciento.
Pero su participación en la fuerza de trabajo no significa que estén ascendiendo en la escala empresarial. Las estadísticas revelan que las mujeres ocupan sólo 2,8 por ciento de todas las jefaturas de sección, y sólo 1,3 por ciento de las jefaturas de departamento.
En Japón, país signatario del Acta de Igualdad de Oportunidades de Naciones Unidas, las mujeres ganan sólo 62 por ciento de los ingresos que reciben los hombres. Las solteras de 20 a 24 años reciben hasta 90 por ciento, pero las que tienen entre 55 y 59 años sólo obtienen 55 por ciento.
Los ejecutivos de las empresas japonesas argumentan que, si bien las leyes de igualdad son fantásticas, las mujeres no son capaces de someterse a largos horarios de trabajo y otras exigencias propias de una larga carrera.
"Las mujeres no logran hacerlo", afirmó un gerente que se negó a dar su nombre. Dijo que un empleado hombre trabaja hasta 2.508 horas al año, incluida una cantidad de horas extras por las cuales no recibe remuneración.
Según la oficina del primer ministro, una empleada mujer trabaja un promedio de 2.002 horas al año. Por cierto muy por encima que sus colegas europeas, las cuales registran un promedio de 1.600 horas anuales.
Ochenta y tres por ciento de las mujeres japonesas están empleadas en el sector de la manufactura, en comercios mayoristas y minoristas y en lugares donde se expenden comidas y bebidas. De cada dos, una tiene empleo a tiempo parcial.
Frente a este escenario, existen mujeres que desafían al mundo laboral japonés. Desde 1994, por ejemplo, hay un servicio telefónico de urgencia que brinda asistencia legal a trabajadoras hostigadas por sus empresas.
En un juicio famoso, 12 empleadas de una asociación de crédito de Tokio lograron que en 1996 se les pagara 770.000 dólares en compensación por el dinero que dejaron de ganar por haber sido injustamente marginadas de promociones en sus cargos, las cuales sí beneficiaron a sus colegas hombres.
Los abogados tienen en sus manos un repertorio de casos de mujeres que fueron despedidas sin notificación previa ni indemnización, de aquellas que perdieron el trabajo tras rechazar insinuaciones sexuales de sus jefes, o de las que fueron echadas de sus puestos sin ninguna causa.
Sin embargo, las mujeres que luchan por sus derechos laborales son pocas. "La mayoría se resignan con trabajos mediocres y mal pagados", comentó la abogada Keiko Hashimoto. (FIN/IPS/tra-en/sk/js/lc/pr-lb/98