El tratamiento de la mujer como "botín de guerra" en los conflictos armados comienza a cambiar, dijo Radhika Coomaraswamy, relatora especial sobre violencia contra la mujer, en su informe a la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Como prueba, Coomaraswamy señaló que la Oficina del Fiscal de los tribunales internacionales para la ex Yugoslavia y Ruanda ha acusado a personas concretas de violencia sexual considerada como crimen de lesa humanidad.
Por primera vez en la historia, la violación en tiempo de guerra se incluyó explícitamente como delito de lesa humanidad.
Las cortes militares que funcionaron en Nuremberg y Tokio al término de la Segunda Guerra Mundial no incluyeron la violación como crimen de guerra, y en Nuremberg no se juzgó a nadie por violencia sexual.
La relatora confió en que los progresos legales alcanzados evolucionen aún más, hasta consolidarse en el establecimiento de un tribunal penal internacional permanente.
"Para terminar siglos de impunidad", el marco jurídico de esa corte deberá reconocer que la violación, la agresión sexual, la esclavitud sexual, el embarazo forzado y la prostitución forzada constituyen crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad, declaró.
Coomaraswamy, que también presentó un informe de su investigación en Ruanda sobre la violencia contra la mujer durante el conflicto armado, dijo que su experiencia en ese país africano confirmó que la violencia es universal y ha sojuzgado a la mujer durante siglos.
Las mujeres sufren la violencia de los hombres de la comunidad enemiga o de las fuerzas de seguridad. Por lo general son violadas delante de sus familiares, incluso de sus hijos.
Con frecuencia son obligadas a desfilar desnudas en público, en medio del acoso de miembros de la comunidad enemiga. También sufren mutilaciones en pechos y genitales.
Después de la violencia sexual, la mayoría de las mujeres son asesinadas. Otras terminan raptadas, en matrimonios forzados o en la esclavitud sexual, explicó el informe.
La violencia contra la mujer durante la guerra constituye una práctica aceptada por tradición tácita entre los ejércitos conquistadores.
La relatora de la ONU recordó que algunos autores describen a la institución militar como masculina y misógena por definición, enemiga del concepto mismo de derechos de la mujer.
La misoginia reinante en las fuerzas armadas queda ilustrada por los numerosos casos de acoso sexual en las instituciones militares de Estados Unidos, dijo Coomaraswamy.
La violencia sexual contra las mujeres tiene por objeto humillar a los hombres del otro bando, que no han sabido proteger a sus mujeres.
También es un mensaje de castración y mutilación del enemigo. Es una batalla entre hombres que se libra en los cuerpos de las mujeres, dijo el informe.
Las consecuencias de la violencia sexual son devastadoras para las víctimas desde el punto de vista de físico, emocional y psicológico.
Coomaraswamy lamentó que son pocos los países que cuentan con personal debidamente capacitado para atender las necesidades de las víctimas que han sobrevivido.
En algunas situaciones, recordó, se ha utilizado la fecundación forzada como arma de guerra, para humillar aún más a la víctima de la violación, obligándola a concebir al hijo del victimario.
En los casos de delito perpetrado por agentes no estatales, como grupos paramilitares y organizaciones de guerrilleros, la relatora compartió la jurisprudencia sentada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre la responsabilidad de los estados.
El informe observó que cada vez más mujeres ingresan en las filas de combatientes y por primera vez en la historia se ha acusado a mujeres de crímenes de guerra.
Muchas mujeres, informó Coomaraswamy, participaron activamente en el genocidio de Ruanda y algunas perpetraron actos de violencia sexual contra otras mujeres.
Sin embargo, los Convenios de Ginebra sobre derecho humanitario en los conflictos armados configuraron sus normas para soldados y combatientes de género masculino.
La relatora demandó la reforma de esas normas para tener en cuenta las necesidades de las mujeres prisioneras y los problemas que plantean las mujeres que cometen crímenes de guerra.
Entre los casos de violencia contra las mujeres en tiempo de conflicto armado, el informe citó los edictos del movimiento Talibán en Afganistán, que "virtualmente han proscripto a la mujer de la vida pública".
La decisión del grupo armado triunfante en la guerra civil afgana tuvo un efecto demoledor en el sector de la salud en Kabul pues las enfermeras constituían el fundamento del sistema sanitario.
Las enfermeras que acudieron a ayudar a los pacientes fueron golpeadas repetidamente por los milicianos de Talibán, dijo el documento, aunque también consignó que todas las facciones en guerra en Afganistán violan los derechos de la mujer. (FIN/IPS/pc/ff/hd/98