Las fotografías de mujeres exhibidas en una galería de la capital británica recuerdan la tierra de fantasía creada por la escritora Margaret Atwood, donde las leyes religiosas obligan a toda mujer a cubrirse de pies a cabeza con una túnica de algodón rojo.
En el país imaginario de Gilead, que aparece en la novela "The handmaid's tale" (El cuento de la sirvienta), le cortan las manos a las mujeres que son sorprendidas leyendo, mientras que la protagonista, llamada Offred, pierde su empleo y sus ahorros tan pronto como se instaura el nuevo orden religioso.
Se suponía que era una novela de fantasía. Pero ya no es así, según lo prueban fotografías tomadas en Afganistán y expuestas por la organización de ayuda humanitaria Médicos del Mundo con el propósito de llamar la atención sobre la situación de las mujeres en ese país.
La exhibición titulada "Mujeres afganas: levantando el velo" se presenta en el Instituto Commonwealth de Londres y resume lo que está sucediendo en ese país donde, al igual que en la nación imaginaria de Atwood, en 1996 se instauró un nuevo orden religioso.
Las mujeres de Afganistán perdieron su trabajo, sus propiedades fueron confiscadas y se convirtieron en esclavas de los hombres. Todo esto en cumplimiento de las leyes creadas por el movimiento fundamentalista islámico Talibán, que controla 85 por ciento del territorio de esa nación.
Los soldados talibanes forzaron a las mujeres a la práctica de la "purdah", la reclusión para mantenerlas alejadas de hombres que no sean de su familia. Su visión de la religión es tan radical que son aun criticados por dirigentes islámicos de Irán y Egipto, quienes consideran absurda e ignorante su interpretación del Corán.
La exposición que se presenta en Londres incluye los trabajos de renombrados fotógrafos, como el brasileño Sebastiao Salgado, Pascal Maitre, Laurent Van de Stock y la conocida fotoreportera Christine Spengler.
"Conocí Kabul cuando era una de las ciudades más hermosas del mundo, un lugar donde se cultivaban las artes", recordó Spengler, quien se propuso volver para "retratar la pesadilla de los talibanes".
Una de las fotografías muestra a las mujeres, todas vestidas iguales, rodeadas por las ruinas que ha dejado en Kabul la larga guerra de Afganistán. Parecen sombras de colores.
En otra imagen, una mujer levanta su velo en un puesto de socorro. Su cara está marcada por la ansiedad y un texto adjunto informa que las infracciones al código de vestimenta talibán pueden ser castigadas con golpizas o con medidas aún más drásticas.
Según informes recopilados en esta capital, al segundo día de su llegada a Kabul las milicias talibanes le cortaron el brazo a una niña de 10 años por usar barniz de uñas.
La encargada de la oficina afgana de Médicos del Mundo, Sophie Lassere, relató que esa organización comenzó a operar en el país en 1982 y desde entonces fueron testigos de tiempos muy difíciles. "Pero los talibanes son los peores, algunas de sus reglas pueden costar la vida".
A las mujeres se les prohíbe trabajar, incluso a las viudas de guerra. La educación de las niñas debe cesar a los ocho años. La televisión está prohibida y no se permite la música.
"Los afganos aman a los pájaros, así como en Occidente se quiere a los perros. Pero los talibanes dijeron que ya no estaba permitido tenerlos, argumentando que escuchar el sonido de los pájaros ayuda a soñar", dijo Spengler.
También determinaron que las mujeres no pueden ser atendidas en servicios médicos mixtos, aunque no hay recursos ni personal para montar clínicas especializadas.
Según informes de algunas organizaciones no gubernamentales, los talibanes relajaron algunas de sus normas y algunas doctoras pudieron volver a su trabajo en el hospital de niños "Indira Gandhi".
Las fotos capturan el horror del pasado y del presente en un país que convive con la guerra hace demasiado tiempo. El rostro demacrado de una mujer que fue mutilada, grupos de personas merodeando entre los escombros de su ciudad, un pequeño cuarto de hospital hacinado con 12 pacientes.
Algunas de las fotografías están cubiertas con un velo, un gesto simbólico que también le permite al visitante mirar a Afganistán como lo ven las mujeres de ese país, completamente envueltas en el vestido tradicional, con una pequeña rejilla al nivel de los ojos.
Y las fotos están acompañadas por textos que incluyen entrevistas a mujeres afganas. "Yo soy profesional, pero mis hijas son analfabetas", lamentó una de ellas.
Una doctora expresó su preocupación porque en el futuro "las mujeres ya no serán médicas, ni enfermeras, ni profesoras".
Spengler tiene vasta experiencia en Camboya, Irlanda del Norte, América Central y otros lugares problemáticos del planeta, pero asegura que la situación de Afganistán le resultó particularmente perturbadora.
"Viajé por el campo y vi metros y metros de cinta sacada de cassettes de música y video colgando de los árboles, como si fueran adornos", recordó.
"Me pareció que era un símbolo muy revelador sobre la situación del país, un lugar donde a la gente no se le permite ver ni oir nada que provenga del mundo exterior". (FIN/IPS/tra-en/ba/rj/mk/lc-ml/cr-hd/98