AMERICA: Consenso y disenso sobre una educación en crisis

La necesidad de superar el rezago educativo que presenta América Latina, incluso en comparación con otras zonas del Sur en desarrollo, es un punto de consenso en la región, pero las medidas para conseguir ese objetivo difieren.

Los países de América Latina tomados globalmente tienen las tasas más bajas de escolarización, rendimiento e inversión por estudiante entre las naciones con un producto interno comparable, de acuerdo con documentos de la Organización de Estados Americanos (OEA).

El tema educativo estará presente en los debates de los presidentes de los países del hemisferio durante la Cumbre de América, que se desarrollará los 18 y 19 en Santiago.

"En momentos en que el conocimiento es cada día más decisivo en la competencia internacional, el rezago educativo, científico y tecnológico es un obstáculo al desarrollo latinoamericano", dijo a IPS el costarricense Fernando Zumbado, director regional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Zumbado citó cifras de informes especializados según las cuales la escolaridad promedio en América Latina y el Caribe es de cuatro años, la mitad que en el sudeste asiático.

Estadísticas de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) establecen a su vez que el gasto por estudiante en América Latina y el Caribe es de sólo 252 dólares al año, frente a 4.170 en los países industrializados.

"Los gobiernos (del área) han fracasado en sus intentos por lograr que la educación se convierta en prioridad desde el punto de vista político y no han sido capaces de dar suficiente apoyo a la reforma" educativa necesaria, señala un informe de la Comisión Internacional de Educación de la OEA.

La edición 1997 del informe del Banco Interamericano de Desarrollo "Progreso Económico y Social en América Latina" señala, por su lado, que "la tasa potencial de crecimiento" de la región "aumentaría sustancialmente en los próximos 10 años si el nivel educativo promedio de sus trabajadores subiera un año".

Los técnicos del BID calculan que por cada año de aumento de la escolaridad la economía de los países latinoamericanos crecería un punto.

Aunque no hay actor político, social o económico que niegue la constatación de que la "escuela en América Latina y el Caribe está en crisis", según los documentos que trató la Conferencia de las Américas realizada a principios de marzo en Washington a iniciativa de la OEA, las recetas para superarla difieren.

En un trabajo editado por la Universidad de la República de Uruguay, Miguel Soler, especialista en educación de adultos y consultor de la UNESCO, ataca las "tesis economicistas" que defienden la mayor parte de los gobiernos latinoamericanos, a instancias del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional,

Soler, que ejerció como maestro rural en Uruguay y fue uno de los inspiradores de la campaña de alfabetización del gobierno sandinista de Nicaragua, sostiene que en el terreno educativo los organismos multilaterales de crédito promueven tesis acordes a sus "lineamientos neoliberales" en materia económica.

"El Banco considera a la educación una inversión en material humano, que como toda inversión debe ser rentable", y para ello concibe una tasa de rentabilidad, calculada por su efecto en la productividad, dice Soler citando el documento "Prioridades y estrategias para la educación" editado por esa entidad en 1996.

En aras de alzanzar esa rentabilidad, el Banco Mundial aconseja a los gobiernos latinoamericanos, por ejemplo, que reduzcan sus inversiones en locales escolares. "Los edificios no son del todo necesarios para obtener los resultados económicos deseados", dice su documento.

Recomienda igualmente disminuir los "costosos programas de alimentación escolar" y estima que "reducir los sueldos del profesorado es también una posibilidad que debiera examinarse en los países donde se demuestre que, pese a ello, seguiría habiendo una oferta suficiente de calidad similar".

Protestando contra esta "concepción economicista, nociva y antipedagógica" de la educación, Soler ataca también la idea de que aumentando la inversión en educación para hacer crecer la matrícula escolar la tasa de crecimiento de un país progresaría.

Tomando el ejemplo de Guatemala, base de los cálculos del documento del Banco para establecer la relación aumento de matrícula-crecimiento económico, el especialista se pregunta por qué el organismo multilateral no tuvo en cuenta otras variables.

"¿Qué hubiera pasado en Guatemala si la ley de reforma agraria del presidente (Juan José) Arévalo se hubiera aplicado durante los años 60, caracterizados por sucesivas dictaduras? ¿Qué habría pasado en la educación guatemalteca?", se interroga.

"¿Y si los indígenas hubieran percibido durante esos años mejores precios por el café?", se interroga nuevamente.

Soler también critica el principio de la transferencia de responsabilidades educativas a municipios y comunidades locales que está en la base de numerosas reformas educativas en obra en países de América Latina.

Ese principio, que se aplicó a rajatabla en Chile durante la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-90), y que el Banco Mundial considera como modelo en este plano, fue fuertemente cuestionado por Ricardo Lagos, ministro de Educación del primer gobierno posdictatorial en ese país sudamericano.

En Chile, comentó Lagos, "la responsabilidad social en educación ha sido remplazada por el ilusionismo del mercado. So pretexto de la necesaria descentralización, se ha llegado no sólo a la atomización del sistema sino a una competencia a veces agresiva donde debiera primar la cooperación".

Reformas similares a la chilena inspiraron a los gobiernos de Bolivia, México y Colombia, recuerda Soler.

"El modelo escolar que propone el Banco Mundial" a los países latinoamericanos es "un modelo que contiene dos grandes ausentes: los maestros y la pedagogía", considera por su lado la mexicana Rosa María Torres en su libro "¿Mejorar la calidad de la educación básica?. Las estrategias del Banco Mundial".

Como Soler, Torres estima que el énfasis puesto por los organismos multilaterales en el impulso a la educación primaria bajo el pretexto de que "favorece a los pobres" es funcional a un "proyecto más global" también basado en "cálculos de rentabilidad".

"Para el Banco la educación terciaria es poco rentable, y por eso propone privatizarla, mientras la educación básica, que extiende a ocho años, debe ser asumida por el Estado para preparar a personas aptas a ocupar un puesto en el mercado de trabajo y nada más", dice el profesor argentino Ricardo Aragón.

Soler apunta a su vez sus dardos sobre la pedagogía de «tiza y pizarrón, elemental, intraescolar, confinada al aula", preconizada por el Banco Mundial, que "evita mencionar toda proyección social hacia fuera de la escuela".

En cuanto a las propuestas del organismo multilateral para la educación terciaria, basadas en el desarrollo de sistemas de financiamiento a la demanda, el argentino Juan Carlos Tedesco, ex responsable del departamento de Educación de la UNESCO en Suiza, estima que en ningún lugar del mundo ha dado resultados.

"Son sistemas que introducen la dinámica del mercado. Obligan a las escuelas a una dinámica donde la formación integral de la personalidad, la formación de valores que van más allá de la demanda individual, quedan relegados, subestimados", señaló.

Tedesco, quien regresó a Buenos Aires a instalar un Instituto Internacional de Planificación de la Educación en América Latina, dijo al diario argentino Página 12 que la inversión en educación en la región "debe aumentar hasta un cinco o seis por ciento del PIB como mínimo, pero no debe ser cualquier inversión".

"La descentralización educativa sólo se justifica si mejora la calidad de la escuela. Si la autonomía, que fue una demanda progresista en América Latina años atrás para lograr innovaciones que el control estatal impedía, se traduce en menor gasto público, menor inversión, no tiene ningún sentido", destacó.

Soler concluye preguntándose por qué el Banco Mundial, en principio creado para otros cometidos, debe terciar también en el tema educativo, y cuestiona su autoridad en la materia, más aún cuando el propio organismo admite que sólo aporta 0,6 por ciento del gasto total de los países en desarrollo en esta área.

Con sus propuestas educativas, que engloba en sus planes de reforma estructural, y cuya aceptación por los gobiernos será considerada para la concesión de préstamos, "el Banco Mundial se desmarca del mundo de la cooperación internacional y se coloca en el de la coacción lisa y llana", destaca el consultor de la UNESCO. (FIN/IPS/dg/ag/ed-dv/98

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