El debate en Estados Unidos sobre el aporte de capital al Fondo Monetario Internacional (FMI) tiene especial interés para el resto del mundo, porque es "una prueba de fuego" para el internacionalismo de la unipolar potencia de la globalización, según un análisis del SELA distribuido hoy.
El presidente Bill Clinton ganó el día 5 la primera batalla para que el Congreso apruebe la entrega de 18.000 millones de dólares al FMI, que son clave para la concertada reposición de fondos para el organismo por 45.000 millones de dólares.
Pero el SELA (Sistema Económico Latinoamericano), con sede en la capital de Venezuela, puntualizó que a la Casa Blanca le queda aún un rosario de obstáculos dentro del legislativo, en los próximos 15 días, para obtener los 18.000 millones para el FMI.
El Comité de Servicios Financieros y Bancarios de la Cámara de Representantes aprobó el plan de inyectar nuevos recursos al FMI para apuntalar las economías de Asia y aumentar el capital de la entidad, en que Washington participa con 18 por ciento del total.
Pero en su informe, el SELA recuerda que ese comité es el escollo menor en el empinado camino que resta para que el proyecto sea aprobado del Congreso, donde aún debe ser discutido en los comités de gastos y en las dos cámaras.
El punto clave del debate es hasta qué punto estará dispuesto Clinton a jugarse por promover la cooperación económica global y hasta dónde llegará el Congreso en apoyo del internacionalismo.
A lo largo del siglo XX, los presidentes estadounidenses sólo pudieron avanzar en su internacionalismo hasta el límite impuesto por el Poder Legislativo, en una oscilación pendular que con el fin de la guerra fria indujo al Congreso a una gran cautela ante propuestas en favor de la globalización y el multilateralismo.
En un mundo unipolar, Clinton no puede recurrir a peligros como la amenaza comunista, que hace 50 años, el 3 de abril de 1948, ayudó a su antecesor Harry Truman a obtener la aprobación de 6.000 millones de dólares para el Plan Marshall, destinado a la reconstrucción europea tras la II Guerra Mundial.
La "antena" del SELA en Washington considera que, en el debate sobre el aporte al FMI, se está produciendo "un preocupante patrón", similar al que condujo al fracaso del intento de Clinton por lograr la facultad de la vía rápida para contar con un verdadero poder negociador en el área del comercio.
El ala izquierda y la derecha del espectro político de Estados Unidos "trabajan concertadamente para socavar el internacionalismo", así sea por razones opuestas.
En medio, se ubica un centro del que es exponente Clinton y que "todavía apoya los mercados abiertos y un papel mundial activo", pero cuya influencia está cada día más disminuida.
La izquierda estadounidense ve la globalización económica como "una conspiración de las corporaciones transnacionales para explotar a los trabajadores" en todo el mundo, mientras que la derecha considera a los organismos multilaterales y los tratados económicos como "una amenaza a la soberanía estadounidense".
La crisis que golpea a países del sur y el este de Asia es el último gran campo de batalla de esas tendencias que conviven en Washington, según el SELA, y su desenlace determinará una actitud estadounidense de repercusiones planetarias.
Para Estados Unidos, el factor decisivo de la crisis asiática es su impacto sobre su ya abultado déficit comercial, que se mantiene en alza desde que Clinton llegó al poder en 1993.
El secretario general de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo, el brasileño Rubens Ricupero, dijo el 9 de febrero en Caracas que la crisis asiática elevará este año ese déficit hasta 300.000 millones de dólares, frente a los 181.827 millones de 1997.
El déficit comercial estadounidense tuvo como únicos responsables a dos países asiáticos, China y Japón. El SELA cree que aumentará sobre lo proyectado por Ricupero si la crisis en el Pacífico se profundiza y acarrea el efecto dual de menores ventas de Estados Unidos y mayores compras a Asia.
Ricupero anticipó que el incremento del déficit dará argumentos a quienes exigen en Washington un mayor proteccionismo.
Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, alertó el 24 de febrero sobre los peligros que se ciernen para Estados Unidos. "Hay nubes borrascosas sobre el Pacífico occidental y se encaminan a nosotros", dijo, al dar por hecho que la producción interna será dañada por la caída de las ventas.
Con ese telón de fondo, el SELA explica que el centro que representan Clinton y sectores del Congreso lucha por mostrar la crisis asiática como "una amenaza a la prosperidad global y a la estabilidad política regional", y que la salida depende del FMI.
Pero, para apoyar su objetivo, Clinton y sus seguidores ponen condiciones al aporte de fondos a los países en crisis y al propio FMI.
En el caso asiático, demandan reformas que aseguren mayor transparencia económica y limiten el criticado "capitalismo salvaje" de las naciones asiáticas en crisis, y la supresión de barreras al ingreso de algunas manufacturas, como los automóviles.
Al FMI se le exige desde una mayor promoción de la liberalización económica y de la privatización, hasta medidas que respalden la visión de Estados Unidos sobre la planteada "nueva arquitectura" del sistema financiero global.
Pero aún con ese condicionamiento, el SELA cree que no será sencillo para la administración Clinton y sus aliados superar la combinada oposición de izquierda y derecha.
La izquierda asume la posición de los sindicatos, contraria al aumento de capital porque el FMI contribuyó a deteriorar las condiciones laborales en todo el mundo. También acoge las presiones de grupos ecologistas sobre el FMI para que promueva medidas ambientales más rigurosas entre los países beneficiados.
Desde la derecha, la oposición tiene dos vertientes. La más radical y minoritaria demanda el retiro de Estados Unidos del FMI y otros organismos multilaterales por razones de soberanía, y el resto argumenta en contra por el "riesgo de negligencia".
En ese riesgo resumen un total escepticismo sobre las operaciones de rescate, porque las víctimas de una crisis serán menos responsables al tener la seguridad de que no cargarán con todas las consecuencias del error cometido.
Desde esa percepción, se argumenta también que la ayuda financiera aportada ante otras crisis de incidencia global, como la de la deuda latinoamericana en los años 80 y la de México en 1994-95, creó "un efecto de imprudencia" en Asia.
Y arguyen que, en la medida en que se apoye el rescate de economías en crisis, se propiciará un "efecto dominó" de imprudente negligencia, en una visión del Sur en desarrollo prejuiciada y xenófoba, aunque el SELA no profundiza en lo que subyace detrás de este ataque al internacionalismo. (FIN/IPS/eg/ff/if/98