NICARAGUA: La violencia política no tiene respaldo popular

La mayoría de los habitantes de Nicaragua rechazan la violencia política, actitud que atribuyen a extremistas de derecha e izquierda, según un estudio que desacredita extendidas creencias sobre la idiosincracia de esta nación.

Rodolfo Delgado, director ejecutivo del Instituto de Estudios Nicaragüenses (IEN) que elaboró la encuesta, señaló que, según los resultados, los habitantes de este país no son violentos ni intolerantes, a diferencia de lo que se constata entre los dirigentes políticos.

El estudio comprobó, además, el apoyo a la vía electoral como medio de acceso al poder y el rechazo a formas violentas de protesta utilizadas en Nicaragua, explicó Delgado.

Una gran mayoría de los encuestados, 88,8 por ciento, desaprueba la existencia de grupos organizados para derrocar gobiernos elegidos por vías democráticas. Apenas 7,2 por ciento convalida esa práctica. Además, 85,5 por ciento se pronunció contra las dictaduras y 4,4 por ciento a favor.

Casi la mitad de la población señala que el voto popular debe ser la única vía de acceso al gobierno y para que distintos partidos se alternen en el poder político.

De acuerdo con el sondeo, efectuado por el IEN con metodología de la Universidad de Pittsburg y auspiciado por la Agencia Sueca para el Desarrollo Internacional (ASDI), se entrevistó a 1.250 mayores de 16 años en todo el territorio del país, tanto residentes urbanos como rurales.

Delgado recordó que en 174 años de vida republicana en Nicaragua, caracterizada como "una de las más conflictivas de América Latina", apenas se registraron 37 años de relativa paz, lo que atribuyó a cuestiones relacionadas con "el acceso, la alternancia y el ejercicio del poder político".

Desde 1821, año en que Nicaragua se independizó de España, el país ha vivido guerras civiles, golpes de estado, dictaduras militares, una revolución social y un dificultoso proceso de transición.

Los años más calmos y estables transcurrieron entre 1857 y 1893, "el período de los treinta años" durante los cuales el país se dio una tregua tras una guerra civil y otra contra el filibustero William Walker.

Pero después de eso y hasta ahora, Nicaragua ha sufrido violencia institucional, social, y política con un resultado de miles de muertos, decenas de miles de heridos y mutilados y una economía con un estancamiento de 60 años.

A pesar de todos estos antecedentes, más de 90 por ciento de los nicaragüenses rechazan el uso de métodos violentos como la invasión de propiedades o el cierre de carreteras en la actividad social y política.

Además, 93,3 por ciento de los encuestados discrepa con las tomas de fábricas y edificios estatales, métodos utilizados por el sandinismo y sus grupos afines desde 1990 hasta la fecha.

Por otra parte, 80,9 por ciento se pronunció a favor del diálogo nacional como mecanismo para resolver los problemas del país, y un 70,8 por ciento consideró que esa meta era posible.

Delgado consideró que el problema radica en el mundo político nicaragüense, tanto entre dirigentes de izquierda como de derecha, que ejercen el poder de forma hegemónica, tendiente al enfrentamiento y negociando "al filo de la navaja".

"El que llega al poder quiere avasallar a la oposición y la oposición quiere responder de la misma forma. Entonces, hay poca actitud negociadora", dijo Delgado a IPS.

"Toda sociedad está inmersa en conflictos por su propia dinámica. El reto es buscar la solución de los conflictos por la vía negociada. Una nación no puede avanzar si admite que la violencia política es el método constante para resolver los conflictos", agregó.

Todavía subsiste la intolerancia en grupos minoritarios que, en la mayoría de los casos, ejercen liderazgo político y partidario, advirtió Delgado.

Entre los adherentes al izquierdista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), 21 por ciento están de acuerdo en derrocar gobiernos elegidos en las urnas.

Mientras tanto, 17 por ciento de los simpatizantes del actual gobierno derechista estarían dispuestos a alzarse contra todo movimiento revolucionario.

"Estamos en presencia de grupos minoritarios que en la historia han terminado imponiendo su agenda conflictiva", insistió Delgado.

En la última crisis política que sufrió Nicaragua, en abril de 1997, el gobierno y la oposición se acusaron de armar y entrenar a fuerzas paramilitares que actuarían para profundizar o frenar protestas sociales.

Pero no se registró ninguna víctima y ambas fuerzas se sentaron a negociar. De todos modos, el entendimiento fracasó semanas después.

Desde entonces, los líderes de la derecha y la izquierda, el presidente Arnoldo Alemán y y el ex mandatario sandinista Daniel Ortega, se trenzan cada tanto en guerras verbales en las que llegan a acusarse de "asesinos" o "corruptos".

A juicio de Delgado, esas actitudes no contribuyen a distender la política nicaragüense.

Sin embargo, el experto observó que Nicaragua empieza a buscar su estabilidad política y económica de cara al futuro.

"Los hechos políticos positivos de fondo son la no polarización de la amplia mayoría de los nicaragüenses y su sentido de nación, de entendimiento y de estabilidad, independiente de sus simpatías políticas", concluyó. (FIN/IPS/rf/mj/ip/98

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