Líderes opositores pertenecientes al grupo étnico kikuyu, el mayor de Kenia, exhortaron a su comunidad a defenderse contra la violencia atribuida a bandas leales a la gobernante Unión Nacional Africana de Kenia.
"Ya es suficiente", sentenció Mwai Kibaki, líder del Partido Democrático, en el entierro el fin de semana de 19 víctimas de la violencia étnica que residían en Sipili, una localidad situada 280 kilómetros al norte de Nairobi.
"Tenemos pruebas de que la violencia étnica desatada contra nuestro pueblo es algo planeado", afirmó.
Kibaki, quien figuró segundo en las elecciones presidenciales celebradas el 29 de diciembre, consideradas fraudulentas, exhortó a todos los jóvenes mayores de 18 años "a defender a la comunidad de los mercenarios de (el presidente Daniel Arap) Moi".
"En la época colonial usábamos 'pangas' (machetes) para ahuyentar a los británicos. Esta vez les daremos a nuestros jóvenes algo diferente", dijo Kibaki, quien fue aclamado por la multitud.
Lucía Nyawira nunca olvidará lo ocurrido el sábado 17 de enero, cuando perdió a sus dos hijos. "Supe que algo malo pasaría cuando todos los hombres del lugar fueron a responder un llamado de auxilio en Metigwit", dijo Nyawira entre lágrimas.
Cerca de 60 por ciento de los jóvenes que fueron a ayudar a sus hermanos de etnia en esa localidad no regresaron con vida.
Armados sólo con sus machetes tradicionales, fueron víctimas de una emboscada por atacantes que portaban armas de fuego, supuestamente pertenecientes a la comunidad kalenjin.
Unos 26 jóvenes kikuyus murieron en el ataque, según informes locales. Otros seis desaparecieron, y unas 20 personas que no participaron del enfrentamiento fueron asesinadas cuando huían de sus hogares.
"Nunca había visto tal baño de sangre, ni siquiera en las películas", aseguró Peter Muiruri, un joven de 25 años cuyas piernas veloces le salvaron la vida.
"Abrieron fuego a corta distancia, y mataron a la mayoría. Luego procedieron a cortar a los muertos en pedazos. Los atacantes querían aparentar que se trataba de un tradicional enfrentamiento con 'pangas', flechas y lanzas", relató.
El incidente no fue el único ocurrido el 17 de enero. El mismo día, varias casas pertenecientes a kikuyus fueron saqueadas e incendiadas, y al día siguiente las matanzas se extendieron hacia otras localidades.
Desde el 10 de enero, cuando estallaron los enfrentamientos étnicos en la división Ol-Moran del distrito de Laikipia, en Rift Valley, más de 100 personas fueron asesinadas, principalmente de la etnia kikuyu.
Al igual que los enfrentamientos ocurridos en Rift Valley en 1992, los actuales se consideran parte de una campaña para expulsar del área a los kikuyus, que en general apoyan a la oposición política.
Gran parte de la población del área pertenece a la comunidad kalenjin, a la que pertenece el presidente Moi, y grupos pastorales aliados como los maasai, los turkana y los samburu.
El representante legislativo del área, Chege Mbitiru, advirtió que el intento de limpieza étnica no tendrá éxito. "Sólo saldremos de Rift Valley para ir al cielo o al infierno", aseguró Mbituru en el funeral colectivo. (FIN/IPS/tra- en/pn/kb/ml/ip/98