ASIA ORIENTAL: Los tigres procuran ayudarse entre ellos

Funcionarios del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial comenzaron el año como enfermeros que se agolpan en la escena de un desastre, atravesando Asia oriental con el fin de estabilizar la región.

El FMI, que ha concedido créditos por casi 120.000 millones de dólares, planteó recetas macreconómicas, revisó las estadísticas de los países y, en el caso de Indonesia, impuso un programa de austeridad con firmes condiciones.

El presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, cuya gira por seis países asiáticos concluyó esta semana, alertó que, además, se debe dar prioridad a los pobres, que cargarán sobre la espalda la mayor parte del peso de las medidas de seguridad.

Pero aun con ese enfoque de corte social, las instituciones de Bretton Woods ofrecieron poco para manejar el fenómeno de la globalización. Se dedicaron, en cambio, a atacar los síntomas y a reiterar el mismo consejo de recortar el gasto público, elevar las tasas de interés y ceñir los créditos.

Algunos funcionarios de gobiernos de Asia oriental pensaban que Wolfensohn se manifestaría contra alguno de los controvertidos consejos del FMI, pero estaban equivocados. En Singapur, incluso, llegó a decir que creía que el Fondo estaba "haciendo un muy buen trabajo" en Asia oriental.

Funcionarios de Corea del Sur procuraron apoyo del Banco para aflojar las altas tasas de interés que dañan el crédito y las posibilidades de estimular el crecimiento, pero Wolfensohn contestó que por ahora se necesitaba "estabilizar el mercado financiero" y la moneda nacional, el won.

Pocos dudan de la utilidad de los fondos de emergencia del FMI o de la necesidad de un ajuste de cinturón. Los analistas afirman que estas medidas no serán, al parecer, suficientes por sí solas para revertir la crisis, y ni siquiera para impedir que se produzca otra en el futuro.

Con el Fondo y el Banco no muy dispuestos a reconsiderar sus viejos mecanismos de salvataje, muchos gobernantes comenzaron a estudiar soluciones pergeñadas en la región.

"Es preferible discutir juntos y presentar un frente unido a que cada país trate de salir solo" de la crisis, dijo esta semana el primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, en Manila.

Mahathir está tratando de que los países del sudeste de Asia utilicen monedas regionales, en especial el fuerte dólar de Singapur, para el comercio intrarregional. El dólar de Estados Unidos se emplearía solo para importaciones de extrazona.

Las monedas se calman y el temor a un colapso de deuda se aventó por medio de la reprogramación de pagos, por lo que el debate es ahora el establecimiento de nuevos mecanismos de manejo de capitales volátiles.

"Sin un acuerdo global y acciones internacionales concertadas, esta crisis reaparecerá", advirtió el viceprimer ministro de Tailandia, Supachai Panitchpakdi.

Los expertos reunidos este mes en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, estuvieron de acuerdo en que los movimientos de capital escapan al control de los gobiernos o de instituciones multilaterales como el FMI o el Banco.

"Las reglas del juego deben cambiar, a medida que el número de jugadores continúa aumentando y su naturaleza cambia. La necesidad de una plataforma mínima de consenso sobre las reglas es más esencial que nunca", dijeron el presidente del foro, Klaus Schwab, y su director ejecutivo, Claude Smadja.

Banqueros, economistas y funcionarios de gobiernos hablan de constituir un nuevo FMI, una junta de supervisores o un dispositivo de alerta temprana que dé la alarma sobre deuda privada excesiva, en particular la de corto plazo.

Este debate, al parecer, durará años. Mientras tanto, las exhortaciones efectuadas por gobiernos de la región para abatir la especulación y el tráfico de divisas fueron recibidas por oídos sordos.

Mahathir ha procurado desde septiembre que el FMI y el Banco Mundial efectuaran un estudio sobre el asunto que incluya una evaluación de las sugerencias de creación de un impuesto a las transacciones de divisas.

Wolfensohn dijo en Singapur que el Banco considera mecanismos para moderar el flujo de divisas, pero que esos mecanismos no debían trabar el flujo de recursos. La especulación con monedas no es la causa de todos los problemas regionales, pero "lo que necesitamos es algún tipo de equilibrio", reconoció.

Como sus pedidos reciben tan poca atención de las instituciones internacionales, los gobiernos de Asia oriental se dan cuenta de que las curas a largo plazo a la inestabilidad financiera deberán ser desarrolladas por ellos mismos y en conjunto.

El primer ministro de Tailandia, Chuan Leekpai, dijo que los países que quieren cosechar los beneficios del mercado mundial, que fue fundamental en el aceleradísimo crecimiento del este de Asia en las últimas décadas, también deberán desarrollar mecanismos para defenderse de ese mismo mercado.

Algunos países que se introdujeron en la senda del desarrollo, como de Brasil y Chile, deben mejorar sus defensas, poner ciertas condiciones a las inversiones de mediano plazo y mejorar el control sobre los movimientos de moneda extranjera, advirtieron expertos.

El presidente de México, Ernesto Zedillo, tras la crisis que sufrió su país hace tres años, sostuvo que los capitales que cruzan las fronteras deben ser sometidas a políticas nacionales que los gobiernos están obligados a diseñar.

"Se supone que el FMI y el Banco Mundial procuran la estabilización. ¿Y después qué? Esa es la pregunta que nosotros mismos debemos contestarnos", dijo Nieves Confesor, ex ministra de Trabajo de Filipinas y candidata a directora general de la Organización Mundial del Trabajo (OIT).

El FMI y el Banco se concentran en los programas macroeconómicos, pero deberían darse la misma importancia a "programas paralelos para asegurar que la brecha entre ricos y pobres no se amplíe", dijo Confesor.

Wolfensohn anunció en su gira por Asia oriental que 9.000 de los 16.000 millones de dólares que el Banco asignaría a Tailandia, Indonesia y Corea del Sur se destinarían a la creación de empleos y al alivio de los desempleados.

Además, la institución aportará 300 millones de dólares más para la creación de empleos en Tailandia, 100 millones con el mismo fin para Indonesia y 7.000 millones para Corea del Sur. Hubo voces críticas según las cuales eso no es suficiente para atacar los efectos secundarios de la austeridad.

Los líderes políticos se enfrentan a molestos ciudadanos que sufren el levantamiento de los subsidios de bienes de primera necesidad, la suba de precios y la pérdida de empleos.

Eso impulsó a algunos países a alcanzar sus propios acuerdos entre sindicatos y patronos, como ocurrió en Corea del Sur y Filipinas, y que suponen la suspensión de despidos como contrapartida de la reducción de horas de trabajo o de salarios. (FIN/IPS/tra-en/js/ral/mj/if/98

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