TAILANDIA: Monjes budistas se suman a lucha contra el sida

En el pintoresco templo budista de Wat Pa Daraphirom, del norte de Tailandia, varias decenas de monjes discuten la educación sexual para prevenir el sida, un tema considerado tabú por la mayoría de los grupos religiosos.

El objetivo consiste en sumar a los monjes tailandeses, de gran influencia sobre la población rural, a la batalla contra la pandemia de VIH/sida (virus de inmunodeficiencia humana/síndrome de inmunodeficiencia adquirida), el principal problema de salud pública del país del sudeste de Asia.

Después de años de mala reputación por ser el país asiático más afectado por el virus del sida, Tailandia está combatiendo la pandemia gracias al esfuerzo del gobierno y organizaciones no gubernamentales (ONG), grupos comunitarios de autoayuda y distintas personalidades.

El proyecto para que los monjes budistas asesoren a personas con VIH y a la población no afectada es un buen ejemplo de la forma en que Tailandia utiliza sus "recursos culturales" para combatir la enfermedad, según los expertos.

El programa comenzó hace seis meses con el apoyo financiero de Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y ya abarca a varios monasterios del norte del país.

"El templo es el centro de la comunidad, así que los monjes podrán ejercer una gran influencia", destacó Lawrence Maund, académico budista y coordinador del proyecto.

Hasta que comenzó el proyecto, los educadores sobre VIH/sida no habían llegado a los monasterios, donde millones de jóvenes estudian, reciben instrucción moral y son iniciados a la vida monacal, por lo que la incorporación de los monjes al proceso educativo desatará una tremenda fuerza social, anticipó Maund.

Algunos integrantes mayores del clero budista no están de acuerdo con que los monjes discutan el VIH/sida y consideran que el tema está vinculado a la industria comercial del sexo.

Sin embargo, el proyecto de UNICEF recibió una respuesta entusiasta de los monjes más jóvenes, muchos de los cuales fueron testigos de la muerte de familiares y amigos por la enfermedad.

Varios monasterios del norte del país cuentan ahora con centros de meditación, servicios de asesoramiento y actividades generadoras de ingresos para las personas que viven con el VIH, un hecho que disminuyó en gran medida el temor y la discriminación de la sociedad hacia los infectados.

Otros grupos y comunidades intensifican su batalla contra la pandemia.

En la provincia norteña de Chiang Mai, con el mayor número de casos de personas infectadas en el país, ya hay más de 60 organizaciones que se ocupan de diversos aspectos del problema. Muchas son dirigidas y organizadas por personas afectadas por el mal que luchan, con éxito, contra la discriminación.

De hecho, los expertos afirman que Tailandia podría convertirse en un modelo para otros países asiáticos y en desarrollo al generar acciones positivas de las comunidades locales, así como de las personas afectadas, contra el VIH/sida.

Aunque India tiene la mayor cantidad de personas con VIH en números absolutos (es el segundo país más poblado del mundo), Tailandia tiene el mayor porcentaje de portadores del virus en relación a la población.

Se estima que casi un millón de tailandeses portan el VIH en la población de 60 millones de habitantes. De ellos, los enfermos de sida ascienden a casi 75.000, más de 20.000 de los cuales ya murieron.

"A principios de esta década se estimaba que casi cuatro millones de personas serían portadores de VIH en Tailandia para el año 2000 y que casi 15.000 habrían muerto de sida", señaló el médico Usa Duongsa, secretario de la Fundación AIDSNET.

"Pero no es probable que la estimación se convierta en realidad, sobre todo por el esfuerzo de las organizaciones que combaten la pandemia", agregó.

Fundada por el gobierno de Australia, la nueva fundación surgió del Programa del Norte para la Prevención y Atención del Sida (NAPAC), que durante cuatro años ha creado y apoyado a grupos comunitarios y ONG que trabajan en el norte de Tailandia.

En los años siguientes a la detección de los primeros casos de sida en 1984, gran parte de la educación del público fue impartida por agencias del gobierno y algunas ONG de Bangkok.

Ahora, en cambio, el esfuerzo se está extendiendo con mayor fuerza en las zonas rurales, sobre todo en el norte, donde se registra casi la mitad de los casos de VIH en el país.

"En los últimos años pusimos hincapié en la autoprotección y la ayuda solidaria de las personas y las comunidades. El gobierno no puede encargarse de todo", explicó el director del norteño Centro de Enfermedades Comunicables del Ministerio de Salud Pública, el médico Chavalit Natprathan.

Un ejemplo es la Asociación de Amigos de la Nueva Vida (NLFA), dirigida por Samra, un diseñador de interiores que descubrió que era portador de VIH en 1989.

Nueve años después, el director no sólo está bien de salud y lleva una vida normal sino que es el alma del grupo con casi 6.000 miembros portadores del mal, originarios de siete provincias del norte.

"Cuando comenzamos hace cinco años, las personas afectadas de VIH no tenían mucha confianza en su capacidad de supervivencia y en la aceptación de la sociedad", recordó Samran.

Gracias a la NLFA, cientos de personas con VIH hallaron apoyo moral al discutir sus problemas en grupo y aprender a llevar una vida normal, sin temor. La iniciativa hizo que muchas personas los respetaran y dejaran de discriminarlos.

Pero un problema importante a resolver son los cientos de niños que quedaron huérfanos por la pandemia, sobre todo en las zonas del norte y nordeste de Tailandia.

Aunque algunos grupos de caridad crearon guarderías y orfanatos para cuidar a los niños, muchos de los cuales son portadores de VIH, los activistas temen lo que pueda ocurrir en el futuro cuando la cantidad de huérfanos aumente, según las estimaciones. (FIN/IPS/tra-en/ss/js/aq-ml/he/98

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