China enfrentará en 1998 el desafío de resolver agudos problemas internos, encarar la reforma del Estado, el desempleo y la agitación social, tras un año lleno de hechos triunfantes liderados por la recuperación de Hong Kong.
Muchos de estos problemas acuciantes, que tienen lugar mientras China sigue adelante con necesarias pero dolorosas reformas en su economía, quedaron en 1997 a la sombra de eventos espectaculares.
El llamado año del "orgullo nacional" quedó marcado por ocasiones como la recuperación en julio de Hong Kong, tras 150 años de dominio británico, y por la visita del presidente Jiang Zemin a Estados Unidos en octubre, descrita como un nuevo albor de las relaciones chino-estadounidenses.
Pero acabados los festivales y sin hechos tan destacados en la agenda de 1998, la atención de Beijing se concentrará en preocupaciones domésticas como el creciente desempleo y la poca estabilidad social, un alto grado de corrupción y una burocracia que detienen las atrasadas reformas del moribundo sector estatal.
Mientras, en el horizonte se avista el colapso financiero asiático, el que podría plantear lecciones cruciales para China mientras se embarca en las reformas de libre mercado.
El sector estatal chino emplea a 110 millones de personas, o dos tercios de su fuerza de trabajo de 147 millones, según estadísticas del gobierno.
En el 15 Congreso del Partido Comunista en noviembre, Beijing presentó un ambicioso plan para recomponer antes del 2000 sus empresas estatales, de las cuales más de la mitad están endeudadas.
Este año, el paquete de reformas entra en una etapa decisiva, con firmas estatales despidiendo a miles de trabajadores para lograr más eficacia.
Sólo el sector del carbón dejará sin empleo a un millón de operarios, y empresas del hierro y el acero harán lo mismo, con unos 700.000 que serán declarados "redundantes".
Los planes no enfrentan dificultades en el papel, pero los líderes chinos están cada vez más preocupados con el descontento social estimulado por el creciente número de desempleados.
El índice de desempleo es ahora cuatro por ciento en la fuerza de trabajo urbana, de ocho millones, según el gobierno.
No obstante, economistas independientes afirman que los desempleados urbanos podrían ser 30 millones de personas. Incluso el Ministerio de Trabajo estima que hay 27,5 millones de personas sin trabajar o que ya no reciben pago de empleadores sin dinero.
A medida que más y más personas enfrentan el fin del empleo y los beneficios sociales garantizados de por vida, la amenaza del descontento y los disturbios sociales se hace más palpable.
"Es como una bomba de tiempo", dijo un economista chino. "Por ahora muchos chinos se quejan de que la vida se volvió mucho más dura, pero sólo unos pocos hacen algo como exigir al gobierno que actúe".
La respuesta está tomando forma en protestas callejeras que irrumpen en más y más ciudades China del vasto y empobrecido interior del país.
En provincias como Shanxi y Sichuan, donde el crecimiento dejó atrás a las áreas costeras y las oportunidades de nuevos puestos de trabajo son menores una vez que las empresas estatales dan la quiebra, las personas se vuelcan a las calles en demanda de empleo y salarios.
El temor a un estallido social se fortalece por la perspectiva de un crecimiento económico más lento en este año.
Esto planteó dudas sobre si la economía puede generar los nuevos empleos necesarios. El crecimiento económico se redujo a nueve por ciento en 1997, frente a 9,7 por ciento en 1996, y podría ser ocho por ciento este año.
Se prevé la disminución de las exportaciones y de la inversión extranjera directa, las fuentes más fuertes del crecimiento del país.
La inversión extranjera directa fue de casi 40.000 millones de dólares en los primeros 10 meses de 1997, 35 por ciento menos que en el mismo período de 1996.
Esta fue la primera disminución de su tipo desde que Beijing comenzó su política de puertas abiertas en 1979, bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, quien murió en febrero último. El incremento de las exportaciones también se debilita.
Daryl H.K. Ho, economista regional de la firma Jardine Fleming, de Hong Kong, advirtió que tendrán peso las consecuencias de la devaluación de otras monedas asiáticas ocurrida en los últimos meses, la cual abarata los productos de otros países. Pero otros analistas discrepan con esta idea.
La competitividad de las exportaciones es sólo uno de los aspectos de los problemas monetarios en Asia que tienen a Beijing en ascuas. El gobierno está decidido a mantener la imagen del país como un refugio seguro en medio del caos de las economías regionales.
Aunque es verdad que China, que aún no abrió su mercado de capitales a los inversores extranjeros, estuvo protegida de la crisis monetaria que ya dura seis meses en Asia, la situación podría agravar los defectos crónicos de la economía liberalizada a medias y el volátil ambiente social del país.
En el nuevo año, el desafío de China radica no en cambiar a tiempo para evitar una crisis del tipo de Tailandia o Corea del Sur, sino en administrar las reformas en un clima económico regional que se presenta sombrío.
Por ejemplo, la caída de las monedas asiáticas parece haber despertado la cautela de los inversores con respecto a la región, lo que aplazó las inversiones.
China también está analizando la crisis de Asia en busca de lecciones, más aun porque Beijing recurre al modelo de desarrollo de Corea del Sur como fuente de inspiración.
"La crisis asiática y sobre todo la de Corea del Sur podría inspirar a los reformistas de Beijing a esforzarse más por encontrar soluciones porque China comparte los mismos problemas con sus empresas estatales y bancos debilitados", añadió Ho.
La evolución de la crisis en Corea del Sur será de suma importancia para China, que imitó el ejemplo de Seúl al fomentar el desarrollo de firmas estatales seleccionadas para convertirlas en gigantes de clase mundial.
La insolvencia de muchos "chaebols", los poderosos conglomerados empresariales de Corea del Sur, está enviando señales de alarma a los líderes de Beijing, puestos sobre alerta por la carga de los malogrados préstamos bancarios de China.
Queda por verse si la lección de la crisis de Corea del Sur fue aprendida. El gobierno es muy consciente de los posibles riesgos que correrá China en el próximo año, sostuvo un académico occidental en Beijing.
"El problema es cómo convertir la conciencia en acción", dijo, refiriéndose a las constantes disputas entre el liderazgo central y los gobiernos locales que asfixian el proceso de reformas.
Las batallas políticas internas de los líderes son sólo una parte de la lastimosa historia de las reformas en China. La corrupción imperante y los negocios bajo cuerda que drenan cuantiosos bienes del Estado son otro problema.
Aunque el 15 Congreso del Partido aprobó un programa de agresivas reformas para el paralizado sector estatal, en muchos lugares la reestructura apenas comienza a tomar ritmo.
En lugar de lidiar en forma decisiva con las ineficientes firmas estatales que pierden grandes cantidades de dinero, los funcionarios locales prefieren aprovechar las posibilidades de enriquecimiento personal que les brinda la nueva línea del partido.
La prensa china informó que en algunos lugares, como la provincia costera de Jiangsu, líderes del partido y funcionarios de gobierno utilizan la nueva política de privatización de acciones de empresas estatales como una pantalla para comprar los bienes de las firmas a precios bajos y sin controles.
Las demoradas reformas de Beijing podrían empantanarse en forma indefinida si el gobierno no intenta resolver los problemas de la administración o la propiedad estatal. Si ello se suma a la inestabilidad social y el creciente desempleo, el próximo podría ser un año problemático para los líderes chinos. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/lp-aq/ip-if/98