El año 1998 ofrece una mezcla de esperanza y miedo a los cerca de 250 millones de habitantes de Africa central, cuyo territorio se extiende desde la costa suroccidental del mar Rojo hasta la costa atlántica de Angola.
El área, que abarca Eritrea, Etiopía, Djibouti, Somalia, Sudán, Uganda, Ruanda, Burundi, Tanzania, Kenia y República Democrática de Congo (RDC, ex Zaire), está afectada por conflictos que probablemente continuarán.
Podría afirmarse que el país con más razones para estar preocupado es Ruanda, pero Seth Kamanzi, un asesor del presidente ruandés Pasteur Bizimundo, ve el futuro con optimismo pese al enfrentamiento entre el ejército de mayoría tutsi y los rebeldes hutus.
"El año 1998 estará marcado, entre otras cosas, por una mayor estabilidad en la subregión, dada la mejoría de la relación entre sus países", dijo Kamanzi a IPS.
Tal optimismo parece al menos sorprendente en vista de la masacre del 10 de diciembre, cuando insurgentes hutus mataron a 1.643 tutsis de la RDC e hirieron a 500 en un campamento de refugiados del noroeste de Ruanda, según IBUKA, la Asociación para la Defensa de Sobrevivientes del Genocidio.
Otros 1.150 refugiados desaparecieron después del ataque. La mayoría de las víctimas fueron mujeres, niños y ancianos que fueron asesinados con machetes, hachas, hoces, granadas y escopetas, a la manera del genocidio de 1994, en que hasta un millón de personas murieron a manos de extremistas hutus.
A menos que el gobierno adopte medidas inmediatas, los rebeldes atacarán nuevamente y sus víctimas serán civiles indefensos, advirtió el presidente de IBUKA, Jean-Bosco Rutagengwa, a unas 6.000 personas que a mediados de diciembre realizaron una manifestación en Kigali.
La vecina RDC también enfrentaría dificultades en 1998. Cerca de la frontera con Ruanda y Burundi, milicias y restos del antiguo ejército zaireño luchan contra las fuerzas mayoritariamente tutsis que llevaron a Laurent-Desiré Kabila al poder en mayo de 1997.
Aunque la caída del ya difunto dictador Mobutu Sese Seko alivió a muchos dentro y fuera de la RDC, hubo desde entonces una preocupante represión de la oposición y de los medios de comunicación. Además, Kabila no se decide a fijar una fecha para las prometidas elecciones democráticas.
Mientras, la sangre continuará derramándose en Burundi, donde el régimen de facto encabezado por tutsis combate a guerrilleros hutus.
Corea del Norte, China, Estados Unidos, Francia, la RDC, Rusia, Ruanda, Tanzania y Uganda brindan apoyo militar a alguna de las partes del conflicto, afirmó la organización defensora de los derechos humanos Human Rights Watch.
Además, Angola, Kenia, la RDC, Ruanda, Tanzania y Uganda permiten el pasaje de armas por su territorio para ambos bandos, en contravención del embargo regional impuesto a Burundi en 1996.
La guerra civil de Burundi estalló tras el asesinato en 1993 del primer presidente hutu electo democráticamente, Melchior Ndadaye, que fue muerto por soldados tutsis renegados. Más de 150.000 personas, la mayoría no combatientes, murieron desde entonces en el conflicto.
Los disturbios en los tres países mencionados afectan a toda la región de los Grandes Lagos, que incluye también a Uganda (atacada a veces por rebeldes establecidos en la RDC) y Tanzania, que alberga a miles de refugiados de Ruanda y Burundi.
Cuando la secretaria de Estado de Estados Unidos, Madeleine Albright, visitó la región en diciembre, en lo que fue interpretado como una señal del creciente interés de Washington en Africa, declaró que la atención del mundo está concentrada en los Grandes Lagos.
Pero Makau wa Mutua, de la Comisión de Derechos Humanos de Kenia, opina que el interés de Estados Unidos en Africa es sospechoso.
"Estados Unidos está flirteando con los nuevos déspotas de Eritrea, Uganda, Etiopía, Ruanda y la RDC. Todos son dictadores, pero a Washington no le importa", dijo.
Así mismo, es improbable que este año sea testigo de la resolución del conflicto armado más antiguo de la región: la guerra civil de Sudán.
Más de un millón de personas murieron desde que el Ejército Popular para la Liberación de Sudán (SPLA) lanzó su lucha armada en mayo de 1983 por una mayor autonomía para la mayoría no musulmana del sur del país con respecto al gobierno central islámico.
Las últimas conversaciones entre el SPLA y el gobierno, celebradas en octubre en Nairobi, no produjeron resultado alguno.
En cambio, 1998 podría ofrecer alguna esperanza para Angola, donde la ex rebelde Unión Nacional para la Independencia Total de Angola es presionada para cooperar con el proceso de paz, y para Somalia.
Por primera vez, los jefes militares somalíes Hussein Aideed y Ali Mahdi se reunieron para intentar encontrar una solución pacífica a los problemas de su país, y acordaron en El Cairo la forma de un futuro gobierno, que se llamará "Consejo de la Presidencia".
Paradójicamente, mientras las perspectivas de una solución política parecen mayores que nunca, Somalia padece escasez de alimentos como resultado de las inundaciones, que arruinaron miles de hectáreas de tierras cultivadas en el sur del país.
Las inundaciones, que también afectaron a Kenia, fueron causadas por abundantes lluvias que, según los pronósticos, continuarán en 1998. (FIN/IPS/tra-en/mn/jbk/kb/ml/ip-hd/98