Cada vez más hombres adultos se concentran alrededor de parques y montañas cerca de la capital de Corea del Sur. No son ciudadanos perezosos, sino trabajadores sin empleo por culpa de la crisis. Muchos de ellos, incluso, son ejecutivos.
Dejan sus casas a la misma hora en que antes partían al trabajo y vuelven de tarde, avergonzados. En esta sociedad, el empleo vitalicio es un valor importante.
"Cada día, muchos trabajadores pierden sus empleos y se resisten a comunicarlo a sus esposas. Por eso se lanzan a las calles, los parques y las montañas", explicó Jong Song, consejero en un servicio telefónico para padres.
La desocupación es el peor de los precios que debe pagar Corea del Sur por la crisis económica que comenzó en octubre. Está en peligro una cultura según la cual la compañía para la cual trabaja un hombre, por lo general de por vida, determina la identidad de una persona.
"Mi corazón se detuvo cuando mi jefe me invitó a almorzar. A los postres, me comunicó el despido. Lo peor sería soportar la mirada de mis hijos y mi esposa todo el día en casa", dijo Chae, ex subgerente general de una agencia de publicidad.
El despido, al representar la pérdida de identidad, es una virtual sentencia de muerte para los surcoreanos, según el psiquiatra Choi Byong-Ho. "El poder destructivo del despido es tal para los surcoreanos que su dignidad como ser humano se quiebra", dijo.
Quien pierda el trabajo da lástima a los demás. Carga un estigma social. Y, para colmo, el despido es una barrera que impide la obtención de otro empleo.
El desempleo se ubica ahora en 2,9 por ciento, casi 600.000 personas. Estas cifras podrían triplicarse antes de fin de año, pues los despidos serán más fáciles cuando se implemente el "paquete de reformas" respaldado por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El gobierno del presidente Kim Young Sam intentó imponer el paquete el año pasado, pero las huelgas lo impidieron entonces. La crisis reavivó la iniciativa. El presidente electo Kim Dae Jung, un ex sindicalista, convocó a empresarios y trabajadores a negociar.
Los sindicatos pretenden impedir los despidos. Prefieren un congelamiento de salarios y recortes a la jornada laboral, pero la aprobación de una ley que facilite los despidos es clave para mantener la confianza del FMI, que encabeza una operación de rescate de 57.000 millones de dólares.
Los inversores extranjeros no acudirán a comprar bancos y empresas de Corea del Sur si no se les otorga flexibilidad para organizar su personal y decidir despidos, según el planteo.
En este país es ilegal efectuar despidos sin permiso judicial, pero las compañías apelan a artilugios legales para echar empleados. Algunas, por ejemplo, disponen vacaciones sin paga durante algunos años.
Pero el efecto es el mismo para los surcoreanos, 70 por ciento de los cuales temen ser despedidos en cualquier momento, según una encuesta.
Choo, un operador en una empresa bursátil en Seúl de 35 años, dijo que integrar un sindicato es de poca ayuda. "¿Qué utilidad tiene? Hace pocos días, 30 por ciento de mis jefes fueron despedidos. Nuestro sindicato no pudo decir nada en contra. Yo podría ser el próximo", afirmó.
Algunos reciben la noticia del despido por teléfono. Otros descubren a su regreso de la licencia por maternidad o paternidad para descubrir que sus puestos de trabajo fueron eliminados.
Un gerente ejecutivo fue despedido después de meses de comunicar el despido a cientos de subalternos suyos.
Algunos trabajadores prefieren renunciar a esperar. "Unos 1.900 se retiraron de forma voluntaria del banco, muchos más que los 1.200 que esperábamos que lo harían", dijo Lee Chang-Rim, sindicalista del Korea First Bank, una institución agonizante a la espera de un comprador extranjero.
"Es mejor para ellos abandonar por voluntad propia antes que ser despedidos, tal vez por un jefe extranjero", explicó Lee.
Las agencias de empleo del gobierno están atestadas de aspirantes, pero muy pocos se animan a realizar trabajos manuales, de limpieza o en la construcción.
"Cada día, recibimos a 150 buscadores de empleo, tres veces más que antes. Pero solo un puñado puede obtener un trabajo, y luego de un gran compromiso", dijo un funcionario en la estatal Oficina de Trabajo de Seúl.
Ahn, un operador de bolsa de 32 años, perdió hace poco su excelente salario. "Podría esperar a que las cosas mejoren. Si busco ahora trabajo en otra firma de bolsa no lo encontraré", dijo.
Las redes de seguridad social también están fallando, a pesar de que el gobierno se comprometió a asignar 2.400 millones de dólares destinados a seguros por desempleo que permiten a los despedidos cobrar la mitad de sus sueldos durante seis meses.
Los trabajadores más golpeados no son los que no pertenecen a un sindicato, 87 por ciento del total, en especial los 65 millones de empleados de tiempo parcial o temporarios que figuran entre los primeros de los que las empresas prescinden.
Pero los trabajadores surcoreanos encuentran modos de contraatacar en medio de la adversidad. Algunos, incluso, admitieron una reducción de salarios para evitar despidos masivos en sus empresas.
El Ministerio de Trabajo informó que, solo en diciembre, los empleados de unas 5.000 empresas de los sectores bancario, naviero y automotor acordaron un recorte de horarios y salarios.
Ko Hwa-Sok, presidente de Industrias Kochang, vendió su casa para mantener su empresa de electrónica a flote. Sus empleados, agradecidos, les devolvieron sus comisiones y prometieron una hora adicional de trabajo sin paga.
"Dominemos las dificultades. Este será el peor año para todas las familias del país. Puedo hacer que las cosas vuelvan a su cauce el año próximo si ustedes creen en mí y me siguen", dijo el presidente electo Kim Dae Jung.
Son palabras valientes, y los impacientes trabajadores surcoreanos las recordarán si es necesario. (FIN/IPS/tra- en/amy/js/mj/lb if/98