Cualquier brasileño adulto conoce, sin darse cuenta, más aspectos de la historia y de la realidad de Estados Unidos que de su propio país. Y eso pasa en casi todo el mundo debido al bombardeo de películas de Hollywood vía cine o televisión.
Los cineastas brasileños están intentando corregir al menos parcialmente esa distorsión, rescatando episodios de la historia del país, mal contados o ignorados en las escuelas.
En 1997 se destacó, por ejemplo, la "Guerra de Canudos", una superproducción que costó seis millones de dólares, una cifra sin precedentes en la cinematografía de este país.
Fue necesario construir 500 casuchas y dos iglesias, para representar Canudos, una aldea que resistió hasta el último niño una masacre que, a cien años de ocurrida, aún perturba la conciencia nacional. Más de 800 extras, entre ellos 350 efectivos del ejército, fueron movilizados para filmar las batallas.
Canudos, en el estado de Bahia, estaba poblada por seguidores de Antonio Consejero, un líder religioso de los más pobres en la región más pobre de Brasil, el nordeste, donde suele aparecer ese tipo de predicadores, católicos a su modo, pero al margen de la iglesia oficial.
Confundida con un movimiento monárquico opuesto a la república recién proclamada, la secta encabezada por Consejero y concentrada en Canudos fue blanco del gobierno central, de los poderes locales y de la Iglesia Católica.
El ejército cumplió la orden gubernamental de destruir Canudos, pero la resistencia de los fanáticos exigió un año de cerco y cuatro grandes operaciones, la última con 5.000 soldados. En total se estima que murieron 15.000 personas, incluyendo a casi toda la población local.
La masacre, perpetrada en octubre de 1897, fue descripta en uno de los grandes libros brasileños, "Os Sertoes", de Euclides da Cunha. A partir de esa obra, el peruano Mario Vargas Llosa escribió su novela "La guerra del fin del mundo".
El director de la película, Sergio Rezende, hizo anteriormente otros dos filmes históricos, pero sobre personajes más recientes.
"El hombre de la capa negra", un político de la periferia de Río de Janeiro y de hace cuatro décadas, que iba siempre armado de metralleta, y "Lamarca", por el capitán Carlos Lamarca, que dejó el ejército en 1969 para encabezar un grupo guerrillero.
"Guerra de Canudos" tuvo unos 700.000 espectadores en los cines brasileños, el mayor éxito nacional de taquilla el año pasado, pero insuficiente para pagar los costos de producción. Para recuperar esos gastos se necesitaría multiplicar por cuatro la venta de entradas.
El objetivo no era el éxito comercial, sino contribuir al conocimiento del país, al debate, porque, según Rezende, el cine es el único arte o medio de comunicación que promueve la discusión sobre estos temas.
El director ya está totalmente metido en su nuevo proyecto, una película sobre Barn de Mau, un empresario de ideas avanzadas que trató de impulsar la industrialización del país en el siglo pasado.
Otros filmes de éxito en los dos últimos años en Brasil también recrean hechos históricos. "Carlota Joaquina" se remonta al período en que el rey Juan VI de Portugal trasladó su corte a la colonia brasileña, escapando de una ofensiva de Napoleón Bonaparte.
"El cuatrilho", que obtuvo un record de público, con más de un millón de espectadores, y fue seleccionado en 1997 para disputar el Oscar de Hollywod, trata sobre dos matrimonios que canjean parejas, pero el trasfondo es la inmigración italiana en el sur del país hace cerca de un siglo.
Actualmente están en exibición dos filmes que cuentan historias de los dos extremos geográficos de Brasil.
"Anahy de las Misiones", que narra una rebelión armada contra el poder monárquico central, ocurrida hace 150 años en el sur, y "El cineasta de la Selva", sobre la vida de Silvino Santos, un pionero del cine brasileño que a comienzos de este siglo filmó el auge de la economía del caucho natural en la Amazonia.
Esa irrupción de la historia en el cine ocurrió antes en la literatura. Brasil vive desde la década pasada un boom de libros biográficos, de memorias y novelas históricas, muchos de los cuales sirvieron de base a películas ya rodadas o en producción.
El cine brasileño renació, después de que prácticamente desapareciera entre 1990 y 1993, como respuesta a la necesidad del pueblo de conocerse mejor a través de su pasado. (FIN/IPS/mo/dam/cr/98