La economía de Venezuela repuntó en torno a seis por ciento en 1997, pero en condiciones que distan de satisfacer tanto a quienes tienen mucho dinero y buscan invertirlo, como a los más desposeídos que apenas claman por oportunidades para vivir.
Crece el producto interno bruto (PIB), pero el acelerador lo pone el sector petrolero, que no genera empleo; cae la inflación, pero todavía es muy alta; disminuye el desempleo, pero apenas décimas; avanza la privatización, pero muy lentamente; y hay más ingresos, pero sigue el desequilibrio fiscal.
Cuando en abril de 1996 el gobierno de Rafael Caldera giró 180 grados en su política económica populista y lanzó un programa neoliberal de ajustes -el segundo en siete años-, su ministro de Planificación, el socialista Teodoro Petkoff ofreció para el cierre de 1997 "luz al final del túnel".
Entonces se impuso a la población un paquete de sacrificios, desde la quintuplicación de los precios del combustible hasta un IVA de 16,5 por ciento y una drástica devaluación, además de liberaciones de precios, tasas y tarifas, en tanto a los inversionitas se ofreció una acelerada privatización.
Pasado el 1996 del ajuste -la economía retrocedió 1,6 por ciento (-3,7 por ciento el sector no petrolero) y la inflación llegó al récord de 103 por ciento- vino el 1997 del despegue, insuficiente al punto de que cerrará con saldos insolutos, económicos y sobre todo sociales.
Según portavoces oficiales, la base del crecimiento estará en la actividad petrolera, que ha aumentado 7,5 por ciento tras años de continuo ascenso, pero también el resto de la economía crecerá en 5,2 por ciento, según el ministro de Hacienda, Luis Matos.
El sector petrolero se beneficia de precios del crudo superiores a los de 1994 y 1995 y de una apertura al capital privado en segmentos de la actividad que ha engrosado las arcas del Tesoro, al punto que el país tiene 18.500 millones de dólares en reservas, el doble que en 1995.
Están en marcha media docena de asociaciones estratégias entre el grupo estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) y trasnacionales, con el acelerador a fondo para duplicar la capacidad de producción de crudo (llevarla a 6,2 millones de barriles diarios) para mediados de la próxima década.
Si se agregan negocios en manufactura de hidrocarburos, gas, y petroquímica, con creciente participación privada -en el horizonte aparece posible privatizar PDVSA-, la actividad del sector implicará 70.000 millones de dólares en inversiones antes de 10 años.
"Tenemos un empujón petrolero fuerte", dijo a IPS el experto en macroeconomía Maxim Ross, "pero el resto del aparato productivo venezolano no termina de arrancar, porque falta el 'click', el empujón de refomas imprescindibles".
Se requiere, según Ross, reformar el Poder Judicial para ofrecer seguridad jurídica -con él coincide el embajador estadounidense John Maisto-, otras estructuras del Estado, completar reformas sociales y laborales, despejar inseguridades en el sistema financiero y activar un plan industrial.
También, completar la reforma fiscal y las privatizaciones. "Felizmente el día 18 venderemos Sidor (Siderúrgica del Orinoco, productora de 2,8 millones de toneladas de acero al año) pero todavía tiene el Estado unos 400 organismos descentralizados cuya propiedad o gestión son privatizables", opinó Ross.
Desde 1990 hasta la fecha el Estado ha privatizado, por un total de 2.540 millones de dólares, empresas y servicios de telefonía, turismo, agroindustria y su aerolínea bandera. Sidor inicia un programa para vender en 1998 empresas de aluminio, electricidad y entretenimiento, entre otras.
Todo ese frente de actividad económica que proyecta un país pujante y pletórico de oportunidades, con un PIB anual de 80.000 millones de dólares para 22 millones de habitantes, contrasta con indicadores que hablan de pobreza y exclusión social.
Primero, la inflación: la inicial de 25 por ciento para 1997 se ha "corrido" hasta cerca de 40 por ciento y en 1998 superará 28 por ciento según una encuesta de la firma Consensus Economics entre los 15 principales analistas de la economía venezolana.
"Hemos llegado a 20 años de inflación alta", observó Ross. "Estamos solos en esta situación de profunda inestabilidad, en contraste con otras grandes economías de América Latina, como México, que con todo y su crisis de 1994-1995 está bajo el 20 por ciento, o Brasil, que pasó de 5.000 a 4,4 por ciento".
El experto atribuye la inflación a las grandes inycciones de circulante asociadas al ingreso de petrodólares en la economía interna, más el impacto de la sobrevaluación de la moneda local y los desequilibrios e indisciplina fiscal.
Luego, se muestra el desempleo: 11,5 por ciento de desocupados, un millón de adultos entre los 9,3 millones que conforman la población activa, con casí uno de cada dos venezolanos trabajando en el sector informal.
La pobreza bordea 70 por ciento, 40 por ciento de la población vive en pobreza crítica y aún 10 a 15 por ciento, según portavoces de la Iglesia Católica y organizaciones no gubernamentales, en pobreza atroz, sin poder satisfacer 40 por ciento de sus necesidades alimentarias.
Todavía más, merced a sus niveles de reservas internacionales el gobierno pudo abstenerse de utilizar todo el crédito stand-by que el Fondo Monetario Internacional le concedió por su plan de abril de 1996, pero el organismo multilateral le recrimina el bajo porcentaje de fondos destinados a programas sociales.
La reforma laboral, finalmente, se adelantó este año por acuerdo entre empresarios, sindicatos y los poderes públicos, lo que lleva a la desrregulación salarial y a un sistema de pago de prestaciones (indemnizaciones) menos gravoso sobre los pasivos de las empresas.
Sin embargo, el complemento de dicha reforma, un nuevo régimen de seguridad social basado en fondos de salud y pensiones, todavía no se gesta, mientras el sistema asistencial público se desmorona y enfermedades que se combaten con salubridad, como el dengue, se instalan con características de epidemia. (FIN/IPS/jz/dg/if/97