El mundo vivirá los próximos años bajo la espada amenazadora de los capitales golondrina, que se consolidaron en Asia como una especie de artillería de avanzada en la misión disciplinadora del Fondo Monetario Internacional (FMI).
La pedagogía es irracional, destructiva y violenta, pero enseña de la forma más clara posible que no hay perdón para los países que incumplan las reglas ortodoxas de la economía y cometan imprudencias en sus cuentas internas y externas.
La acción punitiva puede ser directa y devastadora como en México en 1994 y en algunos países asiáticos este año, o indirecta como en Argentina en 1995 y en Brasil ahora. El escarmiento ajeno también genera disciplina, por eso todos los países intentan tapar sus "vulnerabilidades".
El ataque no es una embestida, sino una fuga masiva y abrupta, por lo que sólo amenaza a los países que antes atrajeron a los inversionistas y que repentinamente pierden confianza en la economía de esas naciones.
El FMI ya no necesita, como en el pasado, esforzarse por convencer y presionar a los gobiernos para que adopten duras medidas de ajuste fiscal, equilibren la balanza de pagos y sometan a sus poblaciones, si es necesario, a períodos de recesión económica y desempleo.
Tras el ataque especulativo que extermina reservas cambiarias y arruina acciones, el FMI aparece como salvador como ocurrió con México, Tailandia, Indonesia y Corea del Sur. Imposible resistirse a sus recomendaciones.
Brasil, que perdió 15 por ciento de sus reservas, hizo su ajuste sin interferencia ni créditos del organismo financiero internacional.
Impuso un paquete de recaudación fiscal de 18.000 millones de dólares y dobló las tasas de interés, arriesgándose a sufrir una recesión económica. El director del FMI, Michel Camdessus, aplaudió el "coraje" del gobierno brasileño.
Los efectos de la crisis asiática aplastaron también las resistencias a las reformas, que la izquierda llama "neoliberales" y que están bloqueadas en el Congreso desde hace casi dos años, que permitirán los despidos masivos de funcionarios públicos y la dilación de las jubilaciones.
El presidente Fernando Henrique Cardoso intensificó su campaña internacional por la creación de "mecanismos" que disciplinen el capital especulativo, considerando al FMI y al Banco Mundial insuficientes para enfrentar la nueva realidad.
Pero el presidente no adopta medidas nacionales de control de esos capitales. Es que el país necesita atraerlos y decisiones unilaterales podrían ahuyentarlos, y "sólo un sistema que involucre a todo el mundo podría tener eficacia", explica Joao Paulo de Almeida Magalhaes, de la Universidad Federal de Rio de Janeiro.
El FMI quiere libertad total para esos capitales, según este economista. Sólo países de imagen invulnerable, como Chile, pueden mantener mecanismos de control, como la exigencia de que permanezcan un tiempo mínimo en el país.
No hay como "cohibir la naturaleza del capital". Su fuga "se inhibe con políticas macroeconómicas consistentes", sostuvo Octavio de Barros, director técnico de la Sociedad Brasileña de Estudios de Empresas Transnacionales y Globalización Económica (SOBEET).
Casi todos los activos ganaron mucha liquidez en el mundo, "incluso los industriales, pues hoy se vende fácil cualquier empresa", observó Barros. En esas condiciones el "mal comprendido" capital volátil ejerce un cierto "papel disciplinador".
Eso contribuye a "una convergencia mundial hacia políticas de mayor restricción presupuestaria y cuidado en las finanzas públicas", tras agotarse ciertas formas de financiación del desarrollo por el estado, antes comunes en los países en desarrollo, según el experto.
"El modelo coreano, cuya crisis amenaza la estabilidad mundial, fué por tres décadas una historia de crecimiento exitoso", pero las relaciones "incestuosas" entre público y privado y el descuido de los bancos con sus créditos no se adaptan a la internacionalización económica, sentenció.
Gracias a esas turbulencia, el FMI renovó su papel de ordenador de las finanzas internacionales.
Ahora logra movilizar casi 60.000 millones de dólares de ayuda a Corea, a diferencia de lo ocurrido durante la crisis de la deuda externa de los países en desarrollo en la década pasada, cuando sólo canalizó algunos pocos miles de millones de dólares.
El mundo empieza a tener en cuenta las advertencias y recomendaciones de ese organismo multilateral, según su vicedirector, Stanley Fischer. En su próxima reunión semestral el FMI pretende aprobar un manual de conducta para todos los países miembros.
La perspectiva para el futuro próximo es, por tanto, de uniformización de los criterios de gestión económica, bajo la óptica financiera y el escarmiento sufrido por los estados emergentes que pasaron de modelo a seguir a ejemplo a evitar. (FIN/IPS/mo/dam/if/97