RUANDA: La pesadilla que no termina

Más de tres años después del genocidio de casi un millón de tutsis y hutus moderados en Ruanda, grupos de sobrevivientes continúan enterrando restos de las víctimas en algunas zonas rurales.

En el distrito rural de Gikongoro, en el sur de Ruanda, los aldeanos inhuman cráneos y huesos hallados entre arbustos, pequeños bosques y otros lugares donde los cadáveres fueron arrojados para su entierro colectivo.

Desde el principio de la década de 1960, el distrito fue escenario de horrendas masacres de tutsis.

"El genocidio de 1994 fue la culminación de una tragedia que se gestó durante muchos años", afirmó Straton Nsanzabaganwa. "La gente era asesinada y arrojada a los ríos, destruían sus casas y robaban su ganado".

Al igual que Nsanzabaganwa, quien trabaja en la capital, Kigali, otros residentes de Gikongoro regresaron a sus hogares luego del genocidio y descubrieron que muchos de sus familiares habían muerto.

"De una familia africana de más de 100 miembros, sólo sobrevivió una pequeña niña a las matanzas que asolaron mi región natal en 1994", dijo el aldeano a IPS.

Nsanzabaganwa coordina la comisión establecida en su comunidad para enterrar dignamente los restos de más de 3.000 tutsis recogidos en la comuna Musange, en el distrito de Gikongoro.

Lo que más impresiona hoy en Musange es el abatimiento y el trauma que aflige a los residentes locales que nunca abandonaron sus hogares durante el genocidio.

En la comunidad cunde la desconfianza, que ocasionalmente se transforma en disputas por bienes saqueados durante las masacres. Sin embargo, algunas heridas comienzan a cicatrizar.

Innocent Nzabandora, un hutu, nunca participó del genocidio y se ganó la confianza de la comunidad, que lo eligió como su líder. "La gente me llamaba cobarde. Era un mundo al revés el que vivíamos en esos tiempos", dijo a IPS.

La reconciliación sólo se logrará con justicia, opinó. "Todos pertenecemos aquí, pero los demonios arruinaron todo. Deberían ser castigados de una manera ejemplar", agregó Nzabandora.

Algunos sobrevivientes del área aún son molestados por ciertos líderes locales a los que acusan de haber colaborado con los autores del genocidio.

Muchos de los asesinos se refugiaron en países vecinos "y otros viven en sus aldeas tranquilamente", declaró uno de los sobrevivientes entrevistados.

Las dilaciones de la justicia se vieron agravadas por la crisis alimentaria del distrito. Algunos sobrevivientes afirmaron que fueron ignorados en la distribución de ayuda alimentaria y que ninguna organización no gubernamental acudió en su ayuda.

Mudahunga, alcalde de Musange, alentó a la población a ayudarse a sí misma. "Exhortamos a las viudas a reagruparse en cooperativas o en otras actividades generadoras de ingresos, pero lamentablemente no disponemos de recursos financieros para proporcionarles", dijo.

"Ya es hora de que ayudemos a la población del distrito a dejar atrás el pasado. Ningún intento de reconciliación tendrá sentido a menos que atendamos sus necesidades inmediatas", concluyó Mudahunga. (FIN/IPS/tra-en/jbk/pm/ml/hd/97

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