Una mujer arrastrada por los cabellos por un hombre, la imagen que simboliza la era de las cavernas, sigue siendo una realidad cercana miles de años después para la mitad de las mujeres latinoamericanas, víctimas de maltrato doméstico.
Este martes se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer, que busca visibilizar un fenómeno que en muchos sectores se percibe aún como un problema privado, pese a los avances legales que se han dado esta década para tipificar el maltrato doméstico como un delito.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha dado un paso más y comenzó a poner el maltrato físico y sicológico contra la mujer en su ámbito doméstico como un handicap para el desarrollo, que tiene "devastadores efectos" en las economías nacionales.
Durante una reunión celebrada por el BID a fines de octubre en Washington, se reveló que uno de cada cinco días activos que pierden las mujeres alegando problemas con la salud, tiene su origen en agresiones recibidas dentro de su hogar.
El BID sólo ha llegado a cuantificar el gasto que la violencia doméstica acarrea en Canadá y Estados Unidos. En el primero de ellos el costo por la atención a las víctimas y la caída de productividad se cálcula en 1.600 millones de dólares anuales y en el segundo las pérdidas alcanzarían los 10.000 millones.
En América Latina, se aseguró durante la Conferencia sobre la Violencia Doméstica, el impacto es comparativamente mucho más dramático, pero existe el problema de que sólo 27 por ciento de los maltratos se denuncian, según cifras oficiales y de las organizaciones no gubernamentales.
La violencia doméstica contra la mujer tiene orígenes culturales y de poder que son acestrales y no respetan estratos sociales o económicos, se subrayó en la cita del BID y en la que se realizó en Santiago de Chile entre el 19 y el 22 de noviembre, organizada por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).
Pero el deterioro socioeconómico regional y el aumento del llamado "ejército de excluidos" del modelo neoliberal impuesto en sus países esta década avivó la tensión doméstica y suministró una excusa adicional para maltratar a la mujer dentro del hogar.
El resultado es la paradoja de una mayor visibilización del maltrato a la mujer y su impacto sobre el desarrollo, junto con el establecimiento de leyes específicas para penalizar la agresión doméstica en una decena de países latinoamericanos.
Además, América es el primer continente en contar con una Convención para prevenir, erradicar y sancionar la violencia contra la mujer, aprobada dentro de la Organización de Estados Americanos en 1994 y ratificada por 25 de sus 34 países miembros.
Y sin embargo, el drama lejos de decrecer, aumenta, impulsado por la violencia generalizada de quienes se sienten sin horizontes dentro del modelo de la globalización, aunque otro elemento positivo es que también han aumentado las denuncias y la sensibilidad social sobre el problema.
La violencia física, que lleva a la muerte a miles de mujeres cada año, no es la única forma de agresión doméstica, sino que a ella se suman la sicológica y la sexual, menos visibles pero igualmente impactantes sobre la víctima femenina.
Según el BID, investigaciones realizadas en algunos países de la región que pueden generalizarse indican que el efecto en la mujer de la violencia doméstica es la disminución de su calidad de vida, el incremento de los indices de mortalidad y su precaria inserción laboral.
El maltrato incrementa el ausentismo femenino y el abandono del trabajo, lo que se traduce en una caída del ingreso familiar, mientras la mujer ve aumentar sus problemas físicos.
Se considera que más de la mitad de las mujeres latinoamericanas han soportado la violencia física en su hogar a lo largo de su vida y 33 por ciento fueron víctimas de agresiones severas entre los 16 y los 49 años.
En tanto, 45 por ciento sufre amenazas o insultos, y soporta la destrucción de sus enseres personales.
El efecto se extiende a los hijos. Más de 63 por ciento de ellos repiten algún curso escolar y, en general, abandonan la escuela cuatro años antes que los demás, en promedio. También son 100 veces más propensos a ser hospitalizados por enfermedades.
"Mujeres Latinoamericanas en Cifras", un estudio realizado por la chilena Teresa Valdes antes de la IV Conferencia sobre la Mujer de las Naciones Unidas, celebrada en Beijing en septiembre de 1995, mostró que el agresor de la mujer dentro del hogar es el marido o el conviviente en la mayoría de los casos.
En Perú, por ejemplo, los victimarios de las mujeres eran sus maridos en 53 por ciento de los casos o sus convivientes en 44 por ciento, mientras que en Colombia la relación era de 63 y 27 por ciento.
La Plataforma de Beijing, que estableció compromisos obligantes para los países de las Naciones Unidas, fijó la prevencion y eliminacion de la violencia contra la mujer como una de las 12 áreas prioritarias de acción para promover la paridad de géneros.
Se definió la violencia contra la mujer como aquella basada en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o sicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad y se producen en la esfera pública o privada.
La violencia familiar incluye los golpes, el abuso sexual de las niñas en el hogar, la violencia relacionada con la dote, la violación por el marido, la mutilación genital y otras prácticas tradicionales, y toda forma de agresión física, sicológica y sexual contra la mujer, realizada por el esposo u otras personas. (FIN/IPS/eg/ag/hd-pr/97