Un gran porcentaje de los llamados Tigres de Tamil, que desde hace 14 años libran una sangrienta guerra separatista en Sri Lanka, son niños y niñas reclutados mediante engaño.
Los Tigres para la Liberación de Tamil Eelam, que pretenden formar un estado separado en el norte de la isla asiática, dominada por la etnia tamil, y en el este, no se pronuncian públicamente sobre el reclutamiento de menores o niegan su existencia.
En privado, sin embargo, lo admiten pero arguyen que no tienen otra opción, porque "cada vez más adultos mueren y no quedan más para reclutar". "Tú sabes, estamos peleando una guerra de liberación", dijo un rebelde a un trabajador humanitario.
Los niños son reclutados desde los ocho años de edad, mientras que las niñas son incorporadas a partir de los 10 años.
Miembros de UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) en Colombo señalaron que es imposible imponer norma alguna al grupo guerrillero, dado que no es una entidad legal y carece de reconocimiento oficial.
Una activista de los derechos de la infancia que durante una visita al norte de Sri Lanka vio a unos niños sentados despreocupadamente y jugando con sus armas comentó que "parecían niños jugando con pistolas de juguete".
Un estudio realizado en Sri Lanka por el experto Harendra de Silva reveló que, de 19 niños-soldados entrevistados, la mayoría se habían ofrecido voluntariamente para el reclutamiento.
"Una de las razones que arguyeron siete de ellos fue el temor a ser secuestrados por 'el enemigo'. Otros se incorporaron a los Tigres por venganza o por la emoción de ser un combatiente de la libertad, y tres lo hicieron por razones económicas", señala el estudio.
De Silva descubrió que algunos de los niños intentaron huir al menos una vez o desobedecieron órdenes, lo cual les costó castigos triviales o severos, chantajes o amenazas de muerte.
"La mayoría realizan trabajos manuales pesados, combaten en primera línea o siembran minas antipersonales. Casi todos son entrenados en el uso de armas de fuego y métodos de autoeliminación", informó De Silva.
La mayor parte de los niños que ingresan a las filas de los Tigres pertenecen a familias en situación desesperada, muchas veces encabezadas por mujeres que perdieron a sus esposos o sus hijos mayores a manos del ejército.
Los rebeldes dicen a esas mujeres que sus hijos menores deberían continuar la lucha y vengar a su padre o hermano muerto. "Se les hace creer eso, y en ausencia de otra guía, permiten que sus hijos ingresen al grupo", señaló un trabajador humanitario.
Los niños reclutados sufren graves traumas y pierden su infancia. Les ponen uniformes, los entrenan un par de meses, les entregan armas que apenas pueden cargar y les dicen "ahora salgan al mundo y combatan al enemigo".
Un psiquiatra que prefirió mantener su nombre en reserva relató que R., "un agradable adolescente de 15 años", le consultó porque sufría de insomnio, comportamiento anormal y explosiones de agresividad hacia sus compañeros.
El niño había sido reclutado a los 11 años y entrenado para matar. Al principio, las muertes lo afectaban, "pero gradualmente comenzó a sentir necesidad de ver sangre y a sentir placer matando brutalmente". R. contó al psiquiatra cómo mató a varios habitantes de una aldea.
"No sentía remordimiento alguno al contarme cómo tomó a un pequeño por los tobillos y golpeó su cabeza varias veces contra una pared hasta que la materia gris comenzó a salirse, y cómo disfrutó los gritos de la madre y luego la mató a hachazos", relató el psiquiatra.
R. dijo que "ambos lo merecían. Participó de cuatro masacres de aldeanos, y se sentía aburrido e inquieto cuando estaba inactivo", agregó.
"No sería positivo que todos los grupos humanitarios presionaran a las partes responsables para que busquen la paz y permitan a la gente vivir con dignidad?", preguntó el médico, que analizó el trauma sufrido por niños y adultos debido a los ataques del ejército o los rebeldes en un informe sobre salud mental.
Graça Machel, ex primera dama de Mozambique, preparó en 1996 un amplio informe mundial para la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre la utilización de niños en conflictos armados en 30 países.
Machel recomendó, entre otros puntos, que la edad mínima de reclutamiento militar nunca sea inferior a 18 y que todos los niños reclutados por ejércitos o grupos rebeldes sean desmovilizados.
La ONU, preocupada por la lentitud en la aplicación de las recomendaciones, designó en agosto un Representante Especial para controlar el reclutamiento de niños en zonas de guerra. "Es más fácil decirlo que hacerlo", especialmente en el caso de Sri Lanka, observaron trabajadores humanitarios. (FIN/IPS/tra-en/fs/an/ml/pr-hd/97