NICARAGUA: Pobreza y manejo de plagas, una alianza estratégica

Hongos, trampas de aguardiente o minúsculas avispas son los insumos que utilizan centenares de agricultores nicaragüenses para combatir las más poderosas plagas del café. Todos ellos acompañados de un recurso esencial: el conocimiento.

La pobreza en que viven pequeños y medianos productores han sido un buen caldo de cultivo para desarrollar en este país un programa de manejo integrado de plagas que incluye la caficultura.

"La caficultura nicaragüense está entrando a su modernidad rescatando tecnologías viejas y adoptando insumos tecnológicos que no dañan el ambiente", afirmó Marisol Baylón, directora del Centro de Capacitación y Servicio Regional Pacífico de la Unión Nicaragüense de Cafetaleros (Unicafé).

Unicafé tiene aproximadamente 23.000 afiliados que en 1996 produjeron 1,2 millones de sacos de 46 kilos de grano, en un área de 90.000 hectáreas.

"Queremos entrar al mercado internacional compitiendo por calidad y no por cantidad", afirmó Baylón, al referirse a la decisión de la organización de estimular prácticas de cultivo e insumos naturales.

Se calcula que 0,5 por ciento de la producción cafetalera del país es tratada en forma orgánica, pero esa proporción puede aumentar significativamente en los próximos años cuando nuevos agricultores vayan conociendo las ventajas del sistema.

"El combate natural ha sido favorecido por la situación económica del país, porque el productor busca alternativas más acordes con su propia capacidad", explicó Julio Monterrey, técnico del programa de Manejo Integrado de Plagas que dirige el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie).

El Catie ejecuta en este país el programa con una serie de contrapartes locales, incluyendo Unicafé, la Universidad Agraria, la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) y varias organizaciones no gubernamentales.

David Monterroso, coordinador del programa, explicó que antes que insumos tecnológicos los productores reciben conocimiento. Primero deben entender su entorno y la interacción de seres vivos que se produce en el agrosistema, para luego poder aplicar el control biológico.

El sistema de manejo que promueve el Catie parte de algunos principios generales. Las características de la zona determinan otros tratamientos.

Uno de esos principios generales es la sombra, que las plantas de café deben tener para que duren más y no haya una destrucción del entorno, ocasionado por el uso intensivo de agroquímicos.

En cada caso, se debe buscar el punto de equilibrio para evitar que se desarrollen las plagas, ya que las dos más importantes tienen que ver con la sombra.

La broca, un insecto que destruye el grano, se desarrolla en mucha sombra y la roya, un hongo que vive parásito en la planta de café, es favorecida por cultivos a pleno sol.

Para control biológico, el laboratorio del Catie, en combinación con instituciones nacionales, aísla, produce y distribuye dos géneros de hongos: los Beauveria y Metarhizium.

Los agricultores los prueban, una vez que han aprendido sobre ellos, y deciden cuáles usar.

Monterroso afirmó que la experiencia ha demostrado que los agricultores casi todo lo saben y sólo es necesario ayudarles a reordenar o reorientar ese conocimiento y agregarle algunos detalles que faltan.

"Por ejemplo, ellos saben casi todo sobre la broca del café, pero no sabían que hay un hongo que la mata -la roya- que pueden aprovecharlo y que, si lo conocen, van a pensarlo un poco más antes de aplicar algún fungicida", explicó.

Eduardo Martínez, un pequeño caficultor del norteño departamento de Matagalpa, afirma que en 1992 él y sus vecinos casi pierden sus cafetales pero este año esperan una buena cosecha porque tienen las plagas a bajo nivel por el control biológico y natural.

El Centro de Capacitación distribuye la Cephalonomia stephanoderis, más conocida como "avispita de Uganda", que se come la broca en los cafetos perforados.

El programa del Catie busca reorientar a los pequeños productores de café para que sus plantaciones sean productivas. Usualmente, explicó Monterroso, tienden a tener mucha sombra en sus cafetales y ello hace que su producción sea muy escasa.

En cambio, los grandes cafetaleros, con amplias extensiones de terreno, siembran a pleno sol y obtienen una producción muy elevada a base de un uso intensivo de productos químicos para combatir hongos como el de la roya.

"Los beneficios en el modelo productivista se miden por la cantidad de dinero que ingresa y no en función de todas las demás pérdidas, en el sistema productivo mismo y en el entorno", explicó Monterroso.

Indicó que en una hectárea de café a pleno sol se pueden producir 50 o 60 quintales en pocos años, mientras en un sistema regulado la producción puede oscilar entre 20 y 30 quintales.

Sin embargo, una plantación a pleno sol comienza a deteriorarse fisiológicamente a los seis o siete años. En uno sostenible, en cambio, la producción se puede mantener al menos 30 o 40 años.

En un sistema donde se gana mucho dinero se pierde el entorno y la fauna; en lugar de nemátodos de vida libre se encuentran fitopatógenos y se acaban los pájaros.

A diferencia del modelo productivista, en uno sostenible los insumos son un agregado que va a potenciar el sistema de cultivo. Por eso, los productos para control biológico se distribuyen luego de que el agricultor asume el conocimiento tradicional sobre su cultivo.

En el enfoque tecnológico de alto rendimiento, los insumos (en este caso químicos) o las variedades estaban dirigidas a aumentar la productividad y se desantendía el entorno.

"Nosotros vamos a potenciar el entorno para que produzca mejor café y no sólo a hacer que produzca más", afirmó Monterroso. (FIN/IPS/mso/dam/if/97)

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